SANTO DOMINGO, viernes, 22 febrero 2008 (ZENIT.org).- La Conferencia del Episcopado Dominicano ha difundido un mensaje, con motivo de la celebración del Día de la Independencia Nacional, titulado «La responsabilidad del laico en la vida pública».
Los obispos dominicanos dirigen su mensaje a los responsables del quehacer político, económico y social del país y en el mismo, refiriéndose a la campaña electoral, afirman que «no hay necesidad de ocasionar una tormenta destructiva y derrochadora de recursos, los cuales no son propiedad exclusiva de ningún partido».
En el mensaje, los prelados hacen un llamamiento a la ética en la vida política afirmando que «sin ética ni moral, es propicio el ambiente para la corrupción, la creciente inequidad, el elevado índice de pobreza y la triste exclusión de los desposeídos y marginados. El rostro humano y humanizante de la política, se construye sobre las bases de una auténtica vida ética y moral».
Afirman que todo cristiano, por su condición de ser hermano, «está llamado a participar en la vida política o cualquier otra actividad pública».
Para los obispos «constituye, un llamado del Señor, que muchos laicos y laicas participen con conciencia cristiana responsable en lugares claves de la sociedad, los cuales el Documento de Aparecida los describe como ‘centros de decisiones’, a saber, los ambientes políticos, empresariales, sindicales y en todo tipo de asociaciones que promuevan el bien común».
Refiriéndose a la campaña electoral, el documento afirma que «el pueblo dominicano desea un debate de altura, mutuamente respetuoso, centrado no en la descalificación y ataques mutuos, sino en la visión de la problemática nacional y en las soluciones concretas que cada uno le daría».
Añaden que «no tiene sentido en estos momentos que sea una campaña cara y derrochadora. Todo el mundo desea que sea austera y serena y sin graves alteraciones del orden. Es hora ya de dar muestras de que somos un pueblo maduro: ciudadanos, partidos y candidatos».
«Deseamos ardientemente que se imponga la cordura sobre la insensatez, la concordia sobre la discordia, la temperancia sobre la intolerancia, el dialogo sobre el altercado, la patria sobre el partido», añaden.
«Clama al cielo -afirman- la cuantiosa suma de dinero que se derrocha en propagandas y caravanas, cuando existen tantas urgencias prioritarias por resolver en el país, tantos proyectos por realizar en la educación, en la seguridad social, en los hospitales y escuelas, en recintos carcelarios dignos y dignificantes, en viviendas decorosas y en fin, en la definitiva solución del problema energético».
Los prelados llaman la atención «sobre el fenómeno de la corrupción generalizada y su impunidad, fruto de la inversión de valores en la sociedad de hoy, la cual socava la democracia y el estado de derecho, da pie a violaciones de los derechos humanos, distorsiona los mercados, menoscaba la calidad de vida y permite el florecimiento de la delincuencia organizada, el terrorismo y otras amenazas a la seguridad humana».
Recuerdan que votar «es un derecho y un deber» y que «abstenerse sin una razón suficientemente grave es faltar a una obligación moral. No se trata de elegir lo ideal, sino escoger lo mejor de lo que hay».
Subrayan que «se debe votar por aquel que en conciencia se crea que es más apto» y de «ahí se deriva como algo inconcebible la compra y venta de votos que equivaldría a la compra y venta de conciencias».
En el documento los obispos incluyen los quince criterios del buen gobernar que son los siguientes: promover, defender y exigir el bien común; asegurar y vigilar los servicios básicos; respetar y defender la vida humana en cualquier fase de su desarrollo; preocuparse especialmente de los más débiles y necesitados; promover y defender las asociaciones intermedias; distribuir bienes, beneficios, servicios y cargas con justicia y equidad; proteger los recursos naturales de los ataques del egoísmo irracional; estimular la iniciativa privada; respetar al Poder Legislativo y al Poder Judicial; mantener buenas relaciones internacionales; respetar, promover y defender la legitima libertad y castigar toda clase de libertinaje; perseguir la corrupción en todas sus modalidades; vigilar la economía nacional; distribuir con sabiduría y justicia los recursos disponibles; contar en todo momento realísticamente con las posibilidades y limitaciones, virtudes y defectos de nuestro pueblo.
Los obispos concluyen su mensaje con una serie de recomendaciones prácticas que incluyen una invitación a «asumir los valores específicos de una buena convivencia ciudadana, como son: la verdad, la justicia, la fraternidad, la paz, el respeto, la solidaridad y la tolerancia».
Llaman «a poner en alto, hoy más que nunca, nuestros valores culturales, que nos identifican como pueblo y como nación».
Invitan a todos «a crear espacios de discusión y de reflexión» y «fomentar el diálogo sincero, diáfano y respetuoso en base a los programas de gobierno que debe presentar cada candidato».
Urgen, según enseña la Doctrina Social de la Iglesia, «a incentivar el principio de una economía solidaria, contraria a una economía neoliberal, que priorice de manera planificada las inversiones del Estado en los sectores marginados y empobrecidos».
Por último, exhortan «a hacer una opción fundamental y preferencial por el establecimiento y el desarrollo de políticas públicas y privadas que se encaminen a la solución puntual y efectiva de las causas de la extrema pobreza, de la inequidad y la exclusión, de tal manera que la abundancia, el crecimiento y el desarrollo, no contraste con la alarmante brecha entre ricos y pobres».