BARCELONA, martes, 26 febrero 2008 (ZENIT.org-Veritas).- El arzobispo de Chieti-Vasto, monseñor Bruno Forte, destacó la importancia de que la Iglesia esté presente «en el medio de la aldea global», y hable de Dios tanto en las sociedades posmodernas occidentales, como en el mundo de los pobres de los países del sur y entre personas de otras religiones. «La palabra de la fe debe mirar en esta triple dirección para hablar lo más posible el lenguaje del tiempo real», dijo.
Lo hizo este lunes en una lección que pronunció en el acto central de celebración del 40 aniversario de la Facultad de Teología de Cataluña, en el que intervinieron también el nuncio apostólico del Papa en España, el arzobispo Manuel Monteiro de Castro, el arzobispo de Barcelona, cardenal Lluís Martínez Sistach, y el presidente de la Generalitat de Cataluña, José Montilla.
«En el Norte, como en el Sur del mundo, frente a la aldea posmoderna, como frente al reverso de la historia y al desafío de las diferentes religiones, a la teología cristiana se le pide de seguir viviendo la doble y única fidelidad, al tiempo y al Eterno, al presente de los hombres y al mañana de Dios, en la compañía del pueblo elegido por el Señor para ser en medio de los pueblos la Iglesia del amor, la comunidad de la esperanza más fuerte que el dolor y la muerte», dijo.
Sobre el Norte, el teólogo advirtió que «el pensamiento débil de la condición posmoderna no reconoce sentido a nada» y que «el exilio verdadero no comienza cuando se abandona la patria, sino cuando ya no se tiene en el corazón ninguna nostalgia de patria».
«En el clima de decadentismo, todo conspira para llevar a los hombres a no pensar más, a huir del esfuerzo y la pasión de lo verdadero, para abandonarse a lo que se puede disfrutar inmediatamente -añadió-. Éste es el rostro trágico de la crisis de conciencia europea a finales del «siglo breve»: estamos enfermos de ausencia, demasiado a menudo faltos de esperanza porque nos falta la verdad, nos hemos hecho incapaces de amar».
Pero el teólogo también señaló «señales de aurora» como una «especie de búsqueda del sentido perdido», un «redescubrimiento del otro» y también del «Último»: «la necesidad de fundamento, de sentido, de últimos horizontes, de una última patria que no sea la seductora, manipuladora y violencia de la ideología», lo cual provoca un «conflicto entre la verdad y la máscara».
Para el teólogo, la teología cristiana en el Norte del mundo es una «teología de la narración y de la analogía, dirigida a evocar lo inefable en el respeto a su inefabilidad y al mismo tiempo a hacerse cargo de las limitaciones y de las esperanzas producidas por la razón moderna y por las aventuras de la diferencia».
Monseñor Forte explicó que a esta teología «se le pide que inquiete al presente, denunciando sus ídolos, pero también las caídas en la negatividad sin esperanza; se le pide que se mantenga, como debería mantenerse toda la Iglesia, en unión con el Crucificado».
Frente a la nostalgia por el Otro, parece perfilarse la exigencia de una teología que narre, que hable de Dios contando el amor que nos ha manifestado en Jesucristo y que piense ese amor más grande con la discreción de la analogía; se trata de una teología fuertemente anti-ideológica», añadió.
En cuanto a la teología «desde el reverso de la historia», que tiene como interlocutor «la enorme situación de miseria en que vive la mayor parte de la humanidad», monseñor Forte aludió a «una búsqueda y un deseo de Dios, que no llevan fuera de la historia, sino a la brecha, no a la soledad de un intimismo egoísta, sino a la compañía de los pobres y de los crucificados de este mundo».
Esta «teología en la praxis liberadora» permite, según el teólogo italiano, que surja una «nueva conciencia de la fe» y una «concienciación del pobre», que constata la injusticia del sistema y «proyecta pasos concretos y posibles de liberación», siempre «junto con los demás, al lado de ellos y por ellos».
Finalmente, el arzobispo destacó el «necesario y urgente» diálogo del cristianismo con las otras experiencias religiosas de la humanidad, que suele realizarse en la actualidad «bajo la bandera del inclusivismo: manteniendo firme la necesidad de Cristo y de su mediación, se toma seriamente la posibilidad universal de la salvación».
El miembro de la Comisión Teológica Internacional señaló algunas de las diversas tendencias que surgen de esta concepción: «Para algunos, el cristianismo constituye el cumplimiento del valor de las otras religiones, que más que mediaciones salvíficas son señales de espera; para otros, hay que reconocer una cierta sacramentalidad de las otras religiones; para otros, finalmente, es determinante la distinción entre historia general e historia especial de la salvación, en virtud de la cual las religiones tienen el valor de una mediación de trascendencia, que sin embargo es realizada en plenitud solamente en el cristianismo».
El teólogo afirmó que «la reflexión teológica sobre las religiones se presenta como un campo de investigación siempre abierto y no poco problemático» y opinó que «las religiones no cristianas contienen elementos auténticos de la autocomunicación divina, el discernimiento de los cuales, sin embargo, es posible para los discípulos de Cristo sólo a la luz del criterio que es la revelación realizada en Él».
Por su parte, Montilla aprovechó el aniversario de la Facultad para «rememorar la aportación valiosa que el pensamiento cristiano ha hecho, durante siglos, a la cultura de nuestro país». «La cultura cristiana ha estado presente en la sociedad catalana y reconocer estas raíces, lejos de hacernos prisioneros de nada, nos permite mirar al futuro con esperanza», dijo.
El cardenal Martínez Sistach cerró el acto destacando que «la articulación del magisterio y de la reflexión teológica se convierte en esencial en un tiempo en que las ideas corren de un lugar a otro a gran velocidad, y hace falta un discernimiento ponderado para ir resituando y renovando el discurso creyente y evangelizador».