ROMA, domingo, 24 febrero 2008 (ZENIT.org).- Las observaciones realizadas sobre la introducción de la sharia --una forma estricta de la ley islámica-- por el líder anglicano de Inglaterra, el arzobispo Rowan Williams, han disparado una tormenta de críticas. Sus comentarios, hechos en forma de discurso y entrevista separada con la BBC, han causado una reacción hostil, que ha hecho que sean clarificados en una declaración, y en otro discurso.
En la entrevista el arzobispo de Canterbury declaraba que la introducción de algunos elementos de la sharia en el Reino Unido parecía «inevitable», informaba el 7 de febrero la BBC. Llegó incluso a ir tan lejos como para afirmar que la aceptación de algunos elementos de la sharia podría ayudar a la cohesión en el país, y a sugerir también que las cuestiones maritales pudieran tratarse en tribunales islámicos.
El discurso, pronunciado también el 7 de febrero, se titulaba «Ley Civil y Religiosa en Inglaterra: una Perspectiva Religiosa», el primero de una serie sobre el Islam y el derecho inglés en el Tribunales Reales de Justicia. En su alocución, el arzobispo Williams cuestionó la presunción de que todos los ciudadanos deberían estar «bajo el imperio del derecho uniforme de un estado soberano».
La reacción inmediata fue extremadamente negativa, a menudo pasando por alto muchas de las aportaciones del largo discurso del líder anglicano. Algunos comentaristas tacharon al arzobispo de «traidor», mientras que otros cuestionaron su inteligencia, su prudencia, o ambas.
Los editoriales de los principales diarios también se mostraron contrarios. El 8 de febrero, el Times calificaba las afirmaciones del arzobispo de «asombrosas» y «un acto de rendición». El Telegraph no fue tan hostil, pero aún así comentó que Williams debería guardar silencio en este tema. El editorial del Guardian también estuvo en desacuerdo con la postura de Williams. El editorial del Financial Times describía el 9 de febrero al arzobispo de Canterbury de estar «gravemente confundido».
Iglesia-Estado
Una lectura de los verdaderos textos y de la entrevista revela una argumentación mucho más elaborada de lo que los reportajes iniciales de los medios habían recogido. Williams reconoce, de hecho, los abusos cometidos en algunos países debido a la aplicación extrema de la sharia, y deja claro que no está hablando de introducir tales medidas como la amputación de los labios o los matrimonios forzados.
También aclaró su sugerencia del uso de la sharia diciendo que sería una opción, no algo obligatorio. «Creo que sería absolutamente erróneo decir que podemos aprobar un sistema de leyes para una cierta comunidad que no dé a la gente el derecho de apelar, sin poder ejercitar los derechos que se les garantizan como ciudadanos en general», declaraba en la entrevista a la BBC.
En su discurso, el arzobispo de Canterbury pidió que se reflexionase sobre cómo tratamos los conflictos entre la ley civil y las culturas y creencias religiosas divergentes. Mencionaba, por ejemplo, la cuestión de la objeción de conciencia a la hora de realizar abortos, o el asunto de las agencias de adopción católicas que son obligadas a entregar niños a parejas homosexuales.
Algunos comentaristas han resaltado también la dificultad de comprender lo que Williams quería decir exactamente en su discurso, debido a su densidad y a sus circunloquios. De hecho, más que un argumento estructurado se trataba más de una serie de ideas dirigidas a provocar el debate. Dicho método, sin embargo, cae fácilmente en la cita selectiva y no es fácil reducirlo a los cortes de 30 segundos de los medios.
El 8 de febrero, la página web del arzobispo de Canterbury se vio obligada a publicar una declaración titulada: ¿Qué dijo exactamente el Arzobispo? La declaración advertía que Williams «buscaba cuidadosamente explorar los límites de un sistema legal unitario y laico presente en una sociedad cada vez más plural -- incluyendo la pluralidad religiosa».
Razonable
«Al hacer esto, el arzobispo no estaba sugiriendo la introducción de jurisdicciones legales paralelas, sino la exploración de camino en los que se pueda lograr un acomodo razonable dentro de la aceptación existente de la conciencia religiosa», continuaba la declaración.
Williams mismo volvió sobre el tema en un discurso dado el 11 de febrero al sínodo general de la Iglesia de Inglaterra. Tras pedir disculpas por cierta «falta de claridad» en su anteriores afirmaciones, el arzobispo afirmaba que no estaba a favor de jurisdicciones paralelas ni de negar los derechos humanos básicos.
La cuestión, indicaba, es «si ciertas opciones adicionales para resolver disputas y regular transacciones pueden tener lugar bajo la ley del Reino Unido». El líder anglicano también añadía que, antes de la introducción de cualquier posibilidad parecida, se necesitaría una cuidadosa labor y debate.
«Quería simplemente ofrecer un marco más amplio de pensamiento sobre esta controversia», declaraba el arzobispo al concluir sus afirmaciones sobre el tema.
No obstante, el editorial del periódico Telegraph del 12 de febrero no se suavizó. Expresaba su preocupación de que la cabeza de una institución nacional pidiera que se cuestionase el principio fundamental de la justicia: un único sistema legal aplicado igualmente a todos. El editorial también cuestionaba la debilidad de la cultura británica en un momento en que está bajo la amenaza de un Islam agresivo.
El editorial del Guardian del mismo día también criticaba mordazmente al arzobispo, diciendo que debería hablar «de forma más clara y mejor en el futuro».
Obedecer la ley
No sólo los medios se mostraron críticos con el arzobispo Williams. El 10 de febrero el Sunday Telegraph publicaba los comentarios del predecesor de Williams, Lord Carey, y del cardenal Cormac Murphy-O'Connor.
«No creo en una sociedad multicultural», resaltaba el arzobispo de Westminster. «Cuando la gente llega a este país tienen que obedecer las leyes de la tierra», insistía el líder católico.
Lord Carey, arzobispo de Canterbury de 1991 al 2002, expresaba su preocupación de que sistemas separados pudieran llevar a la creación de guetos musulmanes. También observaba que muchos musulmanes prefieren, de hecho, «abrazar Occidente y adaptar su fe a las costumbres de Gran Bretaña».
La BBC entrevistaba el 8 de febrero al arzobispo anglicano Ben Kwashi de Jos, al norte de Nigeria. «Nuestra gente de aquí está conmocionada de que un arzobispo anglicano pida la ley de la sharia», exclamaba.
La situación de la iglesia en los estados del norte de Nigeria, donde está en vigor la Charia, es «diciendo poco, insoportable», declaraba Kwashi.
Algunos redactores de opinión también identificaban las deficiencias de los argumentos presentados por Williams. David Rivkin y Lee Casey advertían en un artículo publicado el 12 de febrero en el Wall Street Journal, que «hay una diferencia crítica entre permitir alguna flexibilidad para las prácticas religiosas dentro de una sociedad más amplia y respaldar sistemas legales separados, y potencialmente inconsistentes, para diferentes partes de la población».
Muchos comentaristas también llamaron la atención sobre el trato de inferioridad dado a las mujeres por las leyes islámicas y sobre los problemas que ya se sufren en Inglaterra. Y advertían que los tribunales de la sharia aria sólo empeorarían esta situación.
Influencia extremista
En los últimos tiempos, de hecho, han estado muy presentes las tensiones entre algunos aspectos del Islam y la sociedad inglesa. El 6 de enero, el obispo anglicano de Rochester, Michael Nazir-Ali, publicaba un artículo en el Sunday Telegraph advirtiendo de que los extremist as islámicos han creado áreas «prohibidas» en Gran Bretaña donde es muy peligroso entrar para los no musulmanes.
«Se han hecho intentos de imponer un carácter ‘islámico' a ciertas áreas, por ejemplo, insistiendo en la amplificación artificial de la Adhan, la llamada a la oración», observaba.
Y un artículo publicado el 7 de septiembre en el periódico Times informaba de que casi la mitad de las mezquitas de Gran Bretaña están controladas por la secta islámica de línea dura llamada Deobandi. El predicador líder de la secta, Riyadh ul Haq, apoya, según el Times, la yihad armada y predica el desprecio por los judíos, los cristianos y los hindúes.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado