Occidente debe redescubrir a sus ancianos, «solos» y «aparcados»

Alerta el sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, monseñor Filoni

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 4 abril 2008 (ZENIT.org).- La «cultura de la eficiencia» que rige en las sociedades occidentales aparca a los ancianos, considerándoles un «problema», cuando en realidad son un «recurso» imprescindible para toda la comunidad, advierte el sustituto de la Secretaría de Estado de la Santa Sede para Asuntos Generales.

Con su intervención, el arzobispo Fernando Filoni abrió el jueves, en el Vaticano, la XVIII Asamblea Plenaria que el Pontificio Consejo para la Familia dedica a «Los abuelos: su testimonio y presencia en la familia».

Un tema de extrema actualidad -apuntó el prelado, centrándose en «El papel de los ancianos en la Iglesia y en la sociedad»–, porque la vida humana tiende a prolongarse, mientras que la sociedad, persiguiendo «el éxito y el beneficio», margina a los mayores considerándoles «una carga».

Actualmente, sobre todo en las grades ciudades, «donde los ritmos diarios son acelerados, frecuentemente es la cultura de la eficiencia la que domina, por lo que los ancianos al final se encuentran solos», «aparcados en la familia» o incluso en situación de «completo abandono», lamentó.

Con un llamamiento a las sociedades occidentales, monseñor Filoni advirtió de que «aquello que aparentemente parece un «problema» -precisamente la situación de no pocos ancianos- hay que transformarlo en cambio en «recurso positivo» para toda la sociedad».

Y es que los ancianos son «custodios de una «memoria colectiva»» que puede ayudar a contemplar con esperanza el presente y el futuro; son «intérpretes privilegiados de ideales y de valores comunes que rigen la convivencia civil»; son «capaces de comprender la complejidad de la vida desde los acontecimientos que han tenido afrontar» y enseñan a «evitar los errores del pasado», sintetizó el «ministro de Exteriores» del Vaticano.

Para esta etapa «hay que prepararse» –señaló–, pues «al anciano miran con admiración y confianza los jóvenes cuando en él reconocen un modelo a imitar y una persona prudente a la que consultar las cuestiones importantes de la vida»

Ello implica necesariamente promover una «educación en el respeto del anciano y una valoración de sus potencialidades», recordó.

«La vejez es un tiempo favorable -subrayó el prelado italiano– en el que las personas enriquecidas y maduras por la experiencia vivida pueden dar una contribución específica a la vida y a la misión de la Iglesia y de la sociedad».

Por ello hay que procurar a los ancianos «el debido respeto y la necesaria confianza que les permita expresarse –recalcó–, sintiéndose acogidos y amados».

Por Marta Lago

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ZENIT Staff

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