CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 12 mayo 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI pidió este lunes el apoyo del Gobierno de Israel para detener el éxodo de cristianos de Tierra Santa.
Fue la petición que presentó al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Israel ante la Santa Sede, Mordechay Lewy, diplomático de carrera, que ha sido de 2004 a 2008 consejero del alcalde de Jerusalén para las comunidades religiosas.
En el discurso que el Papa le entregó manifestó su «preocupación por la alarmante disminución de la población cristiana en Oriente Medio, incluyendo Israel, a causa de la emigración».
«Desde luego, los cristianos no son los únicos que sufren los efectos de la inseguridad y de la violencia como resultado de los diferentes conflictos en la región, pero en muchos aspectos son particularmente vulnerables en estos momentos», reconoció.
El Papa manifestó su confianza en que «como consecuencia de la creciente amistad entre Israel y la Santa Sede, se encuentren formas para tranquilizar a la comunidad cristiana de manera que recobre esperanza en un futuro seguro y pacífico en sus hogares ancestrales, sin sentir la presión de tener que emigrar a otros lugares del mundo para edificar nuevas vidas».
Los cristianos en Tierra Santa, recordó, « han disfrutado desde hace mucho tiempo de buenas relaciones tanto con los musulmanes como con los judíos».
«Su presencia en su país y el libre ejercicio de la misión y la vida de la Iglesia en él, representan un potencial para contribuir significativamente a cicatrizar la separación entre ambas comunidades», siguió aclarando.
Por eso invitó al gobierno israelí «a seguir explorando caminos para aprovechar la buena voluntad de los cristianos, ya sea a favor de los descendientes naturales del pueblo que escuchó en primer lugar la Palabra de Dios ya sea a favor de nuestros hermanos y hermanas musulmanes, que desde hace siglos viven y practican el propio culto en la tierra que las tres tradiciones religiosas definen como «santa»».
Ahora bien, buena parte del problema, constató, se debe «a la tensión continua entre las comunidades judía y palestina», motivo por el cual pidió hacer todo esfuerzo para lograr finalmente la paz.
El obispo de Roma también se hizo portavoz de «las dificultades causadas por las continuas incertidumbres sobre sus derechos [de los cristianos] y status legal, en particular, a propósito de a cuestión de las visas del personal eclesiástico».
«Estoy seguro de que hará todo lo que pueda para facilitar la resolución del resto de los problemas de una manera aceptable para todas las partes en causa. Sólo cuando se superen estas dificultades la Iglesia podrá desarrollar libremente sus obras religiosas, morales, educativas y caritativas en la tierra en la que nació», concluyó.