CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 20 de agosto de 2008 (ZENIT.org).- Un año después de la publicación de la carta de Benedicto XVI a los católicos chinos, y en plenos Juegos Olímpicos de Pekín, el diario vaticano, L’Osservatore Romano, ha publicado la reflexión de dos teólogos sobre el impacto de este documento en la búsqueda de la reconciliación.
Se trata del sacerdote dominico Wojciech Giertych, teólogo de la Casa Pontificia (comúnmente conocido como el «teólogo del Papa»), y del sacerdote salesiano Savio Hon Tai-Fai, miembro de la Comisión Teológica Internacional.
Ambos insisten en la gran importancia de la carta para mostrar vías posibles y concretas de ayudar a que esta reconciliación entre la Iglesia nacional y la clandestina se produzca, aunque el proceso no será breve, coinciden.
Para el padre Giertych, de origen polaco, uno de los puntos fundamentales de la carta es la consideración sobre la moralidad de los actos humanos cuando no existe libertad de acción.
Este aspecto se aplica en particular a los que han adherido a la Asociación Patriótica Católica China, organismo dependiente del Partido Comunista, que busca controlar las actividades de los católicos.
«En su mensaje a la Iglesia en China, el Santo Padre ha intentado dirigirse tanto a quienes han resistido a las persecuciones de manera heroica y han continuado una existencia clandestina, excluyendo absolutamente todo contacto con las autoridades civiles chinas, como a aquellos que, a pesar de haber hecho demasiados compromisos, han intentado sacar provecho del poco espacio, dosificado con cuidado, que ofrecían las autoridades políticas».
Para Giertych, «es difícil valorar desde fuera la delgada línea que existe entre el retiro cobarde de una posición profética y la prudencia frente a la opresión para mantener lo que pueda salvarse».
«El Santo Padre ha invitado a ambos grupos, sin condenar a ninguno, a superar su falta de confianza mutua y a construir la unidad del Cuerpo de Cristo sobre la base del perdón y la reconciliación y la unidad con la Iglesia universal», añade.
Al realizar esta llamada, el Papa «ha evitado cuidadosamente lanzar acusaciones fáciles, y se ha abstenido de dar un juicio moral de condena, insistiendo en el hecho de que en las valoraciones morales hace falta tener presentes las verdaderas intenciones de una persona que toma difíciles decisiones prudenciales».
Tras una larga reflexión sobre la importancia de la persona sujeto del acto moral y de su capacidad de discernir en determinadas circunstancias, apoyándose en santo Tomás de Aquino y en la encíclica Veritatis Splendor de Juan Pablo II, el teólogo de la Casa Pontificia insiste en que este enfoque «personalista» es fundamental a la hora de juzgar decisiones tomadas bajo un régimen totalitario.
«El principio fundamental, según el cual, en todos los actos morales, además de la luz objetiva que procede de la ley moral, tiene un significado decisivo tanto la consideración personal realizada por la razón del agente como la intención interior del agente, será útil –esperamos– a la hora de leer la historia reciente y de superar el clima de sospecha y de desconfianza que con frecuencia produce la vida bajo regímenes totalitarios».
«La valoración de cuestiones espinosas, tomadas en el contexto de la opresión externa, reclaman sobre todo respeto, simpatía y un sentimiento de compasión hacia aquellos que fueron forzados a actuar frente a dilemas imposibles. Sólo en un clima de respeto y comprensión podrán ser curadas las heridas provocadas por la persecución, el miedo y la sospecha».
En este sentido, añade, la carta de Benedicto XVI expresa «palabras de cautela para que no se cometan injusticias graves por parte de aquellos que, viviendo en un contexto social diferente, aplican criterios simplistas en sus fáciles condenas».
Para ello, concluye Giertych, «es necesario, como dijo el Papa Juan Pablo II en su discurso a los sacerdotes en la catedral de Varsovia (mayo de 2006), practicar con sinceridad la penitencia por las infidelidades pasadas, evitando juzgar con arrogancia a las generaciones precedentes, que vivieron en otro tiempo y en otras circunstancias».
Por su parte, el salesiano Savio Hon Tai-Fai, en su reflexión, afirma que el Papa «es consciente de que la reconciliación no puede realizarse de un día para otro. Hacen falta paciencia y oraciones».
«El Santo Padre suscita la esperanza, y quiere llegar a los corazones de las personas para que el cambio pueda tener lugar. Por graves que puedan ser las limitaciones de la libertad, la gente tiene que elegir. De hecho, la fidelidad de los católicos en China ‘a costa de grandes sufrimientos’ es muy encomiada en la Carta», explica.
La carta, afirma el teólogo, «afirma claramente que la división de la Iglesia esta causada desde fuera por determinados organismos».
El Papa recuerda que los principios de independencia y de autonomía (que forman parte de la Asociación Patriótica Católica China) «son incompatibles con la doctrina católica».
Savio Hon Tai-Fai constata por sus conversaciones con católicos chinos que la carta «ha sido escrita con claridad y con caridad. Caridad con la que el Papa solicita la reconciliación y el perdón, y claridad con la que afirma que la Iglesia en China debe construirse sobre la roca de Pedro a través de la comunión de los obispos con el Papa».
La carta «ha tocado el punto crucial del problema –la causa original de la ruptura de la unidad–«, añade. «En los años recientes, la Iglesia ha gozado de mayor libertad religiosa que en el pasado, pero todavía existen grandes limitaciones, que son dañinas para la Iglesia y de ningún provecho para el Estado».
Según los testimonios a los que alude, «a los católicos en China se les ha dicho que hay que ignorar la carta, que ha sido eliminada de los sitios web. A los sacerdotes y asistentes se les ha recomendado que no hablen de ella. Todo este esfuerzo, como irónicamente ha hecho notar un sacerdote, era precisamente lo que hacía falta para estimular el apetito de la gente para buscarla».
Puede leerse la carta en la página web de la Santa Sede: www.vatican.va