Diez años después: una dosis de realidad sobre las células madre

Por Richard M. Doerfingler

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WASHINGTON, sábado, 23 agosto 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito Richard M. Doerflinger, director asociado del Secretariado de Actividades Pro-Vida de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, en el contexto del debate social provocado por la campaña presidencial estadounidense.

Doerflinger ha cursado estudios de doctorado en la Universidad de Chicago y The Catholic University of America. Es miembro asociado en bioética y política pública del Centro Católico Nacional de Bioética. Frecuentemente, escribe y da conferencias sobre eutanasia, suicidio asistido, experimentación con embriones y tecnologías reproductivas.

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En 1998, el doctor James Thomson de la Universidad de Wisconsin aisló por vez primera las células madre, o estaminales, en embriones humanos (conocidas como ESCs por sus siglas en inglés). Estas células tempranas y sin especializar fueron saludadas como un camino para crear todo tipo de células humanas a voluntad, como una especie de Santo Grial para la curación de enfermedades. Los dilemas morales que se derivan de matar embriones humanos para obtener las células fueron barridos por esta ola de entusiasmo. En pocos años, se decía, avances médicos que salvarían vidas demostrarían que tales objeciones debían ser ignoradas.

Una década más tarde, es tiempo para un examen de la realidad. Las ESCs se han usado en algunos experimentos interesantes pero están lejos de producir curaciones. Esto no se debe a la limitación de fondos federales, pues es igualmente cierto en países que no tienen dichos límites y en los estados que están invirtiendo sus propios fondos públicos en la investigación. En realidad, las ESCs son impredecibles, difíciles de controlar y propensas a causar tumores en los animales. Los expertos admiten ahora que los tratamientos que usen estas células en humanos podrían tardar décadas en estar listos, si es que algún día lo están.

El documento de los obispos estadounidenses Formando la conciencia para ser ciudadanos fieles urge a los católicos a informarse sobre temas morales importantes en la vida pública, incluyendo éste de la destrucción de embriones para la investigación de las células madre.

Es un hecho que están surgiendo algunos tratamientos de la investigación de células madre. Pero estos tratamientos usan células estaminales (en un tiempo consideradas como menos versátiles) que se encuentran en tejidos adultos y en la sangre del cordón umbilical proveniente de nacimientos vivos. En terapias experimentales realizadas en humanos estas células han reparado daños en el corazón, restaurado la vista, y ayudado a revertir el curso de enfermedades inmunológicas como la esclerosis múltiple, la diabetes juvenil y así como algunos tipos de cáncer. Una búsqueda sobre «stem cell» («célula madre») en el sitio Web del gobierno federal www.clinicaltrials.gov muestra más de 2.000 pruebas clínicas que usan estas células, y la mitad de ellas todavía están reclutando pacientes.

El pasado mes de noviembre un gran avance transformó el debate sobre las células madre. Un grupo de científicos en Japón y Wisconsin-estos últimos capitaneados por el mismo James Thomson que aisló por primera vez las ESCs-aprendió cómo «reprogramar» células adultas ordinarias para transformarlas en células con las propiedades de las ESCs, pero sin necesidad de producir o destruir un embrión humano. Estas «células madre inducidas pluripotenciales» («induced pluripotent stem cells» o «iPS cells») ya se han usado para revertir enfermedades en animales. El doctor Thomson dice que este es «el principio del fin» del debate ético, pues cada vez menos laboratorios verán la necesidad de matar embriones humanos para obtener células estaminales.

Los estadounidenses somos pragmáticos. Se nos hace difícil centrarnos en un principio ético cuando posibles beneficios médicos se sitúan en el otro lado de la balanza. Pero puede que el ruido sobre los beneficios de las ESCs se silencie ahora lo suficiente para dejarnos escuchar de nuevo el mensaje ético.

Aunque se encuentre en una etapa muy temprana del desarrollo, el embrión humano es uno de nosotros- un individuo de la especie humana con el potencial innato de convertirse en un ser humano maduro si recibe alimento y protección. Aquí, como en toda investigación humana, nunca debemos hacer daño o matar a un inocente, a un ser humano que no puede dar su consentimiento, solamente para lograr el supuesto beneficio de otros. Cruzar ese límite moral sólo abre la puerta a más abusos éticos.

Esta verdad ha sido probada. El problema del rechazo de tejidos humanos ha llevado a los investigadores a apoyar la clonación de embriones humanos para obtener células genéticamente idénticas a las de sus pacientes. Esto significa la producción masiva de vidas humanas en el laboratorio sólo para destruirlas. Los investigadores han contratado a mujeres para que tomen medicamentos de fertilidad que produzcan muchos óvulos al mismo tiempo con el fin de clonarlos, poniendo en riesgo la salud de la mujer. Algunos proponen el uso de óvulos de animales, en su lugar, para producir extraños embriones híbridos de humanos y animales para la investigación de células madre. Algunos han propuesto que, para evitar la tendencia de las ESCs a formar tumores, se gesten los embriones clonados en el vientre de las mujeres hasta que lleguen a una etapa donde se pueda obtener de ellos un mayor número de células útiles. Se trata de la grotesca práctica de «criar fetos» que el Congreso ha prohibido.

La mayoría de los estadounidenses aborrece la idea de clonar embriones humanos para la investigación, así como para estos otros abusos. Las encuestas muestran que, en general, son ambivalentes en la cuestión de las ESCs. En un sondeo publicado por The New Atlantis en la primavera de 2008, el 69 por ciento de los encuestados dijeron que apoyaban «la investigación de células madre». Sin embargo, un 51 por ciento estuvo de acuerdo en que no es ético destruir embriones humanos para tal investigación, a pesar de la esperanza de que se pudieran curar enfermedades. Cuando se les informó de la nueva alternativa de las células iPS, el 61 por ciento dijo que los fondos públicos deberían dedicarse a esa alternativa y no a la investigación que destruye embriones humanos.

Los estadounidenses desean ser justos y humanos. No buscan la forma menos ética de alcanzar el progreso médico. Por el contrario, quieren que la ciencia y la ética vayan de la mano. No es demasiado pedir lo mismo de nuestros investigadores científicos y nuestros políticos.

United States Conference of Catholic Bishops

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ZENIT Staff

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