BUENOS AIRES, martes, 26 agosto 2008 (ZENIT.org-Aica).- El presidente de Cáritas Argentina, monseñor Fernando Bargalló, obispo de Merlo-Moreno, exhortó a reflexionar sobre el valor de la solidaridad, cuyo día nacional se conmemoro este martes en coincidencia con el nacimiento de la beata Madre Teresa de Calcuta, un ejemplo de amor al servicio de los más necesitados y sufrientes.
El prelado recordó que «la solidaridad y la justicia social van de la mano, y son factores claves para avanzar como país por el camino hacia la paz», e insistió en que «esa paz que anhelamos y que será fruto maduro del entramado de la justicia y la solidaridad, pero que dependerá, para alcanzar dicha madurez, del esfuerzo que cada uno de nosotros realice para modificar en sí y junto a los demás las causas profundas que generan la pobreza y la exclusión y sus dolorosas consecuencias».
Tras afirmar que Cáritas puede «dar fe» de que «en nuestro país la solidaridad es un valor enraizado en el pueblo», Bargalló consideró, sin embargo, que «hemos de reconocer con dolor, que las graves dificultades que amenazan la vida de tantos hermanos y hermanas en su acceso a la salud, a la vivienda, a la educación, al empleo, denuncian la inequidad que aún persiste en nuestra sociedad».
En este día «tan especial» y ante «el dolor de los hermanos que sufren», reiteró su convocatoria a reflexionar «como pueblo fraterno y generoso que somos, acerca de la necesidad de seguir creciendo cada día en nuestro compromiso solidario hacia quienes todavía siguen sin poder construir un presente con dignidad ni soñar con un futuro mejor».
«Si tomamos conciencia de que somos parte integrante de una gran familia, nuestra sociedad, y erradicamos el individualismo, que pretende convencernos de que podemos desentendernos de los demás, seremos capaces de fortalecer nuestros vínculos, de crecer en el respeto por nuestros derechos y en el cumplimiento de nuestros deberes», subrayó en un mensaje por el Día Nacional de la Solidaridad.
Monseñor Bargalló insistió en que «este camino nos permitirá descubrir que una solidaridad, vivida y sostenida más allá de la emoción pasajera ante el drama ajeno, es capaz de transformar progresivamente las estructuras sociales más injustas y desiguales».
«Sin desmerecer los pasos ya dados en el país, sólo cuando la posibilidad de vivir dignamente sea una realidad accesible a todos y a todas, podremos festejar verdaderamente que somos una patria fraterna y solidaria», concluyó.