CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 31 agosto 2008 (ZENIT.org).- En un mundo caracterizado por la violencia y el odio, la respuesta del cristiano es «la fuerza desarmada del amor», asegura Benedicto XVI.
En esto consiste en nuestros días la cruz , aseguró al dirigirse a los miles de peregrinos que participaron este domingo a mediodía en el rezo de la oración mariana del Ángelus.
El Papa comentó junto a los miles de peregrinos congregados en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo el pasaje evangélico de la liturgia de ese día, en el que el apóstol Pedro se opone al anuncio de Jesús de su pasión y muerte.
«Es evidente que el Maestro y el discípulo siguen dos maneras opuestas de pensar. Pedro, según una lógica humana, está convencido de que Dios no permitiría nunca a su Hijo terminar su misión muriendo en la cruz», constató.
Jesús, por el contrario, «sabe que el Padre, a causa de su inmenso amor por los hombres, le ha enviado para dar la vida por ellos y que, si esto implica la pasión y la cruz, es justo que suceda así. Por otra parte, él sabe también que la última palabra será la resurrección».
«Si para salvarnos el Hijo de Dios tuvo que sufrir y morir crucificado, no es ni mucho menos un designio cruel del Padre celestial. La causa es la gravedad de la enfermedad de la que tenía que curarnos: un mal tan serio y mortal que exige toda su sangre», aclaró.
De hecho, indicó el pontífice, «con su muerte y resurrección, Jesús ha derrotado al pecado y a la muerte, restableciendo el señorío de Dios».
«Pero la lucha no ha terminado –advirtió–: el mal existe y resiste en toda generación, también en nuestros días. ¿Acaso los horrores de la guerra, la violencia contra los inocentes, la miseria y la injusticia que se abaten contra los débiles, no son la oposición del mal al reino de Dios? Y, ¿cómo responder a tanta malicia si no es con la fuerza desarmada del amor que vence al odio, de la vida que no tiene miedo de la muerte?».
«Es la misma fuerza misteriosa que utilizó Jesús, a costa de ser incomprendido y abandonado de muchos de los suyos», respondió el obispo de Roma.
«Para llevar a pleno cumplimiento la obra de salvación, el Redentor sigue asociando a sí y a su misión a hombres y mujeres dispuestos a tomar la cruz y a seguirle», aseguró.
Como le sucedió a Cristo, «también para los cristianos cargar con la cruz no es algo opcional, sino una misión que hay que abrazar por amor».
«En nuestro mundo actual, en el que parecen dominar las fuerzas que dividen y destruyen, Cristo no deja de proponer a todos su invitación clara: quien quiere ser mi discípulo, reniegue de su egoísmo y lleve conmigo la cruz».
El Papa concluyó invitando a los cristianos a seguir «con decisión al Señor para experimentar ya desde ahora, a pesar de la prueba, la gloria de la resurrección».