ROMA, domingo 21 de septiembre de 2008 (ZENIT.org).- La aspiración de llegar juntos hasta el altar para casarse sigue siendo un sueño de hombres y mujeres, aunque el creciente número de parejas en cohabitación parezca probar lo contrario.
Las evidencias de apoyo a este compromiso las recogía recientemente un libro publicado por el Instituto para el Estudio de la Sociedad Civil de Londres. «Second Thoughts on the Family» (Dudas sobre la Familia), de Anastasia de Waal, recoge información de una especial encuesta de opinión, además de entrevistas a 27 «creadores de opinión».
La encuesta del instituto reveló que cerca del 70% de los jóvenes querrían casarse. Esto contradice la postura adoptada por los dos principales partidos políticos, los laboristas y los conservadores, apunta el libro.
Los partidos diseñan sus políticas con la premisa de que la gente que no vive en familias casadas lo hace simplemente porque así lo ha escogido. Esta opción, continúa de Waal, es interpretada por algunos como un signo positivo de diversidad, por otros como un declive en los valores familiares.
Ambas interpretaciones, continúa el libro, se equivocan. De hecho, hay una clara relación entre pobreza y estructura familiar, con altos niveles de matrimonios en las clases medias y altas.
Las evidencias descubiertas por las investigaciones del instituto muestran que la verdadera línea divisoria sobre la familia hoy es de clase económica, debido a las tensiones que dan como resultado niveles más altos de cohabitación y divorcio en las familias con ingresos más bajos.
Así, mientras personas con altos niveles socio económicos popularizan justificaciones intelectuales para la fragmentación familiar, la práctica a gran escala de la cohabitación y de la maternidad en soltería está mucho más extendida en los niveles de bajos ingresos.
Mientras tanto, las tendencias intelectuales en las clases sociales altas y medias ya no consideran la familia con ambos padres como incompatible con el feminismo o la igualdad. Muchas personas que se declaran feministas están casadas, apuntaba de Waal, y tienen sus hijos.
Desgraciadamente, continuaba, apoyar el matrimonio, aunque privadamente se aspire a él, es visto todavía como anticuado.
Línea divisoria
En el resumen de los resultados presentado en el libro, de Waal cita datos del Millennium Cohort Study, una encuesta que examinaba la situación de familias que comenzaron su vida familiar alrededor del año 2000. El estudio encontró que:
– Entre quienes estaban solteros en el momento de nacer su hijo, el 28% no tenían ninguna calificación de estudios. El nivel de quienes vivían en cohabitación era del 13%, mientras que, en el grupo de los que estaban casados, sólo el 8% no tenía calificación educativa alguna.
– En contraste, el 43% de las madres que estaban casadas en el momento del nacimiento de su hijo tenían un nivel de estudios muy alto. Entre aquellas que cohabitaban esto caía hasta un 24% y entre las solteras sólo era del 10%.
– En el momento del nacimiento el 68% de los padres casados vivían en zonas económicamente aventajadas, mientras que así ocurría para el 56% de las parejas que cohabitaban y sólo el 35% para los progenitores solteros.
Frente a este tipo de información, de Waal mantiene que todos los partidos del espectro político deberían preocuparse de las estructuras familiares y el matrimonio. La combinación de un menor índice de matrimonios en las zonas con menores ingresos, mayores índices de divorcios y más familias con un solo progenitor entre quienes tienen bajos ingresos están muy conectados con la pobreza estructural.
Causas
La relación entre estructura familiar y economía es también un factor clave en la pobreza infantil, que es más común en las familias con un solo progenitor. El gobierno del Partido Laborista ha tomado iniciativas para aliviar la pobreza infantil, admite de Waal, pero es necesario, sostiene, que se centre también en atajar las causas de separación en lugar de sólo tratar con los efectos.
Así, una política familiar más eficaz apoyaría la estabilidad a través del trabajo, el cuidado de los hijos y el ayudar a los padres a afrontar sus responsabilidades. Trabajar con este objetivo no significa forzar a las familias disfuncionales a permanecer juntas, explica de Waal, sino más bien apoyar a las familias que trabajan.
El estudio del instituto propone algunas medidas políticas que podrían ser de ayuda para las familias.
– Remediar la debilidad del sistema educativo que ha llevado a un alto índice de inactividad educativa y económica a los jóvenes del Reino Unido.
– Introducir un sistema de rentas y un sistema impositivo que tenga en cuenta el estatus de dependencia de los hijos así como la situación de las parejas que no trabajen o tengan menos ingresos.
– Hacer más simple y universal el sistema de asistencia a la infancia.
– Introducir mecanismos de mediación entre los padres divorciados como un elemento central de trabajo a través de acuerdos prácticos y económicos. Esto no sólo mejoraría el cuidado de los hijos tras la separación sino también abriría la puerta a una potencial reconciliación.
División de clases
Las divisiones económicas y de educación que están detrás de las estructuras familiares han sido el tema también de un artículo de opinión de Miranda Devine, publicado en el Sydney Morning Herald el 10 de abril.
En Australia, en 1996, una mujer con estudios universitarios entre los 30 y los 34 años era más probable que estuviera casada que una mujer menos educada. En el 2006, esto era todavía más probable.
Comentando los resultados publicados en el estudio «Partnerships At The 2006 Census», de Genevieve Heard, investigadora del Centro Monasch for Population and Urban Research, Devine afirmaba: «Aunque se consideró hace tiempo que el no estar formalmente casadas era una consecuencia lógica de la independencia económica de las mujeres con más estudios, para los niños de las clases bajas ha sido un desastre».
La investigación de Heard mostraba que, en el 2006 entre las mujeres de 30 a 34 años, el 61% de aquellas que tenían títulos académicos estaban casadas, en comparación con el 53% de las que sólo habían llegado hasta el instituto.
Civilización
A principios de año, ISI Books volvía a publicar «Family and Civilization», un clásico de 1947 del sociólogo de Harvard Carle C. Zimmerman. En su prólogo para la nueva edición, Allan C. Carlson, presidente del Howard Center for Family, Religion and Society, comentaba que Zimmerman no era optimista sobre el futuro de la familia en la civilización occidental.
La familia no sólo era vulnerable a los desafíos intelectuales de quienes apoyaban un modelo atomista, sino que, según Zimmerman, también podría decaer debido a cambios en las tendencias religiosas y morales.
Carlson indicaba que Zimmerman había errado al no predecir el baby boom de después de la II Guerra Mundial, pero si predijo una gran crisis familiar a finales del siglo XX.
El mismo libro de Zimmerman traza la historia de la familia en un amplio recorrido de los últimos dos milenios. Uno de los temas centrales de su libro es la estrecha relación entre el estado de la familia y el bienestar de las civilizaciones.
El conflicto sobre la situación de la familia que Zimmerman predijo para finales del siglo XX estribaría en que el estado habría agotado su capacidad para preservar y mandar directamente en el sistema familiar.
Esta crisis, observaba, ha tenido lugar antes, como en las etapas finales de los periodos griego y romano. La familia fue rescatada por el surgimiento del cristianismo, pero actualmente el cristianismo, escribía Zimmerman, no goza de popularidad entre quienes dirigen la civilización actual.
Comunida
d
El documento del Vaticano II «Gaudium et Spes» tenía palabras llamativamente parecidas a las de Zimmerman en algunas partes: «El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar», observaba (No. 47).
Y continuaba: «Sin embargo, la dignidad de esta institución no brilla en todas partes con el mismo esplendor, puesto que está oscurecida por la poligamia, la epidemia del divorcio, el llamado amor libre y otras deformaciones».
La familia es el fundamento de la sociedad, declaraban los padres conciliares. «Por ello todos los que influyen en las comunidades y grupos sociales deben contribuir eficazmente al progreso del matrimonio y de la familia.» (No. 52). Una exhortación digna de recordarse frente a los continuos desafíos a la vida familiar.
Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado