ROMA, lunes, 29 septiembre 2008 (ZENIT.org).- Acaba de celebrarse el congreso mundial de cerca de trescientos abades de la Confederación benedictina, reunidos en Roma del 18 al 27 de septiembre. Una de las peculiaridades de este congreso, que se celebra cada cuatros años, es su celebración en el Año Paulino y la elección del nuevo abad primado.
Los abades del congreso mundial reeligieron el pasado día 25 a Notker Wolf, que continúa su servicio a la Iglesia y a la Confederación benedictina como abad primado.
Al comenzar el congreso, los abades se encontraron con Benedicto XVI, en una audiencia especial en su residencia veraniega de Castel Gandolfo, y con la celebración solemne de Vísperas, en la basílica de San Pablo Extramuros, confiaron sus trabajos al apóstol de las gentes.
En una entrevista concedida a Zenit, al abad de la citada basílica Edmund Power hace algunas consideraciones sobre estos eventos.
–Padre abad, ¿de qué han hablado en estos días de congreso?
–Power: Durante el anterior congreso de 2004, hablamos de la globalización como desafío y oportunidad para los benedictinos de nuestro tiempo. Este año no se ha elegido un tema específico. Hemos querido encontrarnos para poder conocer mejor los diversos tipos de problemas y riquezas de las comunidades monásticas en todo el mundo. Hemos tenido informes, por ejemplo, sobre las actividades de los cerca de 257 monasterios independientes que forman parte de la Confederación benedictina, con una representación de las monjas y religiosas benedictinas.
Hemos buscado juntos soluciones de ayuda para los monasterios más pobres o que se encuentran en zonas críticas del planeta, pero hemos hablado también de diálogo ecuménico e interreligioso con representantes de otras confesiones cristianas.
Otro tema privilegiado ha sido el de la educación y testimonio benedictinos, es decir, lo que el monaquismo puede todavía decir en el mundo de hoy a través de sus estructuras educativas.
Nuestra vida monástica, aunque con actividades apostólicas, tiene un fondo y una fuente: la espiritualidad contemplativa que cada monje y monja expresa a su modo en su comunidad. Podría decir que nuestro carisma es «ser» en lugar de «hacer», aunque este ser se explicite luego en el hacer y todo ello se debe expresar en el vivir en manera intensa en Cristo.
–Por tanto, si este es el carisma, es también un gran desafío en el mundo contemporáneo.
–Power: Últimamente se oye decir que algunas congregaciones religiosas han perdido el sentido de la vida comunitaria porque están demasiado implicadas en la actividad apostólica. Ésta es buena, pero se da el riesgo de ser absorbidos totalmente por ella. Baste mirar a la oración comunitaria, reducida al mínimo o a las comidas en solitario, a causa de los compromisos que se han multiplicado hoy, incluso a causa de la disminución de sacerdotes y religiosos.
Para nosotros los benedictinos vivir en comunidad, con todas sus implicaciones, es un modo fundamental de vivir en Cristo. Convivir no es fácil, incluso diría que de alguna manera llega a ser un perderse a sí mismos, con la conciencia de abrazar la cruz al servicio de los demás. No somos ciertamente mejores que los demás por esto pero es precisamente este el carisma monástico benedictino.
–¿En qué medida les son útiles estos congresos que celebran cada cuatro años?
–Power: Son dos semanas de intercambio que a algunos podría parecer un periodo demasiado largo y a otros corto, pero es importante, cada cuatro años, encontrarse para conocerse mejor y confrontar algunos temas comunes.
Nuestro sistema benedictino no es como otras órdenes dependientes de un organismo o jerarquía centralizada. Cada monasterio benedictino es independiente y el hecho de encontrarnos, con intervalos regulares de tiempo, nos ayuda a todos a subrayar la universalidad de la vida benedictina. Nos encontramos, intercambiamos y conocemos las dificultades de otros monasterios lejanos. Esto es importante también para conocer las diversas costumbres y tradiciones. Un monasterio en Alemania es muy diverso de uno en Argentina o en Vietnam.
Se convierte también para nosotros en un modo tangible de ver realizado lo que dice san Pablo: que Cristo es de todos, que en Él no existe ni griego, ni judío. Hay que recordar también que, más allá de estos encuentros, tenemos una base en Roma que es el Colegio y el Ateneo San Anselmo, gestionados por la Confederación benedictina, que el resto del tiempo cumple el fin de actualizar la comunión, aunque en la diversidad de naciones y tradiciones.
–Acaban de elegir al abad primado, que coordina la Confederación benedictina, y han vuelto a confirmar al abad Notker Wolf, en su segundo mandato. ¿Una opción a favor de la continuidad?
–Power: El abad Notker Wolf fue elegido en 2000, durante el Gran Jubileo, y ha sido reelegido por otros cuatro años, en el año del bimilenario paulino. La continuidad es algo bueno cuando es posible y en este caso lo ha sido.
Todo el congreso está satisfecho del trabajo realizado por el abad Notker Wolf, que reúne en sí muchas cualidades: habla diversos idiomas, tiene una aguda capacidad para comunicar y es un gran viajero, un poco como san Pablo, y lo hace con alegría y empeño.
Estamos contentos por tanto de haberlo reelegido para este servicio que implica también un gran dispendio de energías.
–Los monjes benedictinos, desde hace unos 1.300 años, custodian el lugar de la sepultura del Apóstol Pablo y se ocupan de su liturgia. ¿Qué están haciendo de especial en este año bimilenario?
–Power: Es una pregunta que me hacen en muchas partes, sobre todo en el extranjero. Todos imaginan grandes celebraciones cada día pero nuestro estilo monástico es un poco diferente. Como benedictinos, damos mucha importancia a la fidelidad a la cotidianeidad.
Ciertamente hay una gran afluencia de peregrinos a la basílica y nuestro servicio como ministros de la confesión absorbe mucho tiempo. Hay ciertamente celebraciones específicas solemnes y especiales, como las Vísperas Ecuménicas, que se celebran cada viernes a las 18,00 horas, en las que participan también fieles de las diversas denominaciones cristianas que viven en Roma, durante las que los monjes hacen una reflexión sobre san Pablo. Es un momento de oración que podemos vivir al final de la jornada, un momento tranquilo para meditar sobre lo que el apóstol san Pablo nos dice hoy a través de su mensaje, tan profundo y actual, y la lectura específica paulina elegida para aquél día.
Queremos vivir este año no como un gran momento o una serie de eventos extraordinarios, sino como un tiempo de crecimiento espiritual. Creo que la vida espiritual es un proceso. Hay momentos importantes pero lo es todavía más encarnar el misterio en la cotidianeidad y en la fidelidad. Este es el estilo monástico que proponemos también a los peregrinos en la basílica.
Por Marco Cardinali, traducido del italiano por Nieves San Martín