Palabras del presidente del episcopado mexicano al inaugurar el Congreso de la Familia

Monseñor Carlos Aguiar Retes

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CIUDAD DE MÉXICO, miércoles, 14 enero 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció este miércoles monseñor Carlos Aguiar Retes, presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, en la inauguración del Congreso Teológico Pastoral del VI Encuentro Mundial de las Familias.

* * *

Saludo cordialmente al señor Presidente de la República Mexicana, el licenciado Felipe Calderón Hinojosa; y a su querida esposa, querida por todo el pueblo, no solamente por el señor Presidente, la señora Margarita Zavala. Bienvenidos. 

Saludo también al señor Cardenal Ennio Antonelli, Presidente del Consejo Pontificio para las Familias.

Al señor Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México y anfitrión de este encuentro.

A los eminentísimos señores cardenales aquí presentes, al señor Nuncio Apostólico en México, don Christophe Pierre.A todos los obispos que nos acompañan aquí presentes, bienvenidos. A las autoridades que también se han hecho presentes con nosotros o han enviado a sus distinguida esposas.

A todas las delegaciones que provienen de los diferentes continentes y que hacen internacional este encuentro eclesial e internacional; a las delegaciones nacionales de nuestras diócesis de México; a todos, sean cordialmente bienvenidos.

Queridos participantes del VI Encuentro Mundial de las Familias:Es un honor darles la más cordial bienvenida en nombre de la Conferencia Episcopal de México, y un gusto recibirlos para celebrar este Congreso que precede el encuentro festivo y que nos permitirá profundizar temas vertebrales sobre la familia y su misión hoy; y también escuchar diversas experiencias y testimonios de lo que la Iglesia realiza en diferentes partes del mundo.

Hace poco menos de dos años, obispos latinoamericanos nos reunimos en Aparecida, Brasil, convocados por el Santo Padre, Benedicto XVI, para celebrar la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. 

Ahí, El Papa, en su discurso inaugural, afirmó que la familia es patrimonio de la humanidad. Por ello, considero que merece valoremos este patrimonio y descubramos la necesidad de conocerlo, protegerlo y favorecer que desarrolle su misión para bien de la misma humanidad. 

En esa misma ocasión, el Santo Padre recordó que la familia, cito textualmente, ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en el que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. 

Sin embargo, en la actualidad sufre situaciones adversas provocadas por el secularismo y el relativismo ético, por los diversos flujos migratorios internos y externos, por la pobreza, por la inestabilidad social y por legislaciones civiles contrarias al matrimonio que, al favorecer los anticonceptivos y el aborto, amenazan el futuro de los pueblos. 

Seguía diciendo el Santo Padre, en Aparecida, la familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de los hijos, las madres que quieren dedicarse plenamente a la educación de sus hijos y al servicio de la familia han de gozar de las condiciones necesarias para poderlo hacer y, para ello, tienen derecho a contar con el apoyo del Estado. 

En efecto, el papel de la madre es fundamental para el futuro de la sociedad. El padre, por su parte, tiene el deber de ser verdaderamente padre que ejerce su indispensable responsabilidad y colaboración en la educación de sus hijos. 

Los hijos, para su crecimiento integral, tienen el derecho de poder contar con el padre y la madre para que cuiden de ellos y los acompañen hacia la plenitud de su vida. 

Es necesaria, pues, una pastoral familiar intensa y vigorosa; es indispensable también promover políticas familiares auténticas que respondan a los derechos de la familia como sujeto social imprescindible. 

La familia forma parte del bien de los pueblos y de la humanidad entera. Esta breve y, al mismo tiempo, densa descripción nos ayuda a descubrir ya desde el inicio del Congreso la importancia de nuestra participación y el significado de nuestra presencia. 

Los obispos de México, conscientes de la gracia que significa la celebración del VI Encuentro Mundial de las Familias en México, nos hemos preparado promoviendo en nuestras Diócesis los temas propuestos por el Pontificio Consejo de la Familia y por la Comisión Organizadora del VI Encuentro Mundial de las Familias. 

Ahora, las delegaciones venidas de las 88 Diócesis del país entrarán en contacto con todas las delegaciones de los cinco continentes, que seguramente traerán también sus reflexiones, comentarios y sugerencias. 

Confiamos que estos días generarán una mayor conciencia en todos los participantes y un mayor compromiso para trabajar en favor de la familia, lo que beneficiará a la iglesia y a la sociedad en general. 

Por ello,  la Conferencia Episcopal Mexicana agradece al Santo Padre, Benedicto XVI, quien se hará presente por medio de videomensajes y en la persona del legado Pontificio, el Eminentísimo señor Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de Su Santidad. 

Agradecemos al Santo Padre que haya decidido la celebración de este VI Encuentro en México. 

Asimismo, estamos muy agradecidos con el  Cardenal Norberto Rivera Carrera, Arzobispo Primado de México, por haber aceptado la sede y haber preparado con una comisión organizadora muy eficaz, la logística del VI Encuentro, coordinada por su Obispo auxiliar, Monseñor Jonás Guerrero, y su secretario Monseñor Enrique Glennie. 

Expreso también nuestra gratitud al señor Cardenal Ennio Antonelli, quien tan pronto fue designado Presidente del Pontificio Consejo de la Familia, asumió con entusiasmo y esperanza la coordinación del  Encuentro, y quiso acompañar a los obispos de México en la reciente asamblea plenaria para compartir los trabajos preparatorios.

Hago público un agradecimiento a Monseñor Rodrigo Aguilar, Obispo de Tehuacán, quien como Presidente de la Comisión Episcopal para la Pastoral de la Familia, Juventud y Laicos, acompañó de parte de la Conferencia los trabajos preparatorios, uniéndose a la comisión central organizadora. 

Finalmente, vaya nuestra sincera gratitud a quienes de distintas maneras han colaborado, y lo seguirán haciendo en estos días. Que Dios sea su recompensa.

Los invito también, desde estos primeros momentos, a recordar agradecidos la insigne figura del Siervo de Dios, Juan Pablo II, quien lanzó esta iniciativa de convocar los Encuentros Mundiales de las Familias, y también recordar a su fiel colaborador, el Cardenal Alfonso López Trujillo, que de Dios goce. 

Queridos participantes de este VI Encuentro Mundial de las Familias: Siéntanse en su casa y vivan intensamente estos días en los que, sin duda, se derramará el espíritu de Dios en nuestros corazones para descubrir juntos lo que nuestro Padre Dios quiere que hagamos para que la familia e Iglesia doméstica siga siendo la formadora de los valores humanos y cristianos. 

Sean bienvenidos, en el nombre del Señor Jesús y de los obispos de México.

Muchas gracias.

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ZENIT Staff

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