La conversión de Claudia Koll

Un encuentro entre la actriz y el Espíritu Santo

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ROMA, jueves, 19 febrero 2009 (ZENIT.org).- Claudia Koll, una de las actrices italianas de mayor éxito, ha descubierto junto a Cristo que su vida profesional puede tener una fecundidad nunca antes sospechada.

Uno de los frutos de su conversión al cristianismo es su implicación en la nueva academia de espectáculo Star Rose Academy, con sede en Roma, que pretender formar a jóvenes artistas profesionalmente, presentando valores profundos.

Claudia Koll, nacida en esta ciudad el 17 de mayo de 1965, tras estudiar actuación con Susan Strasberg y Geraldine Baron en el Drama Course, así como con Yves Le Baron en «Le Coq School», desempeñó su primer papel de cine como protagonista en 1992 en un filme erótico de Tinto Brass.

Actriz de teatro, cine y televisión ha destacado al lado de Antonio Banderas en la cinta para televisión «El joven Mussolini».

Ahora bien, después de una larga trayectoria en el mundo del espectáculo se dio cuenta de que algo le faltaba y cambia su vida así como su trabajo.

Inicia acciones de voluntariado y de beneficencia en varias partes de África e Italia. Su vida toma un nuevo rumbo pero no deja su carrera de actriz. Hoy explica en esta entrevista a ZENIT qué significa ser actriz desde esta nueva óptica cristiana.

«Significa no tener miedo a ser uno mismo, a encontrar un modo personal de actuar, y no de acuerdo a los modelos fijos, sino hacer un viaje al interior y, cuando se es auténtico en la búsqueda de sí mismo, necesariamente se busca también a Dios», comenta.

Claudia Koll explica el giro que dio tras su conversión a la hora de escoger nuevos personajes.

«Fue un periodo en el que dejé de trabajar porque no recibía guiones interesantes, con personajes positivos que pudiera interpretar. Me llegaban, en cambio, lecturas, por ejemplo, del Cantar de los cantares, un libro de la Biblia, muy bello, maravilloso. Para interpretarlo era necesario estudiar, profundizar, porque cada palabra es densa, está llena de significado pero también era necesario rezar».

A partir de ahí «he tenido que aproximarme al texto no de manera superficial sino estudiándolo y también rezando. Y esta armonía de estudio y oración me puso en contacto con la profundidad del Espíritu Santo», confiesa.

Respecto a su trabajo como profesora en Roma de una Academia para jóvenes promesas basada en valores, reconoce que su objetivo es enseñar a la luz de su experiencia personal.

«En el pasado hice cursos de actuación clásica italiana y americana que son de algún modo una enseñanza de acuerdo al método americano de ‘vivir el personaje'».

Ahora su método de enseñanza, aclara, se ve enriquecido por la visión cristiana, pues, «el Señor me liberó de tantas ataduras»».

Agrega que el Espíritu Santo se ha convertido ahora en su guía incluso en la interpretación de un personaje.

Con su conversión, explica, «vi que el Señor me estaba enseñando, y me decía que me acompañaba con su Espíritu, no sólo por lo que suponía la posibilidad de ser testigo del encuentro con Él, sino también en mi trabajo, porque el Espíritu Santo está siempre con nosotros, y entonces es necesario aprender a comunicarnos con Él, a dejarnos guiar por Él. Esta es la riqueza más grande que el Señor me ha dado en mi trabajo».

Por Claudia Soberón

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ZENIT Staff

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