El ecumenismo, desafío para la Iglesia en Europa oriental

Los presidentes de los episcopados del sureste europeo peregrinan a Turquía

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ANKARA, jueves 5 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- El ecumenismo es uno de los principales desafíos que deben afrontar en estos momentos las Conferencias Episcopales del Sureste de Europa, regiones donde los católicos representan a menudo una minoría exigua.

Así se ha puesto de manifiesto en el IX encuentro de presidentes de los Episcopados del sureste de Europa, que se está celebrando desde el 3 hasta el próximo 8 de marzo en Turquía, en forma de peregrinación con motivo de los dos mil años del nacimiento del Apóstol Pablo.

Las Conferencias Episcopales representadas son ocho: Albania, Bosnia Herzegovina, Bulgaria, Grecia, Moldavia, Rumanía, la Conferencia Episcopal Internacional de los Santos Cirilo y Metodio (que integra a los obispos de Macedonia, Montenegro y Serbia), y Turquía. El acontecimiento está siendo acogido por monseñor Luigi Padovese, vicario apostólico de Anatolia y presidente de la Conferencia Episcopal turca.

Destaca la participación del presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), cardenal Peter Erdö, así como del vicepresidente, cardenal Josip Bozanić, y del observador permanente de la Santa Sede ante el Consejo de Europa, monseñor Aldo Giordano.

Está previsto que los obispos sean recibidos por el propio Patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, el sábado 7 de marzo, y que participen en unas vísperas ortodoxas.

Durante el congreso, Dimitrios Salachas, exarca apostólico en Grecia, observó que el pueblo griego es «tradicionalmente religioso y cristiano, perteneciente en su gran mayoría a la Iglesia ortodoxa, unida en la fe y en la comunión canónica con el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla».

La Iglesia católica es una pequeña minoría que no supera los 50.000 fieles, es decir, el 0,5% de una población de casi 11 millones de habitantes. «Aunque está presente en Grecia desde hace siglos, gran parte de la opinión pública la considera como una realidad extranjera, confundiendo a la Iglesia católica con el Vaticano», explicó.

En este contexto, el ecumenismo asume una importancia de primer grado. «Estamos por la Providencia Divina destinados a convivir con los hermanos ortodoxos», constató el exarca.

Al respecto, puso de relieve los signos de esperanza surgidos de los encuentros ecuménicos de las últimas décadas entre Roma y Constantinopla, que «no sólo confirman cuanto los católicos y los ortodoxos tienen en común, sino que también han provocado debates más profundos sobre el preciso significado de la unidad de la Iglesia».

Aunque se intensifican las relaciones entre la Iglesia de Roma y el Patriarcado Ecuménico, existen «encuentros esporádicos» entre la Santa Sede y los jerarcas ortodoxos, y la Iglesia ortodoxa griega participa en el diálogo teológico oficial, «a nivel local aún no resulta fácil emprender un diálogo estable y fraterno», ya que «los prejuicios del pasado pesan aún sobre el estado actual de nuestras relaciones», reconoció.

La importancia del ecumenismo y de la respuesta que debe ofrecer a la sociedad contemporánea fue también puesta de relieve por el obispo Cornel Damian, auxiliar de Bucarest (Rumanía), que se detuvo sobre el contraste, por un lado, entre el mundo católico y la mayoría ortodoxa, y por otro entre el espíritu cristiano y los grandes cambios sociales y de mentalidad de los últimos veinte años, especialmente la secularización.

Tras el derrumbe del comunismo, explicó el rpelaod, «nuestra Iglesia local comenzó un procesod e restauración de los valores cristianos, aunque a su lado han aparecido muchas instituciones e instancias» que proponen «enseñanzas distintas sobre la moral, la familia y la sociedad».

Por tanto, ha comenzado «una era de nuevos retos» que la Iglesia «no se esperaba». «Se encuentra, de hecho, en una sociedad plural, y nos hemos dado cuenta de que nuestra tarea es la de llenar los espacios libres con mensajes y valores cristianos. No es nada fácil, porque se encuentra con mucha confusión, falta de ideales, relativismo e indiferencia».

«El el contexto plural, los cristianos se ponen de manifiesto a través del testimonio», o «a través del esplendor de la verdad que habita en ellos», pero «no puede resplandecer la verdad sin el buen ejercicio de la verdad de cada cristiano», observó.

«Lo que nos preocupa es cómo dar razones a nuestros cristianos para vivir su fe y mostrar la verdad de Cristo en este mundo secularizado».

Lo fundamental para reforzar la identidad cristiana, explicó el prelado, es «ayudar a los cristianos a redescubrir la vida en Cristo y la propia vocación», a través de «una pastoral misionera donde cada cristiano tenga un rol, un ministerio».

Monseñor Anton Cosa, obispo de Chisinau (Moldova), recordó por su parte la «gran pasión» y sobre todo la «perenne actualidad de la predicación paulina».

En su país, según reconoció, la evangelización no es siempre fácil porque «la identidad cristiana está comprometida por el ateísmo pasado, por el ateísmo actual y por el consumismo que triunfa y que está deteriorando el ya frágil tejido social, sobre todo en las generaciones jóvenes, demasiado fascinadas por la emigración hacia países más interesantes».

También en Moldova la Iglesia católica representa poco más del 0,5% de la población, pero «lucha tenazmente por superar estas barreras ideológicas y culturales, a través de la acción pastoral (liturgia y catequesis) y la acción solidaria (caridad)».

En este panorama, presentar las obras de san Pablo puede revestir gran importancia, pues el Apóstol «no se sometió a las diversas concepciones del poder humano concebido como forma de dominio o bienestar».

«Si por un lado tememos que la identidad cristiana se difumine y huya de los valores que acrecan al hombre a Dios, por otra parte con Pablo nos ponemos en los caminos del mundo para devolver el hombre a Dios y Dios al hombre», afirmó el prelado.

Por Roberta Sciamplicotti, traducción de Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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