AMMÁN, domingo, 10 mayo 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI rindió homenaje a las mujeres como «portadoras de amor, maestras de misericordia y constructoras de paz» al presidir el acto más multitudinario de su viaje a Jordania, que concluye este lunes, con el que ha comenzado su peregrinación por Tierra Santa.
Ante más de 30 mil personas congregadas en el Estadio Internacional de Ammán, el Santo Padre dedicó un pasaje central de su homilía al Año de la Familia, que está viviendo la Iglesia en Tierra Santa, y en particular a «la particular dignidad, vocación y misión de las mujeres en el plan de Dios».
El discurso era particularmente significativo si se tiene que es pronunciado en un país de mayoría árabe-musulmana, y que en algunos países -el Papa no hizo referencia directa–, se celebraba el día de la madre.
«¡Cuánto debe la Iglesia en estas tierras al testimonio de fe y amor de innumerables madres cristianas, hermanas, maestras y enfermeras, a todas esas mujeres que de maneras diferentes han dedicado su vida a construir la paz y a promover el amor!», comenzó reconociendo el pontífice.
«Desde las primeras páginas de la Biblia, vemos cómo hombre y mujer, creados a imagen de Dios, están llamados a completarse el uno con el otro como administradores de los dones de Dios y como sus colaboradores en comunicar el don de la vida, sea la física como la espiritual, a nuestro mundo», siguió diciendo.
Ahora bien, lamentó el Papa, «desafortunadamente, esta dignidad y misión donadas por Dios a las mujeres no siempre han sido suficientemente comprendidas y estimadas».
«La Iglesia, y la sociedad en su conjunto, han llegado a darse cuenta de la urgencia con la que necesitamos eso que mi predecesor, el Papa Juan Pablo II, llamaba ‘el carisma profético’ de las mujeres», expresión tomada de la histórica carta apostólica Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), «como portadoras de amor, maestras de misericordia y constructoras de paz, comunicadoras de calor y humanidad a un mundo que con frecuencia juzga el valor de la persona con fríos criterios de explotación y provecho».
El Papa concluyó asegurando que «con su testimonio público de respeto por las mujeres y con su defensa de la connatural dignidad de cada persona humana, la Iglesia en Tierra Santa puede dar una importante contribución al desarrollo de una cultura de verdadera humanidad y a la construcción de una civilización del amor».