COLOMBO, Sri Lanka, jueves 28 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Uno de los siete sacerdotes que permanecieron con los refugiados atrapados de Sri Lanka hasta el final de los combates entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes separatistas falleció el último día de la batalla y su cuerpo fue enterrado este martes.
El padre Mariampillai Sarathjeevan, de 41 años, optó por quedarse con las personas atrapadas en la «zona de seguridad» hasta el 18 de mayo, día en que acabaron los enfrentamientos entre los militares de Sri Lanka y los rebeldes «Tigres tamiles».
Lo hizo a pesar del peligro, ya que el conflicto se había trasladado a esa zona.
Según un comunicado de prensa publicado en la web de la archidiócesis de Colombo, murió al acabar la batalla, a causa de un ataque al corazón, cuando dejaba la zona de guerra con los últimos refugiados
El sacerdote tamil, misionero oblato de María Inmaculada, era párroco en Kilinochchi y había estado con los civiles desde el principio de los combates.
El comunicado indica que murió en el camino extenuado por meses de privación, ataques aéreos constantes y bombardeos.
Fue trasladado al hospital de Vavuniya, donde algunos de los 280.000 refugiados de la guerra han encontrado temporalmente un hogar.
Durante el funeral del sacerdote, celebrado en Colombo, se leyó una carta en su honor, de su amigo el padre David Manuelpillai.
La carta señala: «Siguiendo las huellas del Señor y maestro, nuestro Señor Jesucristo, él dijo: «no dejaré a mi gente»; esas palabras de determinación y compromiso, por parte de una persona que llevaba seis años de sacerdocio, son ejemplares».
«Lo que le ayudó a resistir todas las tribulaciones en su vida fue la constante comunión con Dios», continúa.
«En los días anteriores a su desaparición, él expresó su preocupación por no poder celebrar Misa, ya que tuvo que pasar unos pocos días en un búnker sin comida ni bebida», revela la carta.
«Al final, cuando pudo salir de esas terribles circunstancias, no pudo ser testigo de la agonía de su pueblo y su corazón falló», añade.
No ha acabado
El arzobispo de Colombo, monseñor Oswald Gomis, declaró al acabar el conflicto: «Estamos realmente muy contentos de que la guerra haya terminado y las fuerzas de seguridad del gobierno hayan podido liberar a todos los civiles inocentes que estaban atrapados en la batalla».
Y añadió: «Podríamos decir que hemos ganado la batalla, pero la guerra no ha acabado».
El prelado afirmó que esta guerra acabará «sólo el día en que crezcamos en una nación reconociendo que todos somos una población y un país con los mismos derechos».
«Tenemos que reconocer el hecho de que somos una comunidad multiétnica, plurireligiosa y multicultural», indicó.
Y explicó: «ahora tenemos la gran tarea de construir una nación olvidando nuestras diferencias étnicas, políticas y religiosas».
El arzobispo Gomis defendió una «fórmula política que inspire confianza y promueva un sentido de pertenencia entre los grupos minoritarios del país».
«Tenemos que dejar los recuerdos tristes y amargos de las tres últimas décadas y mirar de manera positiva y optimista al futuro, con esperanza», afirmó.
Y concluyó: «Todos nosotros debemos compartir la culpa de nuestra división y perdonarnos; debemos tener la humildad y la sabiduría de aprender de las tristes experiencias del pasado».