CIUDAD DEL VATICANO, lunes 6 de julio de 2009 (ZENIT.org).- Después de 18 años de la publicación de la última encíclica social «Centesimus Annus» de Juan Pablo II, este martes se dará a conocer la tercera encíclica de Benedicto XVI «Caritas in veritate».
La «Rerum Novarum» escrita por el Papa León XIII y publicada en 1891 marcó un hito en el Magisterio Social Pontificio: era la primera vez que un documento eclesial de este tipo estaba dirigido al tema social y a la cuestión obrera.
Sin embargo, la preocupación de la Iglesia por los derechos y la dignidad humana no es un tema nuevo. Más bien, es una cuestión que se ha tratado a lo largo de su historia que incluso viene desde los padres de la Iglesia, que ha pasado por el medioevo y que llega a nuestros días.
Jesús mismo en su predicación habló muchas veces sobre el ser social y la dignidad del hombre. Condenó pecados como la avaricia, la usura, la esclavitud. Igualmente habló de preocupaciones terrenales como la importancia de un salario justo y de la educación de los hijos y de un orden estructural.
En los últimos 120 años las encíclicas más citadas en esta materia son «Rerum Novarum», 1891 de León XIII, «Quadragesimo Anno» (1931) de Pio XI y «Mater et Magistra» (1961) de Juan XXIII.
En estos documentos el centro de reflexión es siempre el mismo: el hombre creado a imagen y semejanza de Dios y por lo tanto dotado por naturaleza de una dignidad específica (hijo del Creador), raíz última de todos sus derechos.
De hecho, en la «Rerum Novarum» se afirma que el principio inspirador de la cuestión social es la innegable dignidad de la persona humana.
En esta específica dignidad se fundan los derechos inalienables: la vida y la libertad religiosa.
En ellos se encuentra el sustento de todos los otros derechos humanos como el uso de los bienes materiales, la propiedad y su función social, el salario justo, la libertad, la participación a la vida del estado, la justicia, la instrucción entre otros.
Renovación en continuidad
El magisterio pontificio en el ámbito de la «cuestión social» como se dice hoy (porque en los tiempos de la «Rerum Novarum» se hablaba de la «cuestión obrera»), se ha revelado siempre una innovación en continuidad.
Esto evidencia un esfuerzo constante por iluminar las nuevas situaciones sociales a la luz de los principios inmutables del Evangelio, de la tradición de las enseñanzas del pasado.
Cada una de estas encíclicas ha sido una respuesta del magisterio de la Iglesia a los desafíos del momento y por lo tanto al cambio de las dinámicas sociales y económicas y, en el último siglo, también a los nuevos desarrollos que se registran en el campo internacional o geopolítico.
Esta visión planetaria, a partir de la creciente interdependencia de los pueblos y de las naciones está ya fuertemente presente en la «Mater et Magistra» de Juan XXIII y después en la «Populorum progressio» de Pablo VI.
Después de la disolución de la Unión Soviética, en 1989, y justo conmemorando el primer centenario de la Rerum Novamrum, Juan Pablo II publica su tercer encíclica social «Centesimus Annus» (1° de mayo de 1991) en la que habla de la necesidad de un nuevo orden mundial, visto a la luz del Evangelio y con los ojos de la Iglesia.
¿Qué es la doctrina social de la Iglesia?
En el documento de la Congregación para la Educación Católica titulado «Orientaciones para el estudio y enseñanza de la Iglesia en la formación sacerdotal» se lee lo siguiente: «La doctrina social de la Iglesia, en cuanto saber teórico-práctico, está orientada a la evangelización de la sociedad: incluye, pues, necesariamente la invitación a la acción social, ofreciendo para las diversas situaciones orientaciones oportunas inspiradas en los principios fundamentales y en los criterios de juicio».
La reflexión de los pontífices se realiza por medio del discernimiento cristiano de la realidad interpretada a la luz del Evangelio y de la enseñanza social de la Iglesia , que demuestra así a cada momento histórico su actualidad.
Por ello la Iglesia interpreta los problemas de cada época histórica a raíz de la experiencia adquirida en el pasado y expresada en su enseñanza social.
El magisterio social pontificio da así luces para que los cristianos se pongan al frente de las nuevas situaciones con una conciencia bien formada según las exigencias éticas del Evangelio y con una sensibilidad social verdaderamente cristiana, madurada a través del estudio atento de diversos pronunciamientos magisteriales.
Nuevos problemas
En la situación del mundo contemporáneo los profundos cambios en todos los campos de la actividad humana, económica, cultural, científica y técnica han hecho emerger nuevos problemas que reclaman el compromiso de todos los hombres de buena voluntad.
Entre estos resaltan el hambre, la violencia, el terrorismo nacional e internacional, del desarme y de la paz, de la deuda externa, del subdesarrollo de países del tercer mundo, de la manipulación genética, de la droga, del deterioro del ambiente etc.
Las encíclicas sociales subrayan también aquellas «zonas de miseria» y de «otras formas de injusticia más bastas», de aquellas de las épocas pasadas, como el hambre, la desocupación, la marginación social, la distancia que separa a los ricos – países, las regiones, grupos y de personas – de los pobres.
El Papa Benedicto XVI pretende así en su tercera encíclica actualizar el mensaje de Pablo VI dado en su encíclica «Populorum Progressio», publicada en 1967, sobre el tema del desarrollo de los pueblos.
El problema de la crisis económica actual será pues analizado manteniendo la continuidad con sus predecesores: hablando del derecho a la vida como la base de todos los demás derechos humanos y poniendo a Cristo como aquel que da mayor dignidad al hombre y hablando del compromiso social como consecuencia de la vivencia de la virtud de la caridad.
Por Carmen Elena Villa