ROMA, jueves 9 de julio de 2009 (ZENIT.org).- La Santa Sede y Japón mantienen relaciones dipplomáticas desde 1942. Desde entonces ha transcurrido un periodo de 67 años, en los que ningún representante del Vaticano ha visitado oficialmente esta nación asiática. El pasado mes de marzo, el arzobispo Dominique Mamberti cambió esta situación. Y el embajador japonés ante la Santa Sede afirma en esta entrevista que su visita ha reducido esa «sensación de distancia» entre los dos Estados.
ZENIT habló con el embajador Kagefumi Ueno sobre la visita de monseñor Mamberti, secretario vaticano para las relaciones con los Estados, y sobre otro gran acontecimiento para la Iglesia en Japón: la beatificación de 188 mártires el pasado noviembre.
El avance de estas relaciones se pudo constatar este martes cuando Benedicto XVI recibió en audiencia al primer ministro de Japón, Taro Aso.
–El pasado noviembre se celebró la beatificación de 188 mártires japoneses de Nagasaki. ¿Ha parecido una ceremonia insólita para la cultura japonesa?
–Ueno: Pude constatar personalmente, en Nagasaki, que la ceremonia de la beatificación de los 188 mártires que fueron asesinados hace ahora cuatro siglos se desarrolló de forma solemne y digna, y que fue considerada muy positivamente por parte de la mayoría de los católicos japoneses.
Además, en términos de respuesta por parte de la sociedad japonesa en general, mi impresión es que, en todas partes, las noticias y las informaciones sobre la beatificación fueron acogidos de forma calurosa y tranquila. Para ser más precisos, quisiera subrayar cuatro fenómenos positivos que son dignos de subrayar.
El primero, los mayores grupos religiosos locales, como los budistas y los sintoístas, que con gran diferencia constituyen la mayoría de la sociedad japonesa, han enviado a sus representantes a la ceremonia, para rendir homenaje, junto a los japoneses no católicos, protestantes y episcopalianos. Sustancialmente, todos los grupos religiosos grandes de Japón han demostrado su solidaridad hacia la Iglesia católica japonesa.
En segundo lugar, la beatificación del pasado año ha sido ampliamente difundida por los medios de comunicación nacionales y locales, por la prensa y la televisión. De esta forma, en cada rincón del país, los ciudadanos japoneses eran conscientes de este acontecimiento histórico, y obviamente también en Nagasaki, donde reside el 15% de los católicos japoneses.
Por añadidura, en las 11 provincias donde los mártires han encontrado la muerte, la prensa local ha realizado reportajes especiales sobre sus historias, suscitando así la atención de la gente sobre la historia local de hace cuatro siglos.
En este contexto, muchos japoneses han tenido la posibilidad de captar el sentido de la religiosidad y de la dignidad humana, además del sentido de la dedicación a los demás, a través de la reflexión sobre esta tragedia de hace cuatro siglos.
Cuarto, no hay que subestimar el hecho de que muchos católicos han venido a Nagasaki, procedentes de diversos países asiáticos cercanos. Me han impresionado, particularmente, las palabras de una participante de India:
«La ceremonia ha demostrado elocuentemente que la Iglesia (católica) no pertenece sólo a Europa, sino a todo el mundo. La forma en la que los mártires japoneses se adhirieron a su fe nos inspira fuerza, ánimo y esperanza».
–¿Qué piensa de la cumbre del G8 sobre la pobreza y el cambio climático que tiene lugar en Italia?
–Ueno: En la cumbre del G8 de julio surgen dos cuestiones con particular importancia, sobre las cuales Japón y las demás naciones se concentrarán de forma específica. Uno es el impacto de la crisis económica sobre África. El otro es el de el cambio climático. Quisiera referirme brevemente al compromiso de Japón al respecto.
Ante todo, mientras los países africanos están atravesando un periodo difícil y negativo, a causa de la brusca caída de la economía mundial, es oportuno subrayar que Japón comparte con la Santa Sede la idea de que no se debería consentir que los países más pobres de África se conviertan en las víctimas de esta crisis de la que no son responsables.
Segundo, en este contexto, Japón ha acogido el año pasado la 4ª Conferencia Internacional de Tokio sobre el Desarrollo africano (TICAD IV), en la que ha anunciado diversas iniciativas, entre las cuales la duplicación, para el año 2012, de sus ayudas oficiales al desarrollo para África. Japón cumplirá fielmente con estos compromisos.
En tercer lugar, Japón ha estado entre los países huéspedes del primer encuentro siguiente a la TICAD que tuvo lugar en Botsuana, en el que se debatió sobre el impacto de la crisis económica en África y de cómo superarla. Sucesivamente, durante la cumbre del G20 que tuvo lugar en abril en Londres, Japón hizo lo que pudo para reafirmar las preocupaciones por África surgidas en el encuentro de Botsuana.
–También el cambio climático es un foco de atención.
–Ueno: El año pasado, Japón, en la presidencia del G8, demostró su liderazgo al plasmar un acuerdo para la reducción global de los gases efecto invernadero de casi la mitad antes de 2050.
Este año es el año en que los países del G8 decidirán concentrar sus esfuerzos. La comunidad internacional debería ser consciente del hecho de que el problema no se resolverá nunca a no ser que los países no compartan entre ellos equitativamente las cargas y las responsabilidades respectivas.
–Tras casi 70 años, un representante del Vaticano ha acudido en visita a Japón.
–Ueno: A mitad de marzo – desde el 15 al 20 – el arzobispo Dominique Mamberti, Ministro de Exteriores del Vaticano, realizó una visita de 6 días, huésped oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón. Yo participé casi en todo el programa oficial de su visita a Japón. El arzobispo es el primer alto diplomático del Vaticano en haber visitado oficialmente Japón en la historia de los 67 años de relaciones bilaterales, establecidos en 1942.
Ante todo, permítame destacar el encuentro entre el arzobispo Mamberti y el ministro de Exteriores Hirofumi Nakasone, que tuvo lugar el 17 de marzo en Tokio, y que fue uno de los momentos fuertes de la estancia del arzobispo en Japón. Durante el coloquio, que duró 150 minutos, los dos ministros trataron sobre muchas cuestiones, desde las relativas a la crisis económica y al impacto sobre los países pobres, sobre todo los africanos, a las relativas situaciones regionales como Corea del Norte, China y Oriente Medio, y a las relativas a las relaciones bilaterales.
Sobre Corea del Norte, en respuesta a las preocupaciones expresadas por Nakasone sobre el posible lanzamiento de misiles balísticos y sobre el problema de los rehenes, el arzobispo Mamberti aseguró su solidaridad hacia Japón y apreció los esfuerzos de importantes países dirigidos a traer la distensión a la región, y expresó el deseo de que los rehenes sean liberados lo antes posible. En mi opinión el diálogo sobre la política bilateral fue rico, denso y profundo; fue un éxito.
En segundo lugar, la visita de dos días del arzobispo Mamberti a Nagasaki también fue un éxito. Ante todo, ante el memorial de la bomba atómica, lanzó un mensaje de solidaridad y de paz hacia los ciudadanos de la región. Además, con los mensajes del Papa impresionó y conmovió a muchos católicos locales que lo acogieron con calor. En un encuentro con el gobernador de la prefectura de Nagasaki y con el alcalde de la ciudad de Nagasaki, que formularon el deseo de que las Iglesias históricas sean reconocidas como patrimonio mundial por la UNESCO, el arzobispo expresó su acuerdo con este interés. Después se dirigió a Tokio, donde tuvo un encuentro cordial con los representantes de la Iglesia católica japonesa.
En tercer lugar, el arzobispo Mamberti tuvo la posibilidad de conoce
r la cultura y la religiosidad japonesa en el Centro Urasenke para la ceremonia del té y en el Santuario sintoísta Meijí. En el Santuario, el sacerdote jefe, reverendo Nakajima, le acogió calurosamente, hablándole del diálogo que ha llevado a cabo con los sacerdotes católicos en las últimas décadas.
En conjunto, estoy más que seguro de que la positiva visita del arzobispo Mamberti a Japón ha ayudado a acortar la sensación de distanciamiento que existe entre los dos países.
[Por Miriam Diez i Bosch, traducción del italiano por Inma Álvarez]