MADRID, jueves 9 de julio de 2009 (ZENIT.org).- La «Caritas in Veritate» no es posible encasillarla o etiquetarla, ha explicado un experto de economía en la presentación de la encíclica de Benedicto XVI en España.
El catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid, José Tomás Raga, considera que el documento papal está más bien impregnado de referencias a la responsabilidad de la persona humana en su quehacer.
Raga, en el encuentro con la prensa que tuvo lugar este miércoles en Madrid para presentar la encíclica, confesó su sorpresa por un principio que aparece en «Caritas in veritate»: que los hombres somos instrumentos de la gracia, para difundir la caridad de Dios y tejer redes de caridad.
El economista destacó que la encíclica toma la economía como parte del conjunto de los ámbitos en los que se manifiestan los efectos del pecado, como el egoísmo, la marginación…
También indicó que el texto del Papa tiene como elemento determinante el bien común y señala la exigencia de que toda actividad económica esté orientada a él.
Destacó que la encíclica indica que «para el desarrollo, no basta la dimensión económica; debe haber un encuentro con el mundo que sufre, que padece hambre, sed, marginación».
Para Raga, la visión sobre la globalización «es la gran novedad de la encíclica». De ella, el Papa dice que no es buena ni mala sino que dependerá de cómo la usen las personas.
«El Papa dice que la globalización ha resuelto muchos problemas en el espacio corto de tiempo que lleva –dijo–. La define como una oportunidad para el mundo necesitado si la guía de la caridad está presente en ella».
Raga destacó que, de la cuestión de la globalización, surgen algunos temas en la encíclica, como el de un nuevo examen del papel del Estado en la regularización económica y en la eliminación de las disfunciones que se producen en la economía.
«Un papel más moderado del Estado en el marco universal permitirá nuevas formulas de participación de la sociedad civil, que ante una presencia muy cuantiosa del Estado se ha visto casi siempre silenciada», dijo.
«El binomio mercado-Estado corroe la sociabilidad porque el mercado implica competitividad, agresividad, que el otro no se llegue a fundir en el yo, mientras que un Estado implica relaciones verticales y no horizontales», dijo el profesor.
«Por eso, la sociabilidad se encuentra prácticamente abandonada», añadió.
También destacó que en la encíclica aparece una esperanza: la economía solidaria, la que puede generar sociabilidad (empresarios guiados por el bien común, Economía de comunión,…).
Recordó algunas recomendaciones del Papa en la encíclica, como la recuperación de la función de las finanzas de servir a la economía real, el consumo responsable, la perspectiva de plazos amplios en la economía y el abandono de los abusos de países explotando su mano de obra barata o sus recursos naturales.
También la reforma de la ONU y de la «arquitectura financiera internacional» (Banco Mundial, FMI; Banco Interamericano del Desarrollo,…) «para que se dé una concreción de una familia de naciones».
Y el establecimiento de una autoridad política «que tenga poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto a los derechos».
Por otra parte, el profesor destacó que el Papa propone ante la crisis «esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista; profunda renovación cultural y redescubrimiento de los valores de fondo sobre los que poder construir un futuro mejor».
También constató la depreciación del concepto de «ética», que quizás se usa demasiado y se está convirtiendo en «una etiqueta, algo comercial».
Y pidió «elaborar un criterio de discernimiento» para que las personas se responsabilicen de sus actividades económicas.