CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 19 de julio de (ZENIT.org).- Cuarenta años después de la misión espacial del Apolo 11 que llevó por primera vez al hombre a la Luna, el portavoz vaticano ha recogido una lección aún válida: el sorprendente valor del ingenio humano cuando es consciente de sus límites.
El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha dedicado su editorial en el semanario «Octava Dies», del Centro Televisivo Vaticano, a aquel 20 de julio de 1969 en el que el comandante Neil Armstrong pisó la superficie del satélite de la Tierra,
El Papa Pablo VI dedicó numerosas intervenciones a aquel «fantástico vuelo», desde su preparación y desarrollo, hasta el «regreso triunfal de los astronautas», recuerda el portavoz vaticano.
El Papa Giovanni Battista Montini, después del Ángelus del 20 de julio aseguró que era «un día grande, un día histórico para la humanidad».
«Sorprende –reconoce el padre Lombardi– la participación humana y espiritual del Papa en la gran impresa, su admiración por el ingenio y el valor del hombre. Al mismo tiempo, su meditación vuelve a dirigirse repetidamente a los grandes problemas no resueltos de la humanidad -el hambre, las guerras- y en el mismo Ángelus concluyó: ‘¿Dónde está la humanidad verdadera, dónde la hermandad, y la paz? Ojalá que el progreso, del que hoy festejamos una sublime victoria, se dirija al verdadero bien, temporal y moral de la humanidad'».
El director de la Oficina de Información recuerda que el Papa Pablo VI, que acaba de publicar su encíclica «Populorum progressio», confesó su esperanza en «que la inteligencia humana y la capacidad prodigiosa de la ciencia y de la técnica fueran puestas al servicio del bien».
«También la nueva encíclica de Benedicto XVI -totalmente dedicada al verdadero desarrollo de la humanidad- concluye recordándonos que el hombre no debe convertirse en esclavo de una nueva ideología de la omnipotencia de la técnica, sino perseguir, con responsabilidad, ese desarrollo integral que tiene en la caridad y en la verdad su fuerza propulsora», explica Lombardi.
Y concluye: «Podemos volar en el espacio e intervenir en las fuentes de la vida; pero ¿cómo y por qué? El ‘desafío’ está siempre ante nosotros».