Crisis económica globalizada y "Caritas in veritate"

Por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 22 de agosto de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo escrito por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, sobre la crisis global a la luz de la encíclica de Benedicto XVI «Caritas in veritate».

 

 

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VER

Quien más, quien menos, todos estamos resintiendo los graves problemas de la economía nacional. Como nuestro mercado depende en gran medida de las exportaciones a los Estados Unidos, y este país sufre una notable recesión, se han cerrado varias empresas, se han despedido trabajadores, han disminuido las remesas de los migrantes, el gobierno hace recortes al gasto social, el dinero no alcanza.

No faltan quienes, o carentes de una visión más global, o achacando esta situación a los actuales gobernantes, acusándolos de incapaces o faltos de sensibilidad social, no admiten que esta debacle económica es un fenómeno mundial, que trasciende nuestras fronteras y que no es culpa de un partido político, de una corriente ideológica, de un gobierno local, sino que es algo que está más allá de los controles de un país, de un gobernante, de una clase política. Por otra parte, algunos se autoproclaman como los únicos salvadores, los únicos que tienen la solución para cambiar este desorden en las finanzas. Se creen la única alternativa que podría lograr un presente y un futuro confiables.

JUZGAR

El Papa Benedicto XVI, en su Encíclica Caritas in veritate, al analizar ese fenómeno, dice que, hace años, «la actividad económica y la función política se movían en gran parte dentro de los mismos confines y podían contar, por tanto, la una con la otra. La actividad productiva tenía lugar predominantemente en los ámbitos nacionales y las inversiones financieras circulaban de forma bastante limitada con el extranjero, de manera que la política de muchos estados podía fijar todavía las prioridades de la economía y, de algún modo, gobernar su curso con los instrumentos que tenía a su disposición. En nuestra época, el Estado se encuentra con el deber de afrontar las limitaciones que pone a su soberanía el nuevo contexto económico-comercial y financiero internacional, caracterizado también por una creciente movilidad de los capitales financieros y los medios de producción materiales e inmateriales. Este nuevo contexto ha modificado el poder político de los estados» (24).

Es sorprendente «el estallido de la interdependencia planetaria, ya comúnmente llamada globalización… Es sorprendente el alcance y la impetuosidad de su auge. Surgido en los países económicamente desarrollados, este proceso ha implicado por su naturaleza a todas las economías. Ha sido el motor principal para que regiones enteras superaran el subdesarrollo y es, de por sí, una gran oportunidad. Sin embargo, sin la guía de la caridad en la verdad, este impulso planetario puede contribuir a crear riesgo de daños hasta ahora desconocidos y nuevas divisiones en la familia humana» (33).

Es un hecho que «las actividades económicas no se limitan a territorios definidos, mientras que las autoridades gubernativas siguen siendo sobre todo locales» (37). Por ello, «ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres» (67).

 

ACTUAR

Se necesita un nuevo orden mundial, una nueva estructura económica internacional, un nuevo sistema financiero, que trascienda los gobiernos locales y que ayude a construir justicia y solidaridad. Sin embargo, mientras esto se va construyendo, cada quien hemos de hacer lo que nos toca y no reducirnos a lamentos y acusaciones. Hay que cuidar el propio trabajo, o buscar actividades laborales y productivas sencillas, sin pretensiones de elevados salarios. Dios da de comer a los pájaros, pero no en el nido; tienen que salir a buscar desde temprano y durante el día; así, no se mueren de hambre. Cuidemos el trabajo y evitemos gastos superfluos. Podremos salir adelante.

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ZENIT Staff

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