CASTEL GANDOLFO, domingo 30 de agosto de 2009 (ZENIT.org).- El Papa explicó hoy cómo los padres preparan las vocaciones de sus hijos, ayudándoles a descubrir el plan de amor de Dios, con generosa dedicación.
Lo hizo este mediodía en el patio de la residencia de Castel Gandolfo con motivo del Ángelus en el encuentro semanal con los peregrinos.
“Cuando los cónyuges se dedican generosamente a la educación de los hijos, guiándoles y orientándoles en el descubrimiento del plan de amor de Dios, preparan ese fértil terreno espiritual en el que florecen y maduran las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.
“Se revela cuán íntimamente están ligadas y se iluminan mutuamente el matrimonio y la virginidad, a partir de su común arraigo en el amor esponsal de Cristo, añadió.
Para indicar la importancia de la familia en la vocación de cada persona, Benedicto XVI destacó el ejemplo de numerosas “auténticas familias cristianas que han acompañado la vida de generosos sacerdotes y pastores de la Iglesia” a lo largo de la historia.
Concretamente se refirió a los esposos beatos Luigi Beltrame Quattrocchi y Maria Corsini y a las familias de los santos Basilio Magno y Gregorio Nacianceno.
Y, con más detenimiento, el Santo Padre se detuvo a explicar el ejemplo de Santa Mónica, cuya fiesta se celebró este jueves, y su influencia en el camino de santidad de su hijo San Agustín.
Para el que llegó a ser obispo de Hipona, Santa Mónica se convirtió en “más que madre, la fuente de su cristianismo” y él repitió que su madre “lo había engendrado dos veces”, destacó el Papa.
También se refirió a la Exhortación Apostólica de Juan Pablo II Familiaris consortio, afirmando que “este documento, además de ilustrar el valor del matrimonio y las funciones de la familia, solicita a los esposos un particular compromiso en el camino de santidad, que, sacando gracia y fuerza del sacramento del matrimonio, les acompaña a lo largo de toda su existencia”.
Finalmente, el Papa tomó una parte de la oración del Año Sacerdotal para pedir que “por intercesión del Santo Cura de Ars, las familias cristianas se conviertan en pequeñas iglesias, en las que todas las vocaciones y todos los carismas, dados por el Espíritu Santo, puedan ser acogidos y valorados”.