La Iglesia católica en Grecia, entre luces y sombras

Entrevista al presidente de la Conferencia Episcopal Católica Griega

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ATENAS, domingo, 30 de agosto de 2009 (ZENIT.org).- La Iglesia católica en Grecia constituye una minoría religiosa que sigue su camino de esperanza dando testimonio de su fe, a pesar de las discriminaciones que sufre.

Así lo señala el arzobispo de Atenas y presidente de la Conferencia Episcopal Católica Griega, monseñor Nikolaos Foskolos, en la siguiente entrevista a ZENIT. 

La falta de un ecumenismo a nivel oficial en el país y las relaciones estrechas entre la Iglesia ortodoxa y el Estado griego ocasionan una especie de “discriminación religiosa”. 

La Iglesia católica en Grecia cuenta con una presencia minoritaria que, además de una histórica comunidad de residentes especialmente en la isla, recoge una comunidad internacional cada vez mayor.  

–¿Cómo se compone y dónde se concentra esta gran familia?  

–Monseñor Nikolaos Foskolos: Para entender mejor la situación de la Iglesia católica en Grecia, hay que tener en cuenta algunos datos estadísticos. 

Grecia tiene una extensión de cerca de 132.000 kilómetros cuadrados y su población ronda los 11 millones de habitantes, de los cuales casi el 97% profesa la fe cristiana ortodoxa. 

Por eso, el artículo 3 de la Constitución reconoce como religión “dominante” la de la Iglesia Oriental Ortodoxa, Iglesia oficial del Estado. Consecuencia: para la mayoría de los ortodoxos griegos, el que no es ortodoxo no está considerado verdaderamente griego. Las demás confesiones cristianas y las otras religiones son llamadas oficialmente “religiones extranjeras”. 

Hay una minoría musulmana, sobre todo en Tracia (cerca de Turquía), una pequeña comunidad judía y diversos grupos de confesiones protestantes. En los últimos años, además, se siente fuertemente la presencia de diversas sectas de origen americano. 

Los católicos griegos son unos 50.000 fieles, es decir, el 0,5% de la población, constituyendo por tanto una minoría religiosa, no étnica. Especialmente en las islas, los católicos conviven con los ortodoxos con los mismos nombres, los mismos apellidos y las mismas tradiciones y su contribución a la literatura es considerable. 

La mayor parte de los católicos griegos se encuentra (desgraciadamente) en Atenas, en una ciudad de unos cuatro millones de habitantes. Un número destacado se concentra en las islas Cícladas, especialmente en Siros (8.000) y Tinos (3.000), donde hay pueblos enteros católicos. Después en Corfú, Patras, Salónica, Giannitsa, Kavala, Volos y otras ciudades de la Grecia continental. Una iglesia en Nauplia y otra en Aspra Spitia (en el Aluminium de Grèce) ofrecen un gran servicio a los turistas católicos que visitan frecuentemente Micenas y Epidauro (en el Peloponeso) y Delphi (en Beocia). La presencia de católicos griegos continúa en varias islas (Creta, Rodas, Kos, Naxos, Santorini, Samos, Quíos, Cefalonia, Zante, etcétera). 

Casi todos los católicos griegos pertenecen al rito romano, unos 2.500 al rito bizantino, y hay algunos centenares de fieles de rito armenio. 

–Grecia, por su posición geográfica, es desde la antigüedad, lugar de encuentro entre civilizaciones. Recientemente, los flujos migratorios y el ingente número de refugiados han marcado profundamente la historia política y religiosa de esta tierra. ¿Qué nuevas comunidades ha visto la Iglesia católica llamar a sus puertas y con qué actividades pastorales responde a sus necesidades? 

–Monseñor Nikolaos Foskolos: En las últimas décadas, ha aumentado continuamente la presencia de católicos procedentes de diversas partes del mundo que se han instalado definitivamente en Grecia. Su número hoy debe superar el de los católicos griegos. La mayoría son mujeres (muchas de ellas italianas) que se han casado con un griego al que conocieron cuando estudiaban o trabajaban en el extranjero. También el turismo ha favorecido muchos matrimonios mixtos. 

Además de estos fieles, que con el paso del tiempo se incorporan a la Iglesia católica local, hay otro millar de católicos de “permanencia provisional” (desde algunos meses hasta un par de años) que son inmigrantes en busca de trabajo o de asilo político. En este caso tenemos:  

·Los polacos,  que hace algunos años llegaban a los 120.000 y ahora se considera que son 40.000 

·Los filipinos, cerca de 45.000, de los cuales 15.000 están en la zona de Atenas

·Los iraquíes, de rito caldeo, cerca de 4.000, sobre todo en la zona de Atenas

·Los albaneses están diseminados por todo el país y es difícil determinar su número

·Los ucranianos, los rumanos y otros católicos de países de la exUnión Soviética

·Otros católicos de Oriente Próximo y Oriente Medio, así como de varios países africanos. 

De esta manera, el número total de católicos presentes en Grecia supera ampliamente las 250.000 almas. Las cifras exactas son imposibles porque muchos de estos fieles son “ilegales”. 

Hay 6 obispos católicos (4 de rito romano, 1 de rito bizantino y 1 de rito armenio, que es al mismo tiempo Ordinario de los armenios en Irán, Armenia, Georgia, etcétera). 

Hay 51 sacerdotes del clero secular y unos 35 sacerdotes religiosos. 

Hay diversas comunidades religiosas (jesuitas, capuchinos, asuncionistas, lazaristas, franciscanos, dominicos, Hermanos maristas, Hermanos de las Escuelas Cristianas, carmelitas, dominicas, ursulinas, Hermanas de San José de la Aparición, Hermanas de la Caridad, misioneras de la Caridad de Madre Teresa, Hermanitas de Jesús, Hermanas de la Santa Cruz y Hermanas de Pammakaristos (éstas dos últimas comunidades son de derecho diocesano). 

Desde el punto de vista pastoral, el problema principal es la dispersión. De ella se derivan todos los demás problemas que la Iglesia católica afronta en el día a día: matrimonios mixtos, reunión de los niños para la catequesis, iniciativas para adolescentes y jóvenes, la formación de la comunidad eclesial misma). Esta diseminación, también en las ciudades, hace muy difícil el trabajo de los sacerdotes, de los religiosos y de las religiosas, especialmente si se considera que en las dos últimas décadas el problema de las nuevas vocaciones es muy preocupante, sobre todo para la vida religiosa. 

–La distribución de pequeñas comunidades católicas en todo el territorio nacional, a pesar del gran compromiso y la admirable atención, hace entonces muy arduo el cuidado pastoral. ¿Cómo se afrontan esas dificultades?  

–Monseñor Nikolaos Foskolos: El número de sacerdotes y religiosos que prestan su servicio pastoral parece elevado respecto a la población de lengua griega, pero su edad es muy avanzada y, la diáspora dificulta la pastoral. 

Sentimos la necesidad urgente de tener sacerdotes de los países de procedencia de los católicos extranjeros. Sus lenguas no son conocidas en Grecia (por ejemplo, el albanés, el polaco, el árabe, la lengua filipina, etcétera) y todavía nos resulta más difícil entender su mentalidad. Para mantener la fe de la primera generación de los que han llegado de fuera e integrar a la segunda en la vida de nuestra Iglesia local es indispensable la presencia de sacerdotes (y si es posible de religiosas) del país de origen. 

–Tras la visita de la delegación oficial ortodoxa a Roma en marzo del 2002 y la visita oficial del cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, en febrero de 2003, las relaciones entre la Iglesia Ortodoxa de Grecia y la Iglesia católica parecen tomar un nuevo impulso. ¿Qué pequeños brotes han aparecido en estos años? 

–Monseñor Nikolaos Foskolos: Los elementos que unen a la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa son muchos más que los que las separan. A pesar de ello, ¡el ecu
menismo oficial en Grecia es inexistente!  

Después de la visita-peregrinación del Papa Juan Pablo II al Aerópago, el 4 de mayo de 2001, y el intercambio de visitas oficiales de la Delegación de la Iglesia de Grecia a Roma (en marzo de 2002), de la Delegación Romana a Atenas, encabezada por el cardenal Kasper (en febrero de 2003), y sobre todo la visita del arzobispo Christodulos a Roma (en diciembre de 2006), empezaron a vislumbrarse eventuales relaciones con la Iglesia católica local. Pero el tiempo pasa y la situación no cambia. De hecho, en los últimos años se nota un fundamentalismo ortodoxo creciente por parte de algunos obispos, sacerdotes y monjes, seguidos por laicos “practicantes”. 

Ciertamente, después de estas visitas “oficiales” no debemos esperar milagros inmediatos. Las dos Iglesias todavía no se conocen lo suficiente y la historia del pasado pesa sobre nuestras espaldas, especialmente la historia de la cuarta cruzada, de la que en 2004 se celebró el 800 aniversario. 

Aunque no hay un ecumenismo oficial a nivel de Iglesia, existe, sin embargo, “el ecumenismo práctico”: celebraciones en nuestras iglesias, en lengua moderna (por tanto, comprensible para el pueblo), de bautismos, matrimonios, funerales y misas de difuntos, fiestas patronales, etcétera, con la participación de muchos hermanos ortodoxos, a causa de los matrimonios mixtos o de obligaciones sociales. Así pueden ver la realidad de nuestra Iglesia y cambiar la actitud, a menudo hostil con la Iglesia católica, debida a los prejuicios adquiridos en la escuela desde su infancia. En ciertas islas (Siros, Tinos, Corfú) se nota un espíritu un poco diferente, dado que el porcentaje de presencia católica es más alto. 

Consecuencia de los acontecimientos históricos del pasado, de la falta de un verdadero ecumenismo en Grecia y de las estrechas relaciones entre la Iglesia ortodoxa y el Estado griego (por ejemplo, la Iglesia ortodoxa, antes de dar el permiso para la celebración de un matrimonio “mixto”, es decir, entre un católico y una ortodoxa o viceversa, exige de los futuros esposos una acta notarial con la promesa de que los hijos serán bautizados ortodoxos) es la discriminación religiosa que, lamentablemente, aún persiste en nuestro país, a pesar de la pertenencia de Grecia a la Unión Europea. 

Así, por ejemplo, nuestra catedral de San Dionisio, caracterizada como monumento neoclásico de Atenas y en pleno centro de la ciudad, no ha sido iluminada externamente por el ministerio competente, el cual, para los Juegos Olímpicos del 2004, iluminó los demás edificios principales de la misma calle, que es la más céntrica de Atenas. El ministerio de Cultura ha encontrado hasta ahora excusas para no contribuir a la restauración de la misma catedral tras los daños provocados por el terremoto del 1999 y no responde a mis repetidas cartas, mientras las iglesias ortodoxas dañadas por el terremoto han sido reparadas o están en vías de reparación a cargo del Estado. La catedral de San Dionisio se ha convertido en peligrosa, como edificio, y ¡qué pasaría si viniese otro terremoto! 

En este entorno poco fácil han aparecido recientemente dos pequeños brotes de esperanza: 

El Metropolita de Mesenia, monseñor Crisostomo, por iniciativa propia y a pesar de la oposición de los fundamentalistas, nos ha concedido el uso de una capilla en la ciudad de Kalamata, frente a su palacio episcopal, para la pastoral de los numerosos fieles nuestros residentes en aquella zona del Peloponeso, donde no hay ninguna iglesia católica. 

Por otra parte, el pasado 10 de  mayo, en el ámbito del Año Paulino, celebramos las Vísperas en el Aerópago. Para la ocasión, el Vicario general del arzobispo ortodoxo de Atenas nos prestó el mismo icono de San Pablo venerado en la catedral ortodoxa, que fue colocado en el mismo lugar durante la peregrinación de Juan Pablo II el 4 de mayo de 2001. 

Vivimos con esperanza. Nuestra Iglesia en Grecia, con la presencia de tantos hermanos en la fe, procedentes de diversas partes del mundo, continúa su camino dando testimonio de la fe católica, y convencida de que ha sido puesta por la Providencia como un puente entre Oriente y Occidente. 

Estamos seguros de que el Señor de la Iglesia, a través de su Espíritu vivificante, encontrará la manera de crear el camino de la unidad entre sus creyentes a pesar de nuestras debilidades. 

[Por Giovanni Patriarca, traducción del original en italiano por Patricia Navas] 

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ZENIT Staff

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