CIUDAD DEL VATICANO, viernes 11 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el mensaje hecho público hoy por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, dirigido a los musulmanes con motivo del final del Ramadán.
* * *
Cristianos y Musulmanes:
juntos para vencer la pobreza
Queridos amigos musulmanes:
1. Con ocasión de la conclusión del mes de Ramadán, deseo enviaros augurios de paz y de alegría y, a través de este mensaje, proponer una reflexión común sobre el tema: Cristianos y Musulmanes: juntos para vencer la pobreza.
2. Debemos sin duda alegrarnos de que, a lo largo de los años, este Mensaje del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso se haya convertido no sólo en una costumbre, sino en una cita esperada. En muchos países, supone una ocasión de encuentro amistoso entre numerosos cristianos y musulmanes. No es raro que corresponda a una preocupación compartida, propicia para intercambios confiados y abiertos. Todos estos elementos ¿no constituyen ya signos de amistad entre nosotros por los que dar gracias a Dios?
3. Entrando en el tema de este año, la persona humana que atraviesa situaciones de indigencia está indiscutiblemente en el centro de los preceptos que, con títulos diversos, nos son queridos. La atención, la compasión y la ayuda que todos, hermanos y hermanas en humanidad, podemos ofrecer al que es pobre para devolverle su lugar en la sociedad de los hombres, es una prueba viviente del Amor del Altísimo, ya que es el hombre en cuanto tal al que Él nos manda amar y ayudar, sin distinción de pertenencia.
Todos sabemos que la pobreza humilla y genera sufrimientos intolerables; estos están a menudo en el origen del aislamiento, de la ira, incluso del odio y del deseo de venganza. . Esto podría empujar a acciones hostiles con todos los medios disponibles, buscando justificarlos también con consideraciones de orden religiosas: apoderarse, en nombre de una pretendida «justicia divina», de la riqueza del otro, incluyendo su paz y su seguridad. Por esto, rechazar los fenómenos del extremismo y la violencia exige necesariamente la lucha contra la pobreza a través de la promoción de un desarrollo humano integral, que el Papa Pablo VI definió como «el nuevo nombre de la paz» (Carta Encíclica Populorum Progressio, 1975, n. 76).
En la reciente carta encíclica Caritas in Veritate sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad, Su Santidad el Papa Benedicto XVI, teniendo en cuenta el contexto actual del compromiso en favor del desarrollo, apunta, entre otras cosas, la necesidad de una «nueva síntesis humanística» (n. 21) que, salvaguardando la apertura del hombre a Dios, lo recoloque «en el centro y la cumbre de todo cuanto existe en la tierra» (n. 57). Un auténtico desarrollo, por tanto, no podrá dejar de estar ordenado «a todo el hombre y a todos los hombres» (Populorum Progressio, n. 42).
4. En su homilía del pasado 1 de enero, con ocasión de la Jornada Mundial de la Paz 2009, el Papa Benedicto XVI distinguía entre dos tipos de pobreza: una pobreza que combatir y una pobreza que abrazar.
La pobreza que combatir está a los ojos: el hambre, la falta de agua potable, la escasez de cuidados médicos y de viviendas adecuadas, la carencia de sistemas educativos y culturales, el analfabetismo, sin callar por otro lado la existencia de nuevas formas de pobreza «como por ejemplo en las sociedades ricas y progresadas, … fenómenos de marginación, de pobreza relacional, moral y espiritual» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2009, n. 2).
La pobreza que elegir es la que invita a llevar un estilo de vida sencillo y esencial, que evita el despilfarro, respeta el medio ambiente y todos los bienes de la Creación.
Esta pobreza es también, al menos durante ciertos periodos del año, la de la frugalidad y el ayuno. La pobreza elegida nos predispone a salir de nosotros mismos y dilata el corazón.
5. Como creyentes, desear la concertación para buscar juntos soluciones justas y duraderas al flagelo de la pobreza significa también reflexionar sobre los graves problemas de nuestro tiempo y, cuando es posible, comprometerse juntos para encontrar una respuesta. Es necesario, en esto, que la referencia a los aspectos de la pobreza ligados a la globalización de nuestras sociedades revista un sentido espiritual y moral, porque compartimos la vocación a construir una sola familia humana en la que todos -individuos, pueblos y naciones- regulen sus comportamientos según los principios de fraternidad y responsabilidad.
6. Una mirada atenta sobre el complejo fenómeno de la pobreza nos conduce a ver en ella fundamentalmente el origen en la falta de respeto de la dignidad innata de la persona humana, y nos llama a una solidaridad global, por ejemplo a través de la adopción de un «código ético común» (Juan Pablo II, Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, 27 de abril de 2001, n. 4) – cuyas normas no tendrían solamente un carácter convencional, sino que estarían enraizadas en la ley natural inscrita por el Creador en la conciencia de cada ser humano (cf. Rm 2, 14-15).
7. Parece que en diversos lugares del mundo hemos pasado de la tolerancia al encuentro, a partir de una visión común y de preocupaciones compartidas. Esto es ya un importante objetivo alcanzado.
Poniendo a disposición de todos la riqueza que brota de la oración, del ayuno y de la caridad de unos y otros, ¿no sería posible quizás que el diálogo movilizara las fuerzas vivas de cuantos están en camino hacia Dios? El pobre nos interpela, nos desafía, pero sobre todo nos invita a colaborar por una noble causa: ¡la de vencer su pobreza!
¡Feliz ‘Id al-Fitr’ !
Jean-Louis Cardinale Tauran
Presidente
Arzobispo Pier Luigi Celata
Secretario
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez]