CIUDAD DEL VATICANO, lunes 21 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI invitó este lunes a los obispos ordenados en el último año a «ser hombres de oración» y «padres para los sacerdotes», durante la audiencia concedida en Castel Gandolfo.
Benedicto XVI recibió, como es costumbre, a los obispos recién consagrados, que cada año son invitados a Roma para recibir ayuda y asesoramiento en su nueva misión eclesial, y a tener su primera experiencia de «colegialidad afectiva», «que une a todos los obispos en un único cuerpo apostólico, junto con el sucesor de Pedro».
El congreso es organizado por la Congregación para los Obispos y por la Congregación para las Iglesias Orientales, presididas por los cardenales Giovanni Battista Re y Leonardo Sandri respectivamente.
El Papa quiso resaltar la coincidencia de su congreso con el Año Sacerdotal, explicando que «lo que vale para los presbíteros, vale aún más para nosotros los obispos».
«Es importante no olvidar que una de las tareas esenciales del obispo es precisamente la de ayudar, con el ejemplo y con el apoyo fraterno, a los sacerdotes a seguir fielmente su vocación, y a trabajar con entusiasmo y amor en la viña del Señor», les exhortó.
El gesto del sacerdote, «cuando pone sus propias manos en las manos del obispo en el día de su ordenación presbiteral, compromete a ambos: el sacerdote y el obispo», explicó el Papa.
Esta «tarea solemne» del obispo de «custodiar y promover la identidad sacerdotal de los presbíteros confiados a sus cuidados pastorales», es más importante hoy en que «esta identidad está por desgracia sometida a dura prueba por la creciente secularización».
«De modo especial, el obispo está llamado a alimentar en los sacerdotes la vida espiritual, para favorecer en ellos la armonía entre la oración y el apostolado», advirtió el Papa.
Ante todo, subrayó la importancia de la oración en la vida de los sacerdotes y de los obispos: «la atención a los problemas de cada día y las iniciativas dirigidas a conducir a los hombres por el camino de Dios, no deben nunca distraernos de la unión íntima y personal con Cristo».
«El tiempo que el sacerdote y el obispo consagran a Dios en la oración es siempre el mejor empleado, porque la oración es el alma de la actividad pastoral, la «linfa» que le infunde fuerza, es el apoyo en los momentos de incertidumbre y la fuente inextinguible de fervor misionero y de amor fraterno hacia todos», añadió el Papa.
En este sentido, les pidió especialmente cuidar la celebración diaria de la Eucaristía, la Liturgia de las Horas, la lectio divina, el rezo del rosario y la adoración eucarística.
«En el centro de la vida sacerdotal está la Eucaristía», concluyó el Papa . Ésta debe «iluminar por vuestra jornada y la de vuestros sacerdotes, imprimiendo su gracia y su influjo espiritual en los momentos tristes o alegres, agitados o en reposo, de acción y de contemplación».
[Por Inma Álvarez]