CIUDAD DEL VATICANO, lunes 2 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI destacó la necesidad de que los distintos países que se integran en la Unión Europea mantengan su identidad.
Lo hizo este sábado al recibir en el Vaticano al nuevo embajador de Bulgaria ante la Santa Sede, Nikola Ivanov Kaludov, quien le presentó sus Cartas credenciales.
“Es importante que en el proceso de la construcción europea ninguna población sacrifique su propia identidad cultural, sino que encuentre al contrario las maneras de enriquecer con sus buenos frutos al conjunto comunitario”, afirmó el Papa.
Para el Santo Padre, la cultura cristiana que impregna profundamente el pueblo búlgaro, como el de muchos otros países europeos, “no es sólo un tesoro del pasado para conservar, sino tanto como la garantía de un futuro realmente prometedor”.
Un futuro, continuó, “en el que se protege al hombre de las tentaciones que siempre amenazan con hacerle olvidar su propia grandeza, a través de la unidad del género humano y las exigencias de solidaridad que ésta implica”.
Dirigiéndose al diplomático búlgaro, Benedicto XVI indicó que “debido a su situación geográfica y cultural, es especialmente acertado, como usted ha expresado, que su nación no se preocupe sólo por su propio destino, sino que manifieste una gran atención a sus países vecinos y trabaje para proteger sus lazos con la Unión europea”.
También aseguró que la comunidad católica en Bulgaria desea trabajar por el bien común y afirmó que esta preocupación compartida “constituye uno de los elementos que deben facilitar el diálogo entre las diversas y numerosas comunidades religiosas que componen el paisaje cultural de su antigua nación”.
“Este diálogo -continuó-, para que sea sincero y constructivo, requiere un conocimiento y una estima recíproca que los poderes públicos pueden favorecer mucho, por la consideración que ellos tengan de las diferentes familias espirituales”.
El Papa destacó también la necesidad de “estar atento a crear las condiciones para una globalización exitosa”.
Y añadió que, “para que ésta pueda ser experimentada de una manera positiva, debe servir, en efecto, a “todo hombre y a todos los hombres”.
En su discurso, Benedicto XVI destacó algunos temas de su última encíclica “Caritas in veritate”, como la necesidad de que el desarrollo “no se refiera sólo al ámbito económico, sino que tenga en cuenta la integridad de la persona humana”.
“La medida del hombre no reside en lo que tiene, sino en el desarrollo de su ser según todo el potencial que oculta su naturaleza”, explicó.
“Este principio encuentra su razón última en el amor creador de Dios, que revela plenamente la Palabra divina -prosiguió-. En este sentido, para que el desarrollo del hombre y de la sociedad pueda ser auténtico, debe necesariamente comportar una dimensión espiritual”.
Por otra parte, ese desarrollo, subrayó, “también pide a todos las personas con responsabilidades públicas una gran exigencia moral ante ellos mismos para poder ejercer la parte de autoridad que les es confiada de manera eficaz y desinteresada”.