MÉXICO, jueves 5 de diciembre de 2009 (ZENIT.org – El Observador).- Mediante un comunicado emitido el día de ayer, la Confrerencia del Episcopado Mexicano (CEM) mostró su preocupación por las noticias recientes recibidas estos últimos días «de las constantes amenazas, intimidaciones y agresiones de que es objeto la Casa del Migrante, los migrantes que se alojan en el refugio y el personal que lo atiende, particularmente en «Belén, Posada del Migrante», que se ubica en la ciudad de Saltillo, en el Estado de Coahuila, fronterizo con Estados Unidos.
El comunicado, firmado por monseñor José Leopoldo González González, obispo auxiliar de Guadalajara y secretario general de la CEM, hace un llamado a las autoridades del Estado de Coahuila para que en el ejercicio de sus responsabilidades investiguen sobre los ataques y amenazas, prevengan y procuren protección a los servicios y apoyos que se instrumentan a favor de los migrantes que transitan por nuestro país con el único afán de obtener una mejor calidad de vida».
Cada día miles de migrantes cruzan la frontera con Estados Unidos buscando mejorar sus ingresos y los de su familia; muchos de ellos son atendidos y cuidados, en el camino hacia el Norte, por casas del migrante que dependen, directamente, de diversas asociaciones católicas y reciben un cuidado especial de la Iglesia católica.
«Rogamos a las autoridades que adopten sin demora medidas efectivas de protección para garantizar la seguridad de quienes trabajan en Belén, Posada del Migrante y que se reconozca el trabajo tan importante de quienes brindan ayuda humanitaria a los migrantes», ha escrito monseñor González, a nombre de todos los obispos mexicanos.
Más adelante, el secretario general de la CEM recordó que el maltrato de personas y familias por parte del crimen organizado que secuestra a los migrantes –sobre todo a los centroamericanos– para extorsionar a sus familiares que residen en Estados Unidos o en México, y el abuso que reciben a veces de las autoridades federales, estatales y municipales, dejando delitos impunes que se cometen en territorio nacional, no se pueden pasar de largo.
«La Iglesia que actúa en nombre del mandamiento supremo de Jesucristo que consiste en amar a Dios y a nuestros hermanos, en especial a los más pobres y necesitados», no puede dejar pasar esta oportunidad de solidarizarse con los migrantes y de hacer que se velen sus derechos y los derechos de las personas que los asisten, escribió monseñor Leopoldo González.
El comunicado de prensa recordó palabras del Papa Benedicto XVI que con la siguiente indicación pone en la mira del trabajo de toda la Iglesia el tema de los migrantes: “esta es la misión de la Iglesia y de todos los bautizados, una misión que con atenta solicitud pastoral se dirige también al variado universo de los emigrantes -estudiantes fuera de su país, inmigrantes, refugiados, prófugos, desplazados-, incluyendo los que son víctimas de las esclavitudes modernas, como por ejemplo en la trata de seres humanos”.
«Tenemos la responsabilidad de manifestar el amor que está condensado en el mensaje evangélico, y los auténticos discípulos de Cristo se reconocen por su amor mutuo y por acoger a todos», concluyó diciendo el prelado mexicano, a nombre de los obispos del país.
[Por Jaime Septién]