ROMA, viernes 6 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Usuarios de la carretera y del ferrocarril, mujeres y niños de la calle y personas sin hogar son las cuatro categorías de personas frente a las cuales la Iglesia debe promover una pastoral cada vez más atenta a sus necesidades y dispuesta a hacer salir de situaciones de discriminación y de penuria.
Así lo señala el Documento final del Primer Encuentro Europeo Integrado de Pastoral de la Calle, celebrado en Roma del 29 de septiembre al 2 de octubre, sobre el tema “El mismo Jesús se acercó y siguió con ellos” (Lc 24,15). Pastoral de la Calle: un camino juntos”.
En el encuentro, participaron directores nacionales, representantes de conferencias episcopales y varios expertos procedentes de quince países europeos, un representante de la Soberana Orden Militar de Malta y delegados de varias asociaciones y movimientos.
Conclusiones
El documento final del congreso, enviado a ZENIT por el Consejo Pontificio de la Pastoral para los Migrantes y los Itinerantes, incluye 57 conclusiones que parten de la constatación de que la pastoral de la calle “constituye un testimonio profético” y que “cuando vuelve a la calle, en la que nació, el Evangelio expresa toda su fuerza de muchas maneras”.
Las conclusiones se refieren en primer lugar a los usuarios de la carretera y del ferrocarril, destacando que, en una sociedad en la que el tráfico está en constante aumento, se verifica “una competencia cada vez más dura”, que provoca “un aumento de tensiones psicológicas y físicas en un gran número de camioneros”.
Para afrontar problemas como “horarios de trabajo irregulares, largas ausencias de la familia, y que disminuyan o desaparezcan las relaciones sociales y las amistades”, la Iglesia desarrolla respuestas pastorales específicas.
Al mismo tiempo, recuerda que, para muchos trabajadores de la carretera, “existe un peligro constante de soledad y aislamiento” y, por tanto, es necesaria una “mayor atención”.
Las conclusiones recuerdan después la situación de las mujeres de la calle, “a menudo personas con múltiples problemas (de droga, vivienda, psicológicos, sida)” que necesitan “una variedad de respuestas pastorales integradas”.
Actualmente, reconoce el texto, se presta “una atención excesiva” a las cuestiones que se refieren a las maneras de intervenir, más que a la prevención e este problema.
“En el caso de las mujeres víctimas del tráfico de personas, es muy importante proporcionar a las víctimas potenciales una asistencia antes de la salida y una información sobre una emigración segura”.
Igualmente, las conclusiones afrontan el problema de la pastoral de los niños de la calle, que están aumentando “a causa de la desintegración familiar y del aumento de la movilidad”.
La Iglesia debe promover una “nueva visión” de estos jóvenes “contra los estereotipos” existentes, ayudando a las personas a “mirar más allá del elemento criminal que a menudo caracteriza a estos niños y ver en ellos positivas posibilidades futuras”.
Las conclusiones se refieren finalmente a la pastoral de las personas sin hogar, señalando que la Iglesia debe “prestar atención a ese problema con el objetivo de crear formas de relación y de coordinación de los recursos disponibles”.
En este contexto, “es importante permitir a las personas sin hogar romper el ciclo de la vida en la calle”, trabajando con ellos “en el lugar y al ritmo de su elección, respondiendo inmediatamente a las posibilidades de intervención”.
“Las razones que llevan a las personas a vivir en la calle son muchas y variadas -admite el texto-. Es necesario un enfoque pastoral de escucha y compasión que permita comprender su historia sin un juicio moral inmediato”.
Recomendaciones
El documento señala que la fuerza del Evangelio es “explosiva e imparable” y para los que se encuentran en la calle “siempre es importante realizar gestos que sean reconocibles y comprender que nosotros también podemos recibir el Evangelio a través de ellos”.
También invita, en primer lugar, a desarrollar una pastoral de los usuarios de la carretera y el ferrocarril que “incluya la educación, particularmente de los jóvenes, a la responsabilidad en la conducción y a la seguridad vial”.
Entre las diversas iniciativas, “también debe ser alentado el desarrollo de emisoras de radio cristianas”.
Respecto a las mujeres de la calle, se recuerda que las intervenciones “deben ser siempre personales y hacer constante referencia al individuo que tiene un rostro y una historia única”, y que “establecer una relación de confianza es esencial”.
También se deberá dedicar una atención particular también a la formación de los agentes de pastoral, en concreto del clero y de las comunidades religiosas masculinas, para su trabajo con la “parte de la demanda” de prostitución, promoviendo un estilo de vida “que respete la sexualidad como parte constitutiva y noble de los seres humanos, y no como algo que puede ser comercializado o alienado”.
La Iglesia debe ser también “la voz” de los niños de la calle, prestando especial atención a la prevención “a través de una toma de conciencia de los problemas que llevan a un chico a vivir en la calle”, y favorecer la propia responsabilidad de las personas sin hogar para su reinserción.
“Es importante recordar que las personas sin domicilio fijo forman parte de la parroquia en la que se encuentren en el momento presente”, concluye el documento.
Y añade: “Tienen derecho, por tanto, a la pastoral ordinaria que se ofrece y a una participación, del tipo que sea, en la que no es territorial”.
Por último, indica que “no es necesario recordar que esas personas tienen derecho a una sepultura cristiana, si se trata de fieles católicos, y, por consiguiente, a un recuerdo en la oración”.
[Por Roberta Sciamplicotti, traducción del original italiano por Patricia Navas]