“Hay una manera cristiana de ser artista”

Entrevista a Pascal Fagniez, autor de “Juan Pablo II y los artistas”

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ROMA, miércoles, 18 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Unos días antes del encuentro de Benedicto XVI con los artistas, el 21 de noviembre próximo, en la Capilla Sixtina, publicamos una entrevista con Pascal Fagniez, autor del libro en francés Jean-Paul II et les artistes, publicado en 2007 por Editions de l’Emmanuel.

Diseñador, fotógrafo y cantante, Pascal Fagniez es sacerdote de la diócesis de Cahors, al servicio de los artistas en la Comunidad del Emmanuel.

-Su libro ha sido escrito con motivo de una investigación universitaria. ¿Por qué escoger este tema?

Pascal Fagniez: Fue inesperado. Yo trabajaba sobre la santidad en la política a propósito de Edmond Michelet, deportado a Dachau y que llegó a ser ministro del general De Gaulle. Por eso estudiaba el personalismo en la moral social de Juan Pablo II, en el Instituto Católico de Toulouse. En esta circunstancia, descubrí la “Carta a los artistas” del papa en 1999. Aunque familiarizado con los escritos de Juan Pablo II, me disgustaba a veces su estilo literario. Cuál no sería mi sorpresa al leer la “Carta a los artistas”: descubrí en ella a un papa que hablaba mi lenguaje, un artista que hablaba a los artistas. Sin exagerar, puedo decir que fue una revelación, un deslumbramiento que se confirma en la lectura de otros numerosos discursos de este papa, y de sus predecesores, a los artistas.

-Se ha constatado una especie de divorcio entre la Iglesia y los artistas, se podría incluso decir que los artistas hoy no se interesan casi nada por la religión. ¿Qué hace la Iglesia para cambiar esto?

Pascal Fagniez: Se puede efectivamente hablar de un divorcio pero porque hay una historia de amor entre el arte y el Evangelio; historia que no está a punto de pararse, se lo aseguro. La Iglesia se ha beneficiado siempre del talento de los artistas al mismo tiempo que ella fue para ellos una fuente inagotable de inspiración. Cuando León XIII escribía en 1877 un poema en honor de la fotografía, ¡existe todavía esta felicidad amorosa! Es verdad que en torno al siglo XX sobreviene la ruptura. El arte ha asumido su autonomía a riesgo de caer bajo la influencia de dos nuevos maestros implacables: ¡la mercantilización y el egocentrismo!

Una de las respuestas: el diálogo. Juan Pablo II escribe en su “Carta a los artistas”: “El Concilio Vaticano II ha echado las bases de relaciones renovadas entre la Iglesia y la cultura, con consecuencias inmediatas para el mundo del arte. Se trata de relaciones marcadas por la amistad, la apertura y el diálogo”. Con el Concilio, se ha pasado de la benevolencia paternal al diálogo fraterno.

-Dénos ejemplos de este diálogo.

Pascal Fagniez: En este diálogo, la Iglesia no se contenta con dar consejos. En 1964, Pablo VI mostró arrepentimiento en la homilía de la “misa de los artistas” durante el concilio: “Os hemos ofendido recurriendo a lo falso, a la obra de arte barata”. Seremos más creíbles si no recurrimos más a objetos o músicas de mediocre calidad o inadecuadas a nuestras iglesias. En el mismo sentido, el nuevo presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, monseñor Gianfranco Ravasi declaraba hace poco en el diario La Croix que “la Iglesia no debe dedicarse a una recuperación azarosa de estilos antiguos ni a producciones artesanales sin ambición”.

Usted decía que los artistas no se interesaban ya por religioso. Pero desde siempre los artistas se interesan en la fe sin ser por fuerza creyentes. Y mucho de ellos expresan preocupaciones humanas fundamentales como la vida y la muerte, el amor y el odio, la comunión entre los seres y los poderes del espíritu, etc. Sus provocaciones y sus blasfemias son a veces llamadas de socorro. Así en 1980, en Munich, Juan Pablo II discierne el ecce homo en el arte moderno, el Cristo sufriente en el hombre “despojado de todos los adornos y transfiguraciones románticas, representado por así decir en una desnudez realista”.

-¿Hay un arte cristiano?

Pascal Fagniez: “El arte es en sí mismo sagrado y religioso”, escribía Pío XII. La Iglesia por tanto es benevolente ante todo el arte si es auténtico. “Si eres amigo del arte verdadero, eres nuestro amigo”, dice el Concilio.

Pero hay una manera cristiana de ser artista, que está ligada a la vida en el Espíritu Santo, a la fe, la esperanza y la caridad. Las obras de un Claudel o un fray Angelico, un Bach o, más recientemente, “La isla”, filme de Pavel Lounguine, poseen una luz que sólo el Evangelio puede dar. Y hay una forma de arte especial, el Arte Sacro, directamente ordenado al servicio de la liturgia. Todos los papas citados en mi libro conceden al arte en general un valor casi sacramental, confiriendo al artista una dignidad casi sacerdotal (¡cita de Beethoven en apoyo!). Pero el arte alcanza su cumplimiento en el Arte Sacro que la Iglesia sitúa en la cima, porque este arte comunica a Dios.

-¿La Iglesia tiene algo que aportar a los artistas?

Pascal Fagniez: Sí, en principio una respuesta por el arte mismo: las obras inolvidables del pasado, el trabajo de calidad de los artistas cristianos actuales, los encargos de iglesias u obras nuevas, sin olvidar el cuidado cotidiano aportado a nuestras liturgias. Y una respuesta intelectual: la reflexión bíblica, filosófica y teológica. “La Iglesia es experta en humanidad”, escribe Juan Pablo II cuando creó el Consejo Pontificio de la Cultura. Concediendo mucho tiempo y energía al pensamiento, la Iglesia no cesa de escrutar y pensar el mundo, y las reflexiones sobre el arte en su seno no faltan.

Hay, por tanto, una cosa que deploro, al menos en el mundo francófono, la escasez, incluso la ausencia total de referencias a los discursos de los papas en este campo. La incultura o, a la inversa, la superchería elistista de un cierto arte contemporáneo explican, en mi opinión, esta ausencia. Espero que mi libro estimule el interés por esta rica palabra de los papas a los artistas.

-¿Con qué palabras se quedaría de la relación de los papas con los artistas?

Pascal Fagniez: Una imagen: Juan Pablo II, riendo hasta las lágrimas en un espectáculo de circo hecho por adolescentes. La diversión es una forma de “caridad social” diría en 2000.

Una palabra del papa: la manera que tiene Juan Pablo II de dirigirse a los artistas en su Carta de 1999: “A todos aquellos que con dedicación apasionada buscan nuevas epifanías de la belleza para donarlas al mundo en la creación artística”.

Una palabra de artista: el anciano Miguel Ángel escribiendo: “Pintar y esculpir me apaciguan sin más. Mi alma se vuelve hacia el amor divino que actúa para prendernos, los brazos en cruz”. El arte es una búsqueda que prepara al encuentro verdadero.

-¿Hay una evolución en el discurso de los papas?

Pascal Fagniez: En principio, una constante: la benevolencia, como un reconocimiento de la especial sensibilidad de los artistas. Otra constante: los papas se interesan personalmente en el arte y les gusta encontrarse con los artistas.

Para ver la evolución, puedo a grandes rasgos trazarla así:

-Pío XII tiene un enfoque muy intelectual y filosófico que quiere abrazar todo el cosmos. Considera en principio el arte como una obra del espíritu humano. Es el único en dejar lugar al arte en dos encíclicas. En una, afirma que “importa mucho dejar campo libre al arte en nuestro tiempo”. Consciente de su autoridad magisterial, está a la escucha del mundo y sabe descifrar sus evoluciones. Por ejemplo cuando habla del arte “como expresión del sujeto o como interpretación del objeto”.

-el beato Juan XXIII merece su calificativo de “buen papa Juan”. En sus pocas palabras a los artistas, tiene tiempo para animar a quienes son incomprendidos en su época.

-Pablo VI es un combatiente de verbo lírico en quien encuentro los acentos de
San Pablo y San Agustín. Con él, se pasa de la enseñanza al diálogo, fraterno pero estrecho. Como un gran actor, vive en su cátedra el dramatismo del mundo y de la Iglesia. Su enfoque es notablemente cristológico. En referencia, y reverencia, al encuentro de Pablo VI con los artistas en 1964, monseñor Ravasi organizó el próximo encuentro de Benedicto XVI y los artistas en la Capilla Sixtina.

-Una vez elegido papa, Juan Pablo I prosiguió su arte de narrador impregnado de literatura e historia. Enseña en parábola ¡y nos deja incluso una historia divertida en las Actas oficiales de los papas! Pone en escena al célebre dominico francés Lacordaire y al beato Ozanam.

-Se descubre en su libro que Juan Pablo II se ha implicado mucho con los artistas.

Pascal Fagniez: Sí, innumerables encuentros y un número considerable de discursos, de estímulos e incluso de encargos de obras.

Juan Pablo II asume la herencia de sus predecesores con una mezcla de autoridad expresada tranquilamente, de benevolencia que algunos han juzgado demasiado irenista y de complicidad con los artistas. “Vosotros a quienes me siento ligado por experiencias que se remontan muy lejos en el tiempo y que han marcado mi vida de manera indeleble”. Pues él es un auténtico artista, autor de teatro y escritor de poemas durante más de sesenta años, siendo el último firmado “Juan Pablo II” en 2003.

Y si su carrera de actor fue breve, el mundo entero ha podido apreciar su fenomenal “presencia” escénica, su capacidad de captar a los auditorios por la palabra y la mirada, por su físico y más aún su oración.

Inscribe su reflexión en el arte en su combate más amplio por la cultura. La vocación artística de Juan Pablo II nace en un contexto en el que lo nazis quieren aniquilar la cultura polaca. “Soy hijo de una nación que sobrevivido únicamente apoyándose en su cultura”, dice, en 1980, en la Unesco en París. El papa polaco cree en el poder personal y social de la cultura.

Juan Pablo II aporta un plus por su credibilidad personal, su inmenso trabajo de reflexión y de encuentros con los artistas, en Montevideo o Varsovia, Salzburgo o la Scala de Milán. Conserva la dimensión filosófica y cósmica de Pío XII pero profundiza la vocación cristológica del artista expresada por Pablo VI. Su enfoque personalista le permite comprender e iluminar el drama existencial del hombre contemporáneo. Ahonda en el campo artístico, la dimensión del mal, de la vileza y tiene incluso una interesante reflexión sobre la pornografía en 1981.

-¿Y Benedicto XVI?

Pascal Fagniez: Benedicto XVI es un teólogo habituado a las justas intelectuales estrechas y un pastor de notable dulzura. Como pastor, no cesa de ir al encuentro de la gente y especialmente de los artistas, con, además, su credibilidad de artista porque es pianista. Prosigue el diálogo iniciado en el Vaticano II y el encuentro del sábado próximo no es el primero aunque revista un alcance especial.

Como teólogo, Benedicto XVI ha denunciado ya el conformismo desesperado de un cierto Arte Contemporáneo en su discurso en los Bernardinos de París. Como numerosos oyentes de este discurso, me sentí un poco desconcertado y superado por la densidad de exposición. Releyéndolo pacientemente, he descubierto una respuesta a los grandes interrogantes contemporáneos de los que los artistas son los portavoces: la tensión entre la subjetividad y la búsqueda de lazos unificadores, la relación del hombre con el cosmos, los enfoques plurales de la realidad, la inteligibilidad y la comunicabilidad de los seres, el cuerpo y la historia, la búsqueda interior y la representación del yo… Ante un medio cultural obsesionado por la “deconstrucción” y la “subversión”, Benedicto XVI deconstruye pacientemente estos nuevos conformismos afirmando que hay una Verdad que une a todas las criaturas y que es accesible en la historia por la belleza de la razón.

Benedicto XVI, que se hace también comentarista de obras, como en Mariazell en Austria, pide que más allá de las formas uno se nutra de contenido de “este arte milagroso” inspirado por la Iglesia. Este contenido, es el Evangelio. Formarse en el arte y formarse en el encuentro con Cristo son inseparables desde la encarnación del Logos divino. Sabiendo que el Evangelio puede ser servido por los artistas paganos como lo indicaba Benedicto XVI a propósito de las tradiciones precolombinas en América o como lo manifestaba a raíz de su visita a Auschwitz, citando la Antígona de Sófocles: “No estoy aquí para odiar con vosotros, sino para amar con vosotros”.

[Traducido del francés por Nieves San Martín]

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ZENIT Staff

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