ROMA, miércoles, 25 noviembre 2009 (ZENIT.org).- Caridad, verdad y justicia son las palabras clave para un nuevo humanismo también en el campo económico. Estas son las bases de la lección magistral dada este martes por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano, en la inauguración del año académico de la Universidad Europea de Roma.

La última encíclica de Benedicto XVI Caritas in Veritate fue punto de referencia del discurso de Bertone. El purpurado hizo referencias de carácter histórico y alusivas al magisterio de la Iglesia, en cuanto a los temas económicos y la actual crisis financiera mundial.

La última encíclica “devuelve al hombre al centro de un nuevo humanismo, cuyos valores son la caridad y la verdad”, empezó diciendo el cardenal Bertone. Los dos conceptos recordados por el Papa han sido a menudo objeto de “sospecha” (verdad) o de “malentendidos” (caridad, sobre todo en su acepción de “amor”.

El Santo Padre, sin embargo, ha señalado claramente la caridad y la verdad como “dos realidades fundamentales”, que no son “extrínsecas al hombre ni mucho menos impuestas a él en nombre de una visión ideológica cualquiera”, sino con un “profundo arraigo en la persona misma”, subrayó Bertone.

En el campo económico, los comportamientos humanos “no se  inspiran por el subjetivismo encaminado al egoismo a través de un cálculo hedonista, sino por la solidaridad fundada en el bien común”. Esto determina un humanismo “que encuentra origen en la doctrina del tomismo y en la praxis económica en el capitalismo mercantil”.

Bertone situó el nacimiento de este humanismo económico a caballo entre los siglos XIV y XV, en el centro de un “amplio e impetuoso movimiento cultural europeo” en el que se “redescubre al hombre llevándolo de nuevo al centro del mundo, es decir al centro de todos los intereses morales y espirituales”.

Nos encontramos, en esta época tardomedieval, en un momento económico de “impetuoso impulso”, “la mayor revolución, tras la neolítica y antes de la industrial, de la que Europa fue teatro”. En esta época empieza a circular la moneda, los títulos de crédito y el comercio.

Entre los siglos XIV y XV, tuvo lugar una revolución en la que los “carismas espirituales”, y en especial cristianos, tuvieron un papel imprescindible.

“Europa –añadió el purpurado- no sería como hoy la conocemos, incluso bajo el perfil social y económico, sin el movimiento benedictino o el franciscano, a partir de los cuales tuvieron origen innovaciones fundamentales también para la que luego se convertiría en la economía de mercado”.

Tras el año Mil, la proliferación de las abadías benedictinas planteó el problema, afrontado también por san Bernardo de Claraval, de los “vínculos que es oportuno poner a la actuación económica de la abadía” y al “riesgo de una acumulación improductiva de terrenos y riquezas”.

En la Carta Caritatis de 1098, se delinean dos principios en respuesta a los problemas antes enumerados. “Por una parte –afirmó Bertone- se afirma que no es lícito ‘construir la propia abundancia obteniéndola del empobrecimiento ajeno’”.

Además, la misma Carta sustituye el término “limosna” con el de “beneficencia”. Según el principio de la “beneficencia”, “la necesidad de quien pide ayuda debe ser valorada con inteligencia”, es decir hay que “comprender las razones por las que un pobre es tal”; además “la beneficencia no debe incentivar la pereza en el necesitado”.

No menos influyente es la tradición franciscana en el nacimiento de “instrumentos financieros típicos de una moderna economía de mercado: la carta de crédito; la contabilidad de empresa (piénsese en el franciscano Luca Pacioli, que en 1494 sistematiza de modo definitivo la doble partida); las letras de cambio; el foro de los mercaderes; la bolsa; y sobre todo los Montes de Piedad”.

Tras la disgresión histórica, el cardenal Bertone actualizó los principios del humanismo histórico en el auspicio de un “segundo humanismo” que proporcione una respuesta fuerte a las deformaciones de la economía actual.

En una época marcada por “globalización, liberalización, financiarización, nuevas tecnologías, migraciones globales, desigualdades sociales, conflictos identitarios, riesgos ambientales” se ha llegado a una gran crisis financiera determinada por el olvido de la “dimensión ética” de las finanzas mismas.

Entre los factores de este cambio, el secretario de Estado vaticano señaló “la mutación  radical en la relación entre finanzas y producción de bienes y servicios” y la “difusión en la cultura popular del ‘ethos’ de la eficiencia como criterio último de juicio y justificación de la realidad económica”.

La riqueza, por tanto, de medio para llevar una “vida buena” se convierte en fin en sí misma. Todo ello en coherencia con la “lógica del capitalismo” que “por naturaleza es ilimitada”. Se debería decir, más propiamente, interminable. Y es la lógica de la interminabilidad la que está en la base de los desastres financieros”, observó Bertone.

Un antídoto a tal desastre económico y ético es “el retorno de la moral, que significa, sobre todo, responsabilidad de la persona, antes que de los gobiernos, hacia los otros y su dignidad”.

Por tanto, los desequilibrios provocados por la globalización pueden afrontarse por los gobiernos nacionales especialmente “donde se están demostrando mayores las distorsiones del mercado en cuanto a marginar áreas geográficas periféricas, clases sociales más débiles y economías menos competitivas”, añadió el cardenal.

No se debe descuidar, sin embargo, la ética de la empresa que, en la economía globalizada, “debe dirigirse cada vez más a la ética y menos al lucro”. En este sentido, el cardenal Bertone citó la Caritas in Veritate la cual, lejos de distinguir simplemente entre lucro y no lucro, describe “una nueva amplia realidad compleja, que implica lo privado y lo público, y que no excluye el lucro, pero lo considera instrumento para fines humanos y sociales”.

El secretario de Estado vaticano concluyó citando las palabras clarividentes del papa Pablo VI que, en los años 70, auspició una Iglesia del futuro “que todavía denunciará el materialismo de toda especie, propio de nuestro tiempo, pero no maldecirá la gigantesca y maravillosa civilización de la ciencia, la industria, la técnica, la vida internacionalizada de nuestra época”.

Por Luca Marcolivio, traducido del italiano por Nieves San Martín