CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 9 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Sin la oración el sacerdote no puede vivir, reconoce el cardenal Cláudio Hummes, prefecto de la Congregación para el Clero, en una carta que ha enviado este mes de diciembre del Año Sacerdotal a los sacerdotes.
«No es difícil entenderlo –afirma–, porque la oración cultiva la intimidad del discípulo con su Maestro, Jesucristo. Todos sabemos que, cuando ella falta, la fe se debilita y el ministerio pierde contenido y sentido».
«La consecuencia existencial para el presbítero será la de tener menos alegría y menos felicidad en el ministerio de cada día. Es como si, en el camino del seguimiento a Cristo, el presbítero, que camina junto a otros, comenzase a retardarse cada vez más y de esta manera se alejase del Maestro, hasta perderlo de vista en el horizonte. Desde este momento, se encuentra perdido y vacilante».
Pero la falta de oración no sólo afectará al presbítero, sino a toda su comunidad eclesial, «dado que la comunidad sin pastor muere».
«Como Moisés, el presbítero debe quedarse con los brazos alzados hacia el cielo en oración para que el pueblo no perezca», asegura.
«Por esto, el presbítero debe permanecer fiel a Cristo y fiel a la comunidad; tiene necesidad de ser hombre de oración, un hombre que vive en la intimidad con el Señor. Además, tiene la necesidad de encontrar apoyo en la oración de la Iglesia y de cada cristiano», asegura.
«Las ovejas deben rezar por su pastor. Pero cuando el mismo pastor se da cuenta de que su vida de oración resulta débil es entonces el momento de dirigirse al Espíritu Santo y pedir con el ánimo de un pobre. El Espíritu volverá a encender la pasión y el encanto por el Señor».