Traslado de los restos de la cofundadora de las Misioneras Agustinas Recoletas

La sierva de Dios Esperanza Ayerbe reposa en la iglesia madre de la congregación

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MONTEAGUDO, viernes 11 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Con el fin de promover la causa de beatificación de la sierva de Dios Esperanza Ayerbe de la Cruz, cofundadora de las Misioneras Agustinas Recoletas, se ha  procedido a la exhumación de sus restos y al traslado desde el cementerio hasta la iglesia de la casa madre de la congregación, situada en Monteagudo, Navarra, España.

El pasado día 3, fiesta de san Francisco Javier –informa a ZENIT la congregación de Misioneras Agustinas Recoletas–, en el cementerio se reunieron las siguientes personas, después de haber firmado los requerimientos notariales: padre Carlos Ayerra, delegado episcopal; padre Samson S. Silloriquez, oar, postulador de la causa; padre Ricardo Mediavilla, oar, promotor de justicia; Ignacio Urizar, médico; María José Bustillo, notario; Mariano Herrero, alcalde de Monteagudo; Manuel Corpas, secretario del Ayuntamiento; la notario actuario, hermana Luz Beltrán; Jesús María Ucar y Javier Jiménez, ayudantes, para proceder al reconocimiento y traslado de los restos de la sierva de Dios Madre Esperanza Ayerbe de la Cruz.

Junto a ellos se encontraba la superiora general hermana Myrian del Carmen Neira, la consejera general hermana Rosa López, la superiora provincial hermana Josefa Ariza, y algunas hermanas más de la comunidad.

Terminado el proceso de  reconocimiento, el delegado episcopal ordenó se cerrara con llave el nuevo ataúd y se le entregara la llave.

El 5 de diciembre, Día de la Recolección Agustiniana, se realizó como estaba previsto el entierro en la nueva tumba de los restos de la madre Esperanza.

A las 12 horas, con una solemne procesión se inició la Eucaristía, presidida  por monseñor Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela. Concelebraron 22 sacerdotes agustinos recoletos.

Entre los acompañantes y en sitio destacado estuvieron los familiares de la madre Esperanza Ayerbe.

Finalizada la Eucaristía y antes de la bendición final, el padre general, dirigió unas palabras a los presentes, trasmitiendo los sentimientos que lo embargaban en ese momento tan especial, por ser el día de la Recolección Agustiniana y por la exhumación y traslado de los restos de Madre Esperanza. 

La segunda parte del rito consistió en la lectura y firma de las Actas que fueron depositadas dentro del ataúd, que fue sellado.

El padre Javier Guerra, prior general rezó un responso y la hermana Myrian del Carmen Neira hizo público el agradecimiento en nombre de todas las hermanas de la congregación.

Los novicios agustinos recoletos, junto seis hermanas y el arzobispo, trasladaron procesionalmente el ataúd a su nueva tumba en la iglesia madre de la congregación.

El objeto de este traslado es que se pueda orar ante la tumba de la sierva de Dios pidiendo alguna gracia por su intercesión.

Esperanza Ayerbe de la Cruz nació en Monteagudo, Navarra, el 8 de junio de 1890. A los 27 años ingresó en el Real Convento de la Encarnación de Madrid, para incorporarse a una vida de austeridad, de contemplación y de entrega total. Para asemejarse al Crucificado, toma el nombre de Esperanza de la Cruz.

Hace su profesión religiosa el 10 de diciembre de 1918. Catorce años inflamándose en la mística del real convento de la Encarnación, despiertan ese celo ardiente apostólico-misionero, que inunda toda su vida.

Como instrumento de la gracia surge monseñor Francisco Javier Ochoa, obispo de la  misión Kweitehfu en China, y con él y otras dos religiosas, parte en marzo de 1931a las misiones.

Cerca de diez años permanece en China, desplegando celo, irradiando bondad, ejercitándose en la humildad, virtudes que la caracterizaron durante toda su vida.

Esta experiencia misionera la llevó a abrir un noviciado en Monteagudo, su tierra natal,  el 2 de octubre de 1941, lo que dio inicio a la congregación de Agustinas Recoletas Misioneras de María para que armonizara oración y misión. Desde esa fecha se entrega al naciente instituto religioso al que ve crecer.

Llega a Colombia junto con cuatro religiosas en noviembre de 1945, después haber realizado ya fundaciones en España. Posteriormente funda en Venezuela, Argentina, y Ecuador. Tiene un papel muy importante en la adhesión de las agustinas recoletas, también misioneras de Brasil, y en la unión con la Agustinas Recoletas Terciarias de Cali, Colombia. Las primeras llevadas por monseñor Ignacio Martínez, agustino recoleto, en 1935, y las segundas fundadas por fray Javier de Vera, agustino, en 1739.

El Señor premió sus virtudes permitiéndole ver el 5 de junio de 1964 la aprobación Pontificia de la congregación que luego tomaría el nombre de Misioneras Agustinas Recoletas.

En los últimos tiempos de su vida fue probada por la enfermedad. Su final el 23 de mayo de 1967 fue sencillo y sereno como fue su vida. Su preocupación era hacer lo que agradaba a su “Único Amor”, como solía llamar a Jesús el contemplarlo en la pintura de Velázquez.

En 1991, a solicitud de la hermana Rosa López, en ese momento superiora general, la Congregación para la Causa de los Santos autorizó la apertura de la causa de canonización.

Tres años más tarde, el 4 de septiembre de 1994, se clausuró el proceso diocesano de la causa de canonización y el 4 de abril de 1997 la congregación de la Causa de los Santos, la reconoció sierva de Dios.
 

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ZENIT Staff

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