Cumbre de Copenhague: no a cierta “salud reproductiva”, advierte el Papa

El respeto del medio ambiente no puede ir contra la persona

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes 18 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI volvió a advertir ayer contra la oposición entre el respeto debido al medio ambiente y la defensa de la persona, al recibir al nuevo embajador danés ante la Santa Sede, Hans Klingenberg.

La presentación de las cartas credenciales del nuevo representante danés coincide, de hecho, hizo notar el Papa, con la celebración de la Cumbre Mundial sobre el Clima, que está celebrándose estos días en Copenhague.

El Papa recibió al nuevo embajador, junto con los nuevos representantes diplomáticos de Kenia, Uganda, Sudán, Kazajstán, Bangladesh, Letonia y Finlandia, ayer en la Sala Clementina del Palacio apostólico, y dirigió a cada uno un discurso particular en inglés, además de otro conjunto en francés.

Al dirigirse al nuevo representante diplomático danés, Benedicto XVI insistió en que “nuestros deberes hacia el medio ambiente nunca deben separen de nuestros deberes para con la persona humana”.

“Demasiado a menudo los esfuerzos para promover una comprensión integral del medio ambiente han tenido que sentarse junto a una comprensión reduccionista de la persona”, advirtió el Papa.

Esta visión comporta “la falta de respeto de la dimensión espiritual de los individuos y, a veces, la hostilidad hacia la familia, enfrentando a los cónyuges entre sí a través de una imagen distorsionada de la complementariedad de hombres y mujeres, y enfrentando a la madre y al niño por nacer, a través de una concepción errónea de la salud reproductiva».

“La responsabilidad en las relaciones, incluyendo la responsabilidad del cuidado de los hijos, nunca puede ser realmente cultivado sin un profundo respeto por la unidad de la vida familiar según el designio de amor de nuestro Creador”, añadió el Papa.

Quiso también insistir en la necesidad de un “cambio moral” profundo de la humanidad a la hora de revisar el actual estilo de vida de los pueblos, y especialmente el económico.

“La atención del mundo está actualmente puesta en Dinamarca, al albergar ésta la cumbre de las Naciones Unidas sobre el cambio climático”, observó.

Sin embargo, señaló, “aunque algunos consensos, sin duda, pueden ser alcanzados a través de la elaboración de las aspiraciones compartidas armonizadas con políticas y objetivos, un cambio fundamental en cualquier forma del comportamiento humano – individual o colectivo – requiere la conversión del corazón”.

En este sentido, subrayó la necesidad de “valor y sacrificio, frutos de un despertar ético”, que “nos permiten entrever un mundo mejor y nos alientan a acometer con esperanza todo lo que sea necesario para garantizar a las generaciones futuras el legado del conjunto de la creación en unas condiciones tales que también ellos pueden llamarla su casa”.

Sin embargo, “cuando el tenor moral de la sociedad declina, los desafíos que enfrentan los líderes de hoy no puede sino aumentar”, añadió.

Recordando su propio discurso ante la FAO, el pasado 16 de noviembre, el Papa recordó que “por importantes que sean, los planes de desarrollo, las inversiones y la legislación no son suficientes”.

“Más bien, los individuos y las comunidades deben cambiar su comportamiento y su percepción de las necesidades. Para los propios Estados, esto comporta una redefinición de los conceptos y principios que han regido hasta ahora las relaciones internacionales”, subrayó.

Por último, el Pontífice subrayó la importancia de un “despertar moral” de la sociedad.

“El escepticismo contemporáneo ante la retórica política, y un creciente malestar con la falta de puntos de referencia éticos que rigen los avances tecnológicos y los mercados comerciales, indican las imperfecciones y limitaciones que existen en los individuos y la sociedad, así como la necesidad de un redescubrimiento de los valores fundamentales y una profunda renovación cultural en armonía con el designio de Dios para el mundo”, afirmó.

Es “urgente hacer hincapié en el deber moral de distinguir entre el bien y el mal en toda acción humana, con el fin de recuperar y fomentar el vínculo de comunión que une a la persona humana y la creación”, concluyó.

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ZENIT Staff

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