CIUDAD DEL VATICANO, sábado19 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI autorizó este sábado la publicación de los decretos que reconocen las virtudes heroicas de los Papas Juan Pablo II y Pío XII, que de este modo pasan a ser reconocidos como «venerables» por la Iglesia.
Se trata del primer paso importante del proceso romano para la causa de beatificación de los dos pontífices. Para que puedan ser elevados a la gloria de los altares se necesitará el reconocimiento de un milagro atribuido a su intercesión tras su muerte por una comisión científica, una comisión teológica, una comisión de cardenales y obispos y, por último, por el mismo Papa.
Para ser declarados santos se requerirá el reconocimiento de otro milagro atribuido a su intercesión. Pío XII (Eugenio Pacelli), nacido en Roma en 1876, fue obispo de Roma entre 1939 y 1958, año en que falleció en Castel Gandolfo, la residencia de los papas cercana a la Ciudad Eterna. Guió el timón de la barca de Pedro en las difíciles tormentas de la segunda guerra mundial, desplegando una importante obra de ayuda a los perseguidos, incluidos los judíos.
Por su parte Juan Pablo II (Karol Wojtyla), nacido en1920 en Wadowice (Polonia), fue elegido Papa en octubre de 1978 y falleció el 2 de abril de 2005 acompañado por cientos de miles de personas congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano. Los historiadores del siglo XX le atribuyen un papel decisivo en la caída del comunismo y los historiadores de la Iglesia ven en su pontificado un impulso decisivo a la aplicación del Concilio Vaticano II.
Los decretos fueron autorizados por Benedicto XVI en la audiencia que concedió al arzobispo Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
Este proceso fue explicado por el mismo Papa Joseph Ratzinger al recibir en audiencia a los superiores, oficiales, y colaboradores de la Congregación para las Causas de los Santos con motivo del cuadragésimo aniversario de la institución de este organismo vaticano.
«Las principales etapas del reconocimiento de la santidad por parte de la Iglesia, es decir, la beatificación y la canonización, están unidas entre sí por un vínculo de gran coherencia. A éstas se les añade, como indispensable fase preparatoria, la declaración de la heroicidad de las virtudes o del martirio de un siervo de Dios y la verificación de algún don extraordinario, un milagro, que el Señor concede por intercesión del siervo fiel», explicó el Papa.
«¡Cuanta sabiduría pedagógica se manifiesta en este camino!», aseguró.
Hablando del reconocimiento de las virtudes heroicas, explicó que «en un primer momento, se invita al Pueblo de Dios a contemplar a estos hermanos que, tras un cuidadoso discernimiento, son propuestos como modelos de vida cristiana».
Refiriéndose a la beatificación, explicó que con ese paso «se exhorta a dirigirles un culto de veneración y de invocación circunscrito en el ámbito de las Iglesias locales o de órdenes religiosas».
Por último, añadió, con la canonización, el pueblo cristiano «es llamado a exultar con toda la comunidad de los creyentes por la certeza de que, gracias a la solemne proclamación pontificia, un hijo o una hija suyos han alcanzado la gloria de Dios, donde participa en la perenne intercesión de Cristo a favor de los hermanos».
En este proceso, aclaró el pontífice, «la Iglesia acoge con alegría y maravilla los milagros que Dios, en su infinita bondad, le ofrece gratuitamente para confirmar la predicación evangélica. Acoge, al mismo tiempo, el testimonio de los mártires como la forma más límpida e intensa de configuración con Cristo».
La Iglesia, afirmó, realiza estos procesos pues, «en el camino de reconocimiento de la santidad, emerge la riqueza espiritual y pastoral que involucra a toda la comunidad cristiana».
«Es decir –concluyó–, la transfiguración de las personas y de las realidades humanas a imagen de Cristo resucitado representa el objetivo último del plan de salvación divina».
Por Jesús Colina