CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 25 diciembre 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI presentó en su mensaje de Navidad la esperanza que representa el nacimiento de Dios hecho hombre, Jesús, a una humanidad que todavía siente las tenazas de la crisis económica, social y moral.
Su mensaje, pronunciado a mediodía desde el balcón de la fachada de la Basílica Vaticana, antes de felicitar por la Navidad en 65 idiomas y de impartir su bendición «urbi et orbi», fue escuchado y aplaudido por decenas de miles de personas congregadas en la plaza de San Pedro.
La Iglesia, aseguró, «ofrece al mundo a Jesús, el Hijo que ella misma ha recibido como un don, y que ha venido para liberar al hombre de la esclavitud del pecado», comenzó diciendo.
«No se lo guarda para sí: lo ofrece a cuantos lo buscan con corazón sincero, a los humildes de la tierra y a los afligidos, a las víctimas de la violencia, a todos los que desean ardientemente el bien de la paz».
De este modo, dirigiéndose «a la familia humana profundamente marcada por una grave crisis económica, pero antes de nada de carácter moral, y por las dolorosas heridas de guerras y conflictos», aseguró que la Iglesia vuelve a presentar en el recién nacido de Belén «nuestra esperanza».
Y este mensaje lo aplicó en primer lugar Tierra Santa, «para invitar a sus habitantes a que abandonen toda lógica de violencia y venganza, y se comprometan con renovado vigor y generosidad en el camino hacia una convivencia pacífica».
Luego se dirigió a los demás países de Oriente Medio con esta pregunta: «¿Cómo no pensar en la borrascosa situación en Irak y en el aquel pequeño rebaño de cristianos que vive en aquella región?».
«Sufre a veces violencias e injusticias, pero está siempre dispuesto a dar su propia contribución a la edificación de la convivencia civil, opuesta a la lógica del enfrentamiento y del rechazo de quien está al lado».
Luego el obispo de Roma dio una vuelta al mundo con el pensamiento que en los rincones del planeta resuene el mensaje que trae Cristo en Navidad.
Su palabra pasó por Sri Lanka, la Península coreana y Filipinas para ser «fermento de reconciliación y de paz».
En el continente africano, imploró «el fin de todo abuso en la República Democrática del Congo»; invitó «a los ciudadanos de Guinea y del Níger al respeto de los derechos de toda persona y al diálogo»; pidió «a los de Madagascar que superen las divisiones internas y se acojan mutuamente; recuerda a todos que están llamados a la esperanza, a pesar de los dramas, las pruebas y las dificultades que los siguen afligiendo».
En Europa y en América del Norte, el mensaje de la Navidad exige «superar la mentalidad egoísta y tecnicista, a promover el bien común y a respetar a los más débiles, comenzando por los que aún no han nacido».
Luego mencionó la situación de Honduras para alentar «a retomar el camino institucional» y la de toda Latinoamérica para lanzar «un llamamiento al respeto de los derechos inalienables de cada persona y a su desarrollo integral», convirtiéndose en un «anuncio de justicia y hermandad, fuente de unidad».
«En una palabra –concluyó–, la Iglesia anuncia por doquier el Evangelio de Cristo, no obstante las persecuciones, las discriminaciones, los ataques y la indiferencia, a veces hostil, que más bien le permiten compartir la suerte de su Maestro y Señor».
Al felicitar por la Navidad en español, el Papa dijo: «¡Feliz Navidad! Que la Paz de Cristo reine en vuestros corazones, en la familias y en todos los pueblos».