CIUDAD DEL VATICANO, jueves 7 de enero de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso del Papa a los miembros del Cuerpo de Carabinieri de la Compañía Roma San Pietro, que fueron hoy recibidos en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano.
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Venerado Hermano,
Señor Comandante General,
Señores Generales,
Señor Comandante y queridos Carabinieri
de la Compañía Roma San Pietro
Estoy contento de acogeros y de dirigir a cada uno mi cordial bienvenida. Saludo al arzobispo monseñor Vincenzo Pelvi, Ordinario Militar para Italia, y al Comandante General del Cuerpo de los Carabinieri, señor General Leonardo Gallitelli, agradeciéndole las corteses expresiones que me ha dirigido en nombre de los presentes. Con ellos saludo a los demás señores generales y oficiales, al Comandante Provincial del Cuerpo, señor general Vittorio Tomasone, y al comandante de la Compañía San Pietro, capitán Gabriele De Pascalis. A todos mi agradecimiento, en particular a vosotros, queridos Carabinieri, por la diligente obra que lleváis a cabo con la presencia vigilante y discreta en torno al Vaticano.
Vuestra tarea contribuye a dar seguridad y serenidad a los peregrinos y visitantes que llegan al centro de la fe católica y les permite el necesario recogimiento espiritual en la visita a la Tumba del apóstol Pedro y a la Basílica que la custodia. Crea, además, el clima favorable para el encuentro con el Sucesor de Pedro, a quien Cristo confió la tarea de confirmar a los hermanos en la fe (cfr Lc 22,31). Como sugiere la majestuosa columnata de Bernini, la casa de Pedro está siempre abierta para acoger, en un abrazo ideal, a los creyentes y a todos los hombres de buena voluntad, que del Magisterio de los Pontífices romanos reciben luz y ánimo para crecer en la fe y llegar a ser constructores de paz y convivencia civil serena. De este pacífico e intenso afluir de personas distintas en edad, origen y cultura, vosotros sois testigos, tutores y garantes, silenciosos y diligentes, pero muy necesarios y preciosos.
También las Fiestas Navideñas, transcurridas hace poco, han permitido a muchos apreciar vuestro trabajo humilde, pero indispensable, para que la peregrinación a Roma constituya para cada visitante una ocasión única para experimentar la alegría de la fe y los valores de la fraternidad, de la acogida y del respeto mutuo, a ejemplo de Aquel que siendo Dios se convirtió en niño por amor a nosotros.
¡Gracias una vez más, queridos amigos, por vuestra colaboración! Que el Señor os recompense. Auguro que vuestra fe, la tradición de fidelidad y de generosidad de las que sois herederos, los ideales de vuestro Cuerpo, os ayuden a encontrar en este delicado servicio motivos siempre nuevos de satisfacción y a vivir experiencias positivas para vuestra vida profesional y personal.
Que María, la «Virgo fidelis«, vuestra Patrona, os acompañe a vosotros y a todo el Cuerpo, en particular en cuantos, en diversos países del mundo, están empeñados en delicadas misiones de paz, y acoja vuestros propósitos de bien presentándolos a su divino Hijo.
Me es grato concluir este agradable encuentro formulando a vosotros y a vuestras familias fervientes augurios de todo deseo de gracia y prosperidad en el Señor para el nuevo año. Con estos deseos, imparto a todos de verdadero corazón la Bendición Apostólica.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]