CIUDAD DEL VATICANO, domingo 28 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Las alegrías que Dios regala en la vida no son un fin, sino un impulso para hacer de Jesús el centro de la propia existencia, explicó este domingo Benedicto XVI durante el rezo del Ángelus, en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

“La Transfiguración nos recuerda que las alegrías sembradas por Dios en la vida no son puntos de llegada, sino luces que Él nos da en la peregrinación terrena, para que “sólo Jesús” sea nuestra Ley y su Palabra sea el criterio que guíe nuestra existencia”, afirmó.

Comentando el Evangelio de este domingo, el Papa se refirió a las palabras que Pedro pronuncia en el Monte Tabor: “Maestro, qué bien estamos aquí”.

Y reconoció que “la expresión de éxtasis de Pedro” “se parece a menudo a nuestro deseo ante los consuelos del Señor”.

También indicó que el sueño que invade a los discípulos que presencian la Transfiguración “es la actitud del que, aun siendo espectador de los prodigios divinos, no comprende”.

“Sólo la lucha contra el sopor que le asalta permite a Pedro, Jaime y Juan “ver” la gloria de Jesús”, aclaró.

El obispo de Roma habló de la nube que cubre a Jesucristo y a los discípulos en ese momento, como de “una nube que, mientras cubre, revela la gloria de Dios”.

Para Benedicto XVI, el “evento extraordinario” que relata san Lucas en el Evangelio de este segundo domingo de Cauresma “es un impulso en el seguimiento de Jesús”.

Pero después de la Transfiguración, añadió el Pontífice, “los discípulos ya no están frente a un rostro transfigurado, ni frente a una vestimenta blanca, ni frente a una nube que revela la presencia divina”.

“Ante sus ojos, está “sólo Jesús”, Jesús solo” es todo lo que se les da a los discípulos y a la Iglesia de todos los tiempos: esto debe bastar en el camino” -continuó-. Él es la única voz a escuchar, el único a seguir”

El Papa ofreció estas reflexiones desde la ventana de su estudio del Palacio Apostólico Vaticano, ante miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, un día después de concluir unos Ejercicios Espirituales de seis días.

En referencia a estos “días de recogimiento y de intensa oración reflexionando sobre la vocación sacerdotal”, el Pontífice agradeció a todas las personas “que han estado cerca de nosotros espiritualmente”.

Por otra parte, invitó “a todos a meditar de manera asidua el Evangelio” en este periodo cuaresmal, y deseó “que en este Año Sacerdotal los Pastores estén realmente llenos de la Palabra de Dios, la conozcan de verdad y la amen hasta el punto de que ésta realmente dé su vida y su forma a su pensamiento”.

Dirigiéndose a los jóvenes, al saludar a los peregrinos en francés, les invitó “durante esta cuaresma, a alimentaros de las Sagradas Escrituras y a dejar resonar en vosotros y en vuestros corazones la Palabra de Cristo”.

“Vosotros no sólo sois el futuro de la Iglesia sino que ya estáis en el presente”, les dijo, y añadió que Dios “quiere ser vuestro presente y vuestro futuro”.

“Dejadle transformar vuestra vida y orientarla -añadió-. Aprended a reconocer su rostro en el rostro de todos nuestros hermanos y hermanas en humanidad”.