Por el padre John Flynn, L. C.

ROMA, domingo 17 de enero de 2010 (ZENIT.org). – La actual crisis económica puede haber tenido un efecto positivo en el matrimonio. El divorcio ha descendido un 4% en Estados Unidos hasta los 16,9 divorcios por cada 1.000 mujeres casadas, tras haber subido desde los 16,4 en el 2005 hasta los 17,5 en el 2007.

Este es uno de los puntos presentados en el informe anual de la situación el matrimonio que publicaba en diciembre el National Marriage Project de la Universidad de Virginia, junto con el Center for Marriage and Families del Institute for American Values.

El informe, titulado “La Situación de nuestros Matrimonios, el Matrimonio en Norteamérica 2009: Dinero & Matrimonio”, también confirmaba que los norteamericanos siguen retrasando el matrimonio, o renunciando a él.

Parte de este descenso viene de la tendencia a retrasar el primer matrimonio: la media de edad en el primer matrimonio ha pasado de 20 para las mujeres y 23 para los varones a cerca de 26 y 28, respectivamente, en el 2007. Otro importante factor ha sido el aumento de la cohabitación.

Junto a los datos sobre el matrimonio y el divorcio, el informe contenía una serie de ensayos que examinaban las implicaciones de las últimas estadísticas. Considerando el impacto económico de la recesión en el matrimonio, W. Bradford Wilcox, profesor de sociología y director del National Marriage Project, observaba que no es la primera vez que hay una correlación entre crisis económica y menos divorcios.

Ocurrió lo mismo en la Gran Depresión de los años 30. El descenso del divorcio es debido, en parte, a factores económicos que simplemente llevan a las parejas a retrasar el divorcio. Hay, sin embargo, otro factor dinámico más duradero, según Wilcox. En las últimas décadas, los norteamericanos cada vez ven más el matrimonio sobre todo como una relación con un compañero o compañera del alma. De esta forma, la intimidad emocional, la satisfacción sexual y la felicidad individual pasan a ser las aspiraciones primarias del matrimonio.

“La recesión nos recuerda que el matrimonio es más que una relación emocional; el matrimonio es también una sociedad económica y una red de seguridad social”, comentaba Wilcox. Así, el perder el trabajo, el ver cómo los fondos de pensión se hunden, o el apreciar más la necesidad de dos fuentes de ingresos, anima a muchas parejas a seguir juntos.

Desventajas

Las presiones económicas también tienen sus desventajas, admitía Wilcox. Las dificultades económicas pueden traer consigo alcoholismo, depresión y un aumento de las tensiones en el matrimonio, que en algunos casos llevan al divorcio. En general, no obstante, la mayoría de las parejas casadas no respondían a la crisis económica escogiendo el divorcio.

Wilcox advierte, no obstante, que el impacto de la crisis económica podría ser más duro para quienes carece de educación. El desempleo ha golpeado de forma especialmente dura a hombres sin titulaciones universitarias. De hecho, más del 75% de los puestos de trabajo perdidos se han concentrado en este grupo.

La información facilitada en septiembre del 2009 por la Oficina de Estadística Laboral mostraba que el 4,9% de las mujeres con titulación universitaria y el 5% de los hombres con titulación universitaria estaban en el paro. En contraste, entre aquellos con solo el instituto, el 8,6% de las mujeres y el 11,1% de los hombres estaban desempleados.

Wilcox sigue citando la investigación que ha llevado a cabo que indicaba que los maridos son claramente menos felices en sus matrimonios y más proclives a pensar en el divorcio, cuando sus esposas asumen la tarea de traer el pan a casa.

Wilcox precisaba que hay una divisoria en cuanto al matrimonio entre aquellos con educación universitaria y los norteamericanos menos educados, una divisoria por la que aquellos con una menor educación tienen un índice de divorcios notablemente más alto. El aumento del desempleo entre los hombres de la clase trabajadora podría dañar también la situación matrimonial de este grupo socio económico.

Los apéndices estadísticos del informe proporcionan más información sobre esta preocupante tendencia. Las mujeres con educación universitaria están casándose ahora a una mayor edad que el resto de las mujeres. Y no sólo esto, sino que el índice de divorcios entre estas mujeres es relativamente bajo y sigue bajando.

“De hecho, las mujeres universitarias, que una vez fueron las líderes de la revolución del divorcio, ahora tienen una visión más restrictiva del divorcio que las mujeres menos educadas”, añadía el informe.

Por otro lado, entre las mujeres que retrasan el matrimonio hasta pasados los 30, las mujeres con educación son las únicas que es más probable que tengan los hijos después del matrimonio en vez de antes.

Esta tendencia positiva se ve compensada por el hecho de que los norteamericanos con formación universitaria con familias felices y estables no tienen suficiente hijos para reemplazarse a sí mismos. En el 2004, el 24% de las mujeres de 40 a 44 años con un grado universitario no tenían hijos, en comparación con sólo el 15% de aquellas que sólo tenían el instituto.

Reducir deudas

Fijándose en lo positivo, Jeffrey Dew, profesor adjunto en la Universidad Estatal de Utah, señalaba que la recesión ha dado como resultado que los norteamericanos pongan fin a su “borrachera” de tarjetas de crédito.

Hasta diciembre del 2008, los consumidores de Estados Unidos habían alcanzado los 988.000 millones de dólares en deudas de crédito, pero en el 2009 los norteamericanos habían reducido esta deuda en cerca de 90.000 millones de dólares.

Dew citaba investigaciones que indican que la deuda de los consumidores juega un poderoso papel en la erosión de la vida matrimonial. Los estudios indican que las parejas recién casadas que contraen fuertes deudas de consumo son menos felices en sus matrimonios.

En contraste, las parejas recién casadas que pagaron sus deudas de consumo que trajeron al matrimonio o adquirieron nada más casarse, tienen menos problemas en cuanto a calidad de su matrimonio a lo largo del tiempo.

Un estudio indicaba que sentir que uno de los esposos gastaba dinero de forma alocada aumentaba la probabilidad de divorcio en un 45% tanto en hombres como mujeres. Sólo los affaires extramatrimoniales y el alcohol y consumo de drogas están por encima de esto como causa de divorcios.

El estudio de Dew también hacía una interesante mención respecto a la vida matrimonial. Los esposos materialistas suelen sufrir más problemas matrimoniales. Estas parejas casadas basan mucho su felicidad y su propia valoración en las posesiones materiales que acumulan. Así, cuando hay problemas económicos, se resienten de más conflictos en su matrimonio.

Dicha económica

Alex Roberts, un experto del Institute for American Values, citaba datos del Departamento de Sanidad y Asuntos Sociales que muestran que la actual crisis revela, una vez más, que existen ventajas económicas para las parejas que éstas pierden cuando se divorcian.

Roberts señalaba que una familia de tres miembros – los dos padres y un hijo – necesita unos ingresos de 18.311 dólares para que se les considere por encima del umbral de pobreza. Si los padres mantienen hogares separados, los ingresos totales necesarios para estar fuera de la pobreza ascienden a 25.401 dólares.

De esta forma, si los padres se separan, deben ganar 7.090 dólares más (un aumento del 39%) para evitar la pobreza. “El matrimonio, según parece, todavía lograr generar enormes economías de escala – especialmente para aquellos con bajos ingresos”, observaba Roberts.

El matrimonio tiene también un efecto positivo en la producción de riqueza. Roberts hacía referencia a la s investigaciones de los economistas Joseph Lupton y James P. Smith. Supervisaron los ingresos y la riqueza de 7.608 cabezas de familia entre 1984 y 1989, y descubrieron que aquellos que estaban casados gozaron de un aumento en sus ingresos de entre un 50% y un 100% y un aumento patrimonial de entre el 400% y el 600%.

Los hogares en los que seguían casados tenían de promedio el doble de ingresos y cuatro veces más patrimonio que los de los divorciados o de aquellos que nunca se casaron.

¿Qué está detrás de esta ventaja de los casados? Roberts decía que esto se explica en parte por la tendencia a casarse de los individuos con mayores ingresos y más ahorros. También se mostraba que los hombres casados trabajan más y ganan más que los solteros.

Los investigadores, observaba Roberts, hallaban que el matrimonio se conecta a reglas y expectativas de responsabilidad y administración económica que animan a un uso sabio de los recursos.

Este efecto no tiene lugar en las parejas que cohabitan, que es menos probable que logren tantos recursos o se sientan motivadas a gastar de modo adecuado o a ahorrar.

No podemos reducir el matrimonio únicamente a un mero beneficio económico, concedía Roberts, pero es cierto que sería ventajoso para la sociedad que hubiera una apreciación más clara de las ventajas económicas del matrimonio. Un punto al que los políticos deberían prestar atención.

[Traducción del inglés por Justo Amado]