CIUDAD DEL VATICANO, viernes 8 de enero de 2010 (ZENIT.org). Ofrecemos a continuación el discurso del Papa a los dirigentes y agentes de la Inspectoría de Seguridad Pública en el Vaticano, con motivo de la felicitación por el Año Nuevo.
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Queridos amigos de la Inspectoría de Seguridad Pública en el Vaticano
Como conclusión de las Fiestas navideñas, durante las cuales hemos contemplado con el estupor de la fe el misterio del nacimiento de Jesús, henos aquí reunidos para esta cita, convertida ya en familiar. ¡Bienvenidos a la casa de Pedro!
Dirijo mi pensamiento cordial al Prefecto Antonio Manganelli, Jefe de la Policía, como también a los Vice-jefes, los Prefectos Francesco Cirillo y Paola Basilone, al Prefecto Salvatore Festa y al Cuestor Giuseppe Caruso. Con ellos saludo a los dirigentes y funcionarios que, a distintos niveles, comparten las responsabilidades de la Policía de Estado, los agentes, los colaboradores, los capellanes y todos los presentes. Agradezco en particular al doctor Giulio Callini, Director de la Inspectoría de la Seguridad Pública «Vaticano», que ha querido dirigirme expresiones de cordial estima y de augurio en nombre de los intervinientes.
El compromiso llevado a cabo día a día para tutelar el orden público en la Plaza de San Pedro y en las cercanías al Vaticano es particularmente importante para el desarrollo de la misión del Romano Pontífice. De hecho, consiente el clima de tranquila serenidad que permite, a cuantos vienen a visitar el centro de la Cristiandad, la posibilidad de una auténtica experiencia religiosa, en contacto con testimonios fundamentales de la fe cristiana, como la tumba del apóstol Pedro, las reliquias de los santos y las tumbas de los numerosos Pontífices, amados y venerados por el pueblo cristiano.
¡Gracias por este precioso servicio que hacéis al Papa y a la Iglesia! Que el Señor os recompense por los sacrificios a menudo escondidos en favor de tantos creyentes y visitantes y en tutela de la misión del Papa.
A cada uno de vosotros se os pide compromiso y gran responsabilidad en el cumplimiento del deber, pero a los ojos de la fe éste debe constituir una forma particular de servir al Señor y casi “prepararle el camino”, para que la experiencia vivida en el seno de la cristiandad represente para cada peregrino o visitante una ocasión particular para el encuentro con el Señor, que cambia la vida.
En muchas ocasiones he podido observar la premura y la sensibilidad de alma que inspiran vuestro servicio, como también la fidelidad y la dedicación, junto con los notables sacrificios que éste comporta. Estoy seguro de que éstos son fruto también de vuestra fe y de vuestro amor por la Iglesia.
Que lo que estáis llamados a realizar os valga para haceros cada vez más fuertes y coherentes en la fe y a no tener miedo o respeto humano en manifestarla en el ámbito de vuestras respectivas familias, de vuestro trabajo y allí donde os encontréis.
Os confío a vosotros y a vuestro trabajo a la maternal protección de María Santísima, Madre de Jesús y Reina de cada familia. Que ella acoja vuestras intenciones y las avale presentándolas a su Hijo.
Al intercambiar los deseos de serena prosperidad por el nuevo año a vosotros, a los colegas y a vuestros seres queridos, os imparto de corazón la Bendición Apostólica.
[Traducción del italiano por Inma Álvarez]