La búsqueda de una solución al sida

Se pide un cambio de estrategia

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Por el padre John Flynn, L. C.

ROMA, domingo 4 de julio de 2010 (ZENIT.org). – La Iglesia católica es denostada con regularidad por su rechazo a respaldar el uso de condones en las lucha contra el aumento del VIH y el Sida. Esta no aceptación no es sólo una sabia enseñanza moral, sino que tiene también sólidos fundamentos científicos.

Esta es la tesis de un libro publicado recientemente por el National Catholic Bioethics Center, con sede en Filadelfia. En Affirming Love, Avoiding AIDS: What Africa Can Teach the West (Afirmar el Amor, evitar el Sida: Lo que África puede enseñar a Occidente), Matthew Hanley y Jokin de Irala consideran por qué los esfuerzos para parar el virus VIH en África han tenido tan poco éxito y cómo esto está relacionado al haber confiado en los condones.

Hanley ha sido consejero técnico de VIH/Sida para Catholic Relief Services hasta el 2008 y está especializado en la prevención del VIH. De Irala es vicedirector del Departamento de Medicina Preventiva y Sanidad Pública en la Universidad de Navarra, España.

Los autores comienzan por observar que casi todas las instituciones occidentales que trabajan en esta área comparten la firme opinión de que deben ser una prioridad las estrategias de reducción del riesgo, como la promoción del uso del condón. Lo que denominan el AIDS Establishment se ha concentrado en los medios técnicos en vez de en un cambio de comportamiento.

La excepción a esto ha sido el cambio en la política de Estados Unidos al adoptar la estrategia del ABC, siguiendo el éxito de Uganda al utilizar este sistema para tratar el Sida. La “A” es abstinencia, la “B” ser fieles, y la “C” el uso del condón.

El libro defiende que son las dos primeras partes de esta estrategia las que son cruciales. De hecho, en cualquier lugar de África en que han bajado los índices de VIH ha sido el resultado de cambios fundamentales en el comportamiento sexual.

Prevención

Intentar que la gente modifique su comportamiento no sólo tiene más éxito sino que, añaden los autores, es un volver con sentido común al principio de la prevención primaria de la medicina. La prevención de la transmisión del VIH es urgente en zonas del mundo como África, donde hay graves dificultades a la hora de proporcionar un tratamiento médico adecuado.

Hanley y de Irala hacen una comparación con el consumo de tabaco. Quizá una vez pareció poco realista cambiar una situación en la que el 75% de la gente fumaba, pero las autoridades sanitarias se embarcaron en campañas que cambiaran sus estilos de vida, con éxito.

¿Por qué entonces, se preguntan, cuando se trata de tabaco, colesterol, vida sedentaria y consumo excesivo de alcohol, las autoridades los consideran comportamientos que requieren un cambio pero el comportamiento sexual asociado con la enfermedad no?

Un problema, asociado a la confianza en la reducción del riesgo a través de medio técnicos en vez de en cambios de comportamiento, es que puede llevar a lo que se denomina riesgo de compensación. Esto significa que los beneficios obtenidos a través de algo pensado para reducir el riesgo pueden verse anulados cuando la gente se vuelve descuidada en su comportamiento.

Los autores apuntan a que sólo el cinturón de seguridad no es garantía de salvarse si alguien cree que puede conducir a más velocidad de la normal porque esté protegido por él; de igual forma, la promoción del condón puede llevar a que la gente piense que es seguro implicarse en una mayor actividad sexual.

Esto es especialmente relevante en África, donde los estudios muestran que cuando un número importante de personas se implican en relaciones sexuales concurrentes, las oportunidades de infección son mucho más altas comparadas con las de comunidades donde la gente reduce sus relaciones múltiples. Un descenso en las relaciones sexuales múltiples es crucial para lograr una disminución del índice de VIH, afirman los autores.

El mejor ejemplo de esto es Uganda, donde las tasas de infección con VIH han caído desde el 15% en 1991 hasta el 5% en 2001. Lo que ha traído esta radical variación ha sido un importante cambio en el comportamiento sexual, observa el libro.

“Esta decisión enteramente racional de evitar el riesgo de una enfermedad fatal y traumática alterando el comportamiento ha salvado en última instancia millones de vidas”, añadían los autores.

Uso del condón

Aunque el índice de uso del condón en Uganda ha sido similar al de Zambia, Kenia y Malawi, el número de compañeros sexuales “no regulares” en Uganda ha descendido de modo significativo. Y aunque el porcentaje de VIH ha bajado en Uganda, no ha disminuido en los demás países.

Uno de las razones detrás del éxito de la modificación de la conducta en Uganda, apuntan los autores, ha sido la labor de las monjas y doctores católicos. Un obispo anglicano y un obispo católico han estado también entre los primeros presidentes de la comisión del Sida del país.

Desgraciadamente, en los últimos años el AIDS establishment ha ganado influencia en Uganda y el énfasis ha cambiado hacia la promoción del uso de condones. Esto ha sido acompañado de un incremento de la transmisión del VIH.

Kenia, Tailandia y Haití son otros países a los que los autores hacen referencia para citar las evidencias de estudios que muestran cómo el cambio de comportamiento lleva a una reducción en los índices de transmisión del VIH.

Por el contrario, en Sudáfrica, donde la promoción del uso del condón ha sido la prioridad principal, la persistencia de altos índices de parejas múltiples ha ayudado a mantener el nivel de infecciones de VIH en lo que los autores describen como una “incidencia alarmantemente alta”.

La idea de la abstinencia no casa con facilidad con la cultura contemporánea, pero Hanley y de Irala apuntan que, aunque la fidelidad ha sido el factor más importante de éxito en África, la abstinencia también es importante.

La abstinencia influye en el comportamiento futuro, sostienen, y cuanto más pronto inicia una persona la actividad sexual más parejas sexuales es probable que tenga a lo largo de su vida, aumentando así el riesgo de contraer VIH.

El libro hace referencia a un estudio, llevado a cabo por la Agency of International Development de Estados Unidos, que consideraba las variables asociadas con el predomino del VIH en Benín, Camerún, Kenia y Zambia.

Concluía que los únicos factores asociados con un menor predominio del VIH fueron un número reducido de parejas a lo largo de la vida (fidelidad), una iniciación sexual a mayor edad (abstinencia), y la circuncisión masculina. El estudio también descubrió que el estatus económico social y la utilización de condones no se asociaban a un menor predominio del VIH.

A pesar de esta y otras evidencias presentadas en el libro, los autores señalan que los documentos sobre el Sida publicados por las Naciones Unidas describen el uso de condones como la tecnología más eficaz para la prevención del Sida.

Sexualidad humana

Aunque este debate sobre cómo tratar el VIH suele hacerse en lenguaje científico, Hanley y de Irala sostienen que es más una oposición entre dos posturas morales y filosóficas ante la sexualidad humana. De un lado está la tradición judeo-cristiana, que ve la sexualidad dentro de la institución del matrimonio. Esta tradición ha reconocido límites morales y la práctica del dominio de uno mismo como una forma de lograr la plenitud humana.

En el otro lado está la cultura occidental moderna que exalta la libertad absoluta en la búsqueda del placer. Esto explica el porqué este posicionamiento conceptual busca medios técnicos para tratar las consecuencias indeseables de la actividad sexual.

El 9 de junio el arzobispo Celestino Migliore, el observa
dor permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, dirigió un discurso a la Asamblea General sobre el tema del VIH/Sida.

“Si se va a combatir el Sida de forma realista enfrentando sus causas más profundas y se va a dar a los enfermos el cuidado amoroso que necesitan, es necesario que proporcionemos a la gente algo más que conocimiento, capacidad, competencia técnica y herramientas”, afirmaba.

Recomendaba que se dedicara más atención y recursos a apoyar una postura basada en valores en línea con la dimensión humana de la sexualidad.

Lo que necesitamos, continuó, es una “evaluación honesta de las posturas pasadas que pueden haber estado basadas más en ideología que en ciencia y valores, y una acción decidida que respete la dignidad humana y promueva el desarrollo integral de todas y cada una de las personas de toda la sociedad”.

Un llamamiento a que todos dejen a un lado sus prejuicios y nociones preconcebidas al afrontar este grave problema.

[Traducción del inglés por Justo Amado]

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ZENIT Staff

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