Las sorpresas arqueológicas de San Pablo Extramuros

Los nuevos hallazgos arqueológicos que ya pueden ver los peregrinos

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ROMA, jueves, 8 julio 2010 (ZENIT.org).- El peregrino puede descubrir a partir de ahora en su plenitud el patrimonio histórico y espiritual de la Basílica San Pablo Extramuros de Roma, testigo fiel de dos milenios de la historia del cristianismo, gracias a nuevos hallazgos arqueológicos.

El Papa Benedicto XVI inauguró el pasado 28 de junio un importante complejo arqueológico, con piezas de la antigua basílica, construida por orden de Constantino en el siglo IV. ZENIT recorrió el complejo basilical junto con su arcipreste, el arzobispo monseñor Francesco Monterisi.

Dentro de las novedades que hemos podido descubrir destaca una galería que va desde la abadía benedictina (donde viven los monjes que desde hace 1300 años se encargan de la atención pastoral de la basílica), hasta la entrada a las recientes excavaciones y un edificio dedicado a los turistas y peregrinos que contiene una librería y un café.

En esta galería pueden verse piezas arqueológicas  que han sido encontradas recientemente en las excavaciones hechas por el Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana y por los Museos Vaticanos. Las vitrinas que exhiben estas piezas están separadas por dibujos que muestran la evolución de la Basílica: desde su consagración en el siglo IV hasta nuestros días.

Unas escaleras conducen al sótano, que aún no está abierto al público pero en el que, se espera que pronto se puedan apreciar algunas piezas arqueológicas de los primeros monasterios benedictinos de San Pablo Extramuros.

Su historia en tres etapas 

Esta basílica fue consagrada en el año 324 por el Papa Silvestre I. Constantino la mandó construir luego de que se permitiera en el Imperio Romano el culto público de parte de los cristianos.

Entre los años 384 y 385 los emperadores Teodosio, Valentino II y Arcadio edificaron la «segunda basílica», que tenía las dimensiones de la basílica actual, porque la constantiniana era demasiado pequeña. En los siglos siguientes se enriqueció con nuevos elementos como el Baldaquino de Arnolfo di Cambio y la base del cirio pascual de Nicola D’Angelo y Pietro Vassalletto, los cuales aún se conservan.

Los visitantes pueden ver al costado derecho  de la basílica, capiteles y trozos de columnas de la segunda construcción.

Un incendio en 1823 la destruyó casi en su totalidad. «Las columnas se consumaron casi totalmente por las llamas. No podían ya sostener el techo», explica monseñor Monterisi. Luego, el papa León XII hizo un llamado a todo el mundo para reconstruirla de manera idéntica.

No sólo los católicos respondieron con donaciones sino también cristianos de otras denominaciones. El Zar Nicolás I donó dos bloques de malaquita y de lapislázuli que fueron usados para dos altares laterales, los cuales pueden apreciarse a la derecha y a la izquierda del baldaquino. También el rey Fuad I de Egipto donó cuatro pilares y otros piezas de alabastro para las ventanas de la basílica.

«La Basílica fue consagrada por el Papa Pío IX el 10 de diciembre de 1854, dos días después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción», recordó el Arcipreste. Esta es la construcción que puede apreciarse actualmente.

La tumba de San Pablo

Una de las novedades del Año Paulino fue la apertura del sitio donde, según la tradición y las últimas investigaciones, yacen los restos de San Pablo. Cada día, decenas de peregrinos bajan unas escaleras que se encuentran justo de frente al baldaquino.

En el territorio donde hoy yace la basílica se encontraba antes el cementerio Ostiense, el más cercano a la hoy Abadía de las tres Fuentes, la cual fue construida en el sitio donde se consideraba que fue decapitado san Pablo. Allí fue hallada una lápida que está formada por varias piezas y lleva la inscripción: «Pablo, apóstol, mártir» que se encuentra sobre la tumba de Saulo de Tarso.

«En el año 2002 la tumba tuvo una primera intervención», dice el arcipreste, «El sarcófago de San Pablo estaba escondido por un muro muy profundo para protegerla de las inundaciones de río Tíber. La primera intervención consistió en quitar una parte del muro par hacer visible la piedra del sarcófago que ahora aparece en el fondo, en una ventana abierta delante de la tumba», comenta monseñor Monterisi.

La segunda intervención tuvo lugar en el año 2008.

«En un agujero en el sarcófago –explica el arcipreste–, se introdujo una cámara pequeñísima y una pinza para operaciones quirúrgicas con las que fueron tomados un pedazo de tela verde y rojo con hilos de oro, signo de que cubrían el cuerpo de una persona importante; de otro lado fue tomado un hueso minúsculo».

La investigación demostró que eso pertenecía a «un hombre que murió entre los siglos I y II D.C. Es la confirmación de la tradición, lo dijo el Papa en la homilía de clausura del Año Paulino, según la cual los restos del Apóstol Pablo se conservan en esta tumba».

La Basílica ha tenido otras intervenciones artísticas en 1931 con la puerta de bronce de Antonio Mariani, y la Puerta Santa que fue colocada durante el Jubileo del año 2000 por Enrico Manfrini.

Pese a su distancia con el centro histórico de Roma, lo que hace que algunos recorridos turísticos la ignoren, San Pablo Extramuros cobra cada vez más importancia por ser un importante punto de referencia para el ecumenismo, por los grandes tesoros del arte y la arquitectura que se encuentran allí, por los medallones de todos los papas, desde San Pedro hasta Benedicto XVI que dan fe de la continuidad de la sucesión de Pedro y ahora, por las nuevas piezas arqueológicas dan fe de la historia del cristianismo en la Ciudad Eterna.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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