ROMA, miércoles 28 de julio de 2010 (ZENIT.org) Como un sacerdote claro, sencillo y profundo en sus reflexiones, así recordó María Barbagallo en la edición de este martes del periódico L’Osservatore Romano a Segundo Galilea, sacerdote y escritor chileno que falleció el pasado 27 de mayo.
“Si queremos una Iglesia más misionera, más coherente y testimonial, más participativa en la comunión”, decía el padre Galilea, “significa que queremos una Iglesia más espiritual, más orante y más contemplativa, es decir, más bella.”
Su vida
Segundo Galilea nació en la capital chilena el 3 de abril de 1928. Fue ordenado sacerdote en 1956. A principios de los años 60 trabajó en la preparación de misioneros en Cuernavaca – México.
El Consejo Episcopal Latinoamericano lo convocó para dar a conocer el Concilio Vaticano II en un instituto de pastoral itinerante, del cual se convirtió el director en las ciudades de Medellín y Bogotá, Colombia.
Hasta 1975 recorrió América Latina, comprometido a proponer reflexiones, retiros y ejercicios espirituales. Luego comenzó una relación con las Pontificias Obras misioneras y junto con otros sacerdotes organizó un instituto misionero para el exterior.
Varias veces viajó a Filipinas y a Corea del Sur. Trabajó en Estados Unidos con las comunidades de inmigrantes. También colaboraba para importantes revistas de teología en este continente.
Donaba el dinero recaudado por los derechos de autor y por sus conferencias al arzobispado de Santiago de Chile para financiar retiros espirituales en los sectores más pobres de su país.
En 1997 el arzobispo de Santiago de Chile le pidió hacer parte del grupo de expertos para redactar las conclusiones del noveno sínodo diocesano.
En el año 2000 partió para Cuba donde sirvió como director espiritual del seminario de San Carlos en este país.
“En Cuba se trabaja con pocos medios, pocos sacerdotes y religiosos pero se aprende a tomar lo mejor de la vida, se toma el todo y el poco, se valora lo esencial” dijo el sacerdote en una entrevista realizada en el año 2001. Luego regresó a Santiago de Chile por motivos de salud.
Acción con oración
Algunos definen al padre Galilea como un “teólogo de la liberación”, debido a que pertenece al período en el cual esta corriente se difundió en América Latina. Sin embargo “no fue nunca un extremista ni se dejó nunca manipular por corrientes fervientes o por polémicas estériles y superficiales”, recuerda María Barbagallo.
La autora recordó cómo este sacerote “vivió su compromiso en la adhesión fiel a Jesucristo y a la Iglesia y en su predicación incansable tenía su centro a Jesús de Nazaret, la Iglesia, la misión y la evangelización”.
Bargaballo destacó también el contenido de sus escritos “densos de mística misionera, de adhesión a Jesús, pobre y obediente, de intentos de llevar la gente de Iglesia a reflexionar que no existe dinamismo misionero sin una adhesión radical a Jesucristo”.
El padre Galilea encontró una gran sintonía con las misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, fundadas por Santa Francisca Cabrini (1874 – 1914) y comenzó a viajar por Brasil, Argentina, Italia y Estados Unidos dándoles conferencias sobre misión y espiritualidad así como exhortándolas a vincular más laicos en su misión.
En su funeral, el padre Fernando Tapia Miranda, dijo que su vida podía resumirse en una frase: “testimonio viviente de la radicalidad del Evangelio”.
“No tenía nada propio” recordó el sacerdote. “En los últimos años ocupaba una pequeña habitación en nuestro seminario pontificio. Nunca vimos que tuviera un automóvil. Viajaba con su pequeña maleta en mano y su eterna pipa”.
Por Carmen Elena Villa