CASTEL GANDOLFO, domingo 29 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI quiso dedicar su habitual introducción al rezo del Ángelus, con los peregrinos reunidos en el patio interior del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, a la virtud de la humildad.
Reflexionando sobre el evangelio del día, sobre los invitados a bodas que buscaban los primeros puestos, el Papa afirmó a los presentes que es Jesús el que ha “buscado el último lugar” por cada persona.
Cuando Jesús aconsejaba buscar los últimos sitios, explicó el Pontífice, “no pretende dar una lección sobre etiqueta, ni sobre la jerarquía entre las distintas autoridades”, sino que “insiste más bien en un punto decisivo, que es el de la humildad”.
“Esta parábola, en un significado más profundo, hace pensar también en la posición del hombre en relación con Dios”, añadió el Papa. El “último lugar” representa “la condición de la humanidad degradada por el pecado”, por esto el propio Cristo “tomó el último lugar en el mundo – la cruz – y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente”.
Al final de la parábola, prosigue el Papa, “Jesús sugiere al jefe de los fariseos que invite a su mesa no a sus amigos o parientes o vecinos ricos, sino a las personas más pobres y marginadas, que no tienen modo de devolvérselo “.
“Una vez más, por tanto, vemos a Cristo como modelo de humildad y de gratuidad: de Él aprendemos la paciencia en las tentaciones, la mansedumbre en las ofensas, la obediencia a Dios en el dolor, a la espera de que Aquél que nos ha invitado nos diga: ‘Amigo, sube más arriba’”.
En este sentido, quiso recordar el ejemplo de san Luis, rey de Francia, cuya memoria se celebró el pasado 25 de agosto.
Este rey, afirmó, “puso en práctica lo que está escrito en el Libro del Eclesiástico: ‘Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor’”, concluyó.