CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 2 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- “La no-redención del mundo” consiste “en no reconocer la verdad”, que “se hace reconocible si Dios se vuelve reconocible”, y esto sucede “en Jesucristo”.
El Papa Benedicto XVI lo afirma en el segundo volumen de su libro “Jesús de Nazaret”, que será presentado el próximo 10 de marzo y trata desde la entrada a Jerusalén hasta la resurrección. L’Osservatore Romano ha adelantado algunos fragmentos del texto.
En el capítulo titulado “El proceso a Jesús”, el Papa se pregunta quienes fueron sus acusadores.
Para Juan, el único que refiere la conversación entre Jesús y Pilato, son sencillamente los “judíos”.
Esta expresión, subraya el Pontífice, “no indica de hecho, al pueblo de Israel como tal, y mucho menos tiene un carácter ‘racista’”, también porque el mismo Juan era judío, así como toda la comunidad primitiva.
Según el evangelista esta expresión indica la aristocracia del templo, aunque con excepciones como se sugiere refiriéndose a Nicodemo. En Marcos, los acusadores son también partidarios de Barrabás, que piden su liberación en lugar de Jesús, Mateo habla, de “todo el pueblo”, aunque “seguramente no expresa un hecho histórico”.
En cuanto al juez, el gobernador romano Poncio Pilato, “sabía que Jesús no venía de un movimiento revolucionario”. Jesús “debía parecerle un exaltado religioso, que quizás violaba preceptos judíos de derecho y de fe, pero esto no le interesaba”, porque sobre esto debían juzgar los judíos.
“Bajo el aspecto de las leyes romanas concernientes a la jurisdicción y al poder, que pertenecían a su competencia, no había nada serio contra Jesús”, pero en el interrogatorio su respuesta a la pregunta “¿Entonces tú eres rey?”- “Tú lo dices: yo soy rey”, cambia la situación.
El reino de Jesús “es no violento”, “no dispone de ningún ejército”, subraya Benedicto XVI. Con sus palabras, “Jesús ha creado un concepto absolutamente nuevo de realeza y de reino”, calificando como la esencia de su realeza al “testimonio de la verdad”.
“¿Qué es la verdad? No solo Pilatos arrinconó esta pregunta como sin solución y, para su tarea, impracticable – indica el Pontífice-. También hoy, en el debate política como en la discusión acerca de la formación del derecho, esta resulta molesta. Pero sin la verdad el hombre no acoge el sentido de su vida, deja, a fin de cuentas, el campo a los más fuertes”.
“¿Puede la política asumir la verdad como categoría para su estructura?”, pregunta el Papa.
“Dar testimonio de la verdad”, destaca, “significa poner en evidencia a Dios y a su voluntad frente a los intereses del mundo y a sus potencias”, quiere decir “descifrar la creación y a su verdad accesible de modo tal que esta pueda constituir la medida y el criterio orientativo en el mundo del hombre”.
“Digámoslo también: la no-redención del mundo consiste, en la no comprensión de la creación y en el no reconocimiento de la verdad, una situación que después conduce inevitablemente al dominio del pragmatismo, y de este modo, el poder de lo fuertes se convierte en el dios de este mundo”.
“Redención en el sentido pleno de la palabra puede consistir sólo en el hecho de que la verdad se vuelva reconocible. Y esta se vuelve reconocible si Dios se vuelve reconocible. Él se vuelve reconocible en Jesucristo. Por Él, Dios ha entrado en el mundo, y con esto a elevado el criterio de la verdad en medio de la historia”.
Judas
En el capítulo “El lavatorio de los pies”, el Papa recuerda que Jesús, profundamente turbado, declara: “En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me traicionará” (Jn 13, 21).
“La ruptura de la amistad llega incluso hasta comunidad sacramental de la Iglesia, donde siempre de nuevo hay personas que toman ‘su pan’ y le traicionan”.
“Quien rompe la amistad con Jesús, quien se sacude de encima su ‘dulce yugo’, no alcanza la libertad, no se hace libre, sino que se convierte en cambio en esclavo de otros poderes”.
“Con todo, la luz que, proveniendo de Jesús, había caído en el alma de Judas, no se había apagado del todo. Hay un primer paso hacia la conversión: ‘He pecado’, dice a sus comisionadores. Intenta salvar a Jesús y devuelve el dinero. Todo lo que de puro y de grande había recibido de Jesús, permanecía inscrito en su alma – no podía olvidarlo”.
La segunda tragedia, después de la traición, es que Judas no consigue ya creer en el perdón. Su arrepentimiento se convierte entonces en desesperación.
Judas “nos hace ver así la forma equivocada del arrepentimiento”, subraya el Pontífice: “un arrepentimiento que ya no consigue esperar, sino que ve sólo su propia oscuridad, es destructivo y ya no es un verdadero arrepentimiento”.
“Forma parte del justo arrepentimiento la certeza de la esperanza – una certeza que nace de la fe en el poder mayor de la Luz que se hizo carne en Jesús”.
La última cena
El Papa recuerda también que “Juan procura con cuidado en no presentar la última cena como cena pascual”.
“Tiene razón: en el momento del proceso de Jesús ante Pilato, las autoridades judías aún no habían comido la pascua y por ello debían mantenerse aún ritualmente puras”. “La crucifixión no tuvo lugar el día de la fiesta, sino en su vigilia”.
“Pero entonces ¿por qué los sinópticos han hablado de una cena pascual?”, se pregunta el Papa.
“Jesús era consciente de su muerte inminente. Él sabía que ya no habría podido comer la Pascua. Con esta clara conciencia, invitó a los suyos a una última cena de carácter muy particular, una cena que no pertenecía a ningún rito judío determinado, sino que era su despedida, en el que Él daba algo nuevo, se daba a sí mismo como el verdadero Cordero, instituyendo así su Pascua”.
“Aunque este convite de Jesús con los Doce no fue una cena pascual según las prescripciones rituales del judaísmo, en retrospectiva se hizo evidente la conexión interior del conjunto con la muerte y resurrección de Jesús: era la Pascua de Jesús”.
[Por Roberta Sciamplicotti, los párrafos del libro son traducción de ZENIT]