Egipto: clima tenso en la convivencia entre cristianos y musulmanes

El tabú de las uniones mixtas incendia las protestas contra los coptos

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ROMA, lunes 7 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- La convivencia entre la mayoría musulmana y la numerosa minoría copta sigue siendo precaria en Egipto. De hecho, basta poco para encender la mecha y hacer estallar graves violencias. Lo demuestra el asalto de una muchedumbre de unos 4.000 musulmanes, en la noche entre el viernes 4 y el sábado 5 de marzo a la comunidad copta (casi 12.000 personas), en la aldea de Sol, en las cercanías de Atfih, en el gobernatorado de Helwan, en la orilla derecha del Nilo, al sur de la capital El Cairo.

Como informaron el sábado las agencias AsiaNews y AINA (Assyrian International News Agency), el balance del ataque en plena regla es grave: al menos dos muertos, cuatro desaparecidos (un sacerdote – padre Yosha – y tres diáconos) y la iglesia local incendiada. Mientras algunas fuentes sostienen que los cuatro desaparecidos habrían muerto en la quema de la iglesia, otros dicen en cambio que habrían sido tomados como rehenes por los musulmanes. Según el activista Ramy Kamel, de la organización Katibatibia (Legión Tebea), que se puso en contacto con la emisora copta Hope Sat (con sede en Estados Unidos), ninguno de los cuatro responde a las llamadas a los teléfonoso móviles.

Lo que desencadenó el episodio fue una relación sentimental entre un hombre cristiano de cuarenta años, Ashraf Iskander, y una mujer musulmana. Según los familiares de la mujer, la relación arrojaba “deshonor” sobre la familia, y por tanto ella y el hombre debían ser matados. Pero al término de una reunión de reconciliación entre las dos familias, el padre había perdonado a su hija, una decisión que empujó a un primo de la mujer a matar a su tío. Por venganza, un hermano de la mujer mató después al primo.

La comunidad musulmana echó la culpa de este derramamiento de sangre a los cristianos y asaltó el pueblo, arremetiendo en particular contra la iglesia de San Menas y San Jorge. Gritando Allahu akbar (Dios es grande), la muchedumbre hizo explotar dentro del edificio algunas bombonas de gas (al menos 5) y destruido además las cruces y cúpulas del lugar de culto. Según los testimonios, la muchedumbre impidió la llegada de los coches de los bomberos y mandaron atrás algunas patrullas con carros armados del ejército egipcio – estacionado desde hacía algunos días en el pueblo vecino de Bromil – con el lacónico mensaje de que todo estaba “ahora en su sitio”.

El activista copto Wagih Yacoub refirió que durante el asalto, la turbs irrumpió también en casas de familias coptas, intimándoles a dejar el pueblo. Algunas familias aterrorizadas – así lo afirma la fuente – han encontrado refugio entre sus vecinos musulmanes.

En el transcurso de los últimos años y meses, la violencia sectaria ha puesto a dura prueba la secular convivencia entre musulmanes y coptos en Egipto. El 6 de enero de 2010, en la vigilia de la Navidad copta, un ataque en la localidad de Nag Hammadi causó la muerte de seis cristianos y un agente de seguridad musulmán. Precisamente hace dos semanas, el domingo 20 de febrero, un tribunal egipcio confirmó la pena de muerte contra el atentador, Mohamed Ahmed Hussein, pero exoneró a dos cómplices, suscitando entre otras la protesta de la US Commission on International Religious Freedom (USCIRF).

Durísimo fue también el balance del atentado suicida perpetrato ante la Iglesia de los Santos (Al-Qiddissine) de Alejandría de Egipto, que poco después de la medianoche del 1 de enero provocó casi 30 víctimas. En esa ocasión, el entonces presidente Hosni Mubarak había condenado la tragedia y “el terrorismo ciego”, que “no hace distinción entre copto y musulmán” (Agence France-Presse, 1 enero).

En la aldea de Shotb, en el gobernatorado de Assiut (Alto Egipto), fue asesinado hace menos de dos semanas un sacerdote copto-ortodoxo, padre Daoud Boutros, muy probablemente por un extremista islámico. A raíz de lo sucedido, los jefes de la comunidad copta y musulmana de Assiut publicaron un comunicado conjunto para denunciar el asesinato y lanzar un llamamiento a los jóvenes para que escuchen la voz de la razón y respeten la religión (Al-Masry Al-Youm, 26 de febrero). También en Assiut, miembros de los Hermanos Musulmanes intentaron la semana pasada asaltar una escuela presbiteriana, pero fueron rechazados por las fuerzas del orden. Lo refirió Nina Shea, directora del Center for Religious Freedom del Hudson Institute (The National Post, 6 de marzo).

Por su parte, el ejército egipcio ha puesto en marcha últimamente varios asaltos contra monasterios coptos para destruir los muros y las vallas que los monjes habían construido de prisa para defenderse de los crecientes ataques de bandas de asaltantes, fruto de la inseguridad general que domina el país tras la “revolución del 25 de enero”, que concluyó con la caída del presidente Mubarak.

El pasado 24 de febrero tocó por segunda vez en apenas tres días al conocido monasterio de San Bishoy en la región de Wadi el-Natroun, a un centenar de kilómetros al noroeste de El Cairo. El 21 de febrero los militares derrumbaron el recinto del monasterio de San Makarios de Alejandría, en el Fayoum, al suroeste de El Cairo, y el día anterior, es decir, el domingo 20 de febrero, el del monasterio de San Pablo, en el Mar Rojo.

A pesar de las demostraciones de solidaridad entre cristianos y musulmanes con ocasión de la reciente revuelta contra el régimen de Mubarak, los coptos se sienten cada vez más marginados y ciudadanos de «serie B» en su país. Según un informe gubernamental, Egipto cuenta con 93.000 mezquitas pero con apenas 2.000 iglesias, y para los 6-10 millones de cristianos, obtener los permisos para construir una nueva iglesia, realizar trabajos de mantenimiento normales o – como en el caso de los monasterios – erigir un recinto de protección resulta muy difícil.

Otro punto «dolens» es la cuestión de los carnets de identidad, que indican de hecho la pertenencia religiosa del portador, un detalle que puede transformar la vida de los convertidos al cristianismo en un infierno. Hacer cambiar la religión en los documentos oficiales resulta casi imposible o requiere largas batallas legales, lo que significa que – en el caso de un hombre – no puede siquiera contraer matrimonio, si no es con una musulmana. Además, las mujeres islámicas no pueden casarse con hombres no musulmanes. Precisamente este tabú ha estado en el origen del último episodio de violencia anticristiana en Egipto.

“Las relaciones entre personas de diferentes religiones están prohibidas, por ambas partes», así lo explica a Fides (7 de marzo) Luciano Verdoscia. Según este misionero comboniano, en Egipto desde hace años, lo sucedido es la consecuencia que se ha sedimentado en los últimos treinta años, la cual ha acentuado la división entre las dos comunidades.

“Hay gente que hipotiza – prosigue – que hay grupos fundamentalistas detrás de estos incidentes. Pero creo que detrás de todo esto se encuentra esta cultura, sin duda alentada por la propagación de un Islam la cada vez más radical, que a menudo era la única respuesta a la creciente pobreza, lo que llevó a exacerbar las divisiones religiosas”.

El padre Verdoscia no excluye, sin embargo, que detrás de algunos episocios esté la mano de fuerzas que intentan incendiar los ánimos. “Parece que está surgiendo pruebas concretas sobre la participación de la policía secreta en el atentado de Alejandría, según cuanto han publicado los periódicos egipcios", observa.

Ayer domingo 6 de marzo, algunos centenares de cristianos se manifestaron ante la sede de la televisión y de la radio estatal, en el corazón de El Cairo, para protestar contra el asalto en la aldea de Sol y para pedir una protección adecuada de la minoría cristiana. El obispo de Gizeh, monseñor Anba Theodosius, definió a los responsables
del ataque como “delincuentes y proscritos” que intentan crear división (Deutsche Presse-Agentur). Por su parte, el jefe del Consejo Supremo de las fuerzas armadas – que gobierna actualmente el país –, Mohamed Hussein Tantawi, ha prometido que la iglesia será reconstruida antes de Pascua (Al-Masry Al-Youm, 7 de marzo).

Por Paul de Maeyer. Traducción del italiano por Inma Álvarez

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ZENIT Staff

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