Por Rafael Navarro-Valls
MADRID, lunes 7 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos una nueva contribución en nuestra sección Observatorio Jurídico, sobre libertad, cuestiones relacionadas con los derechos humanos y su relación con la antropología y la fe cristianas, que dirige el español Rafael Navarro – Valls, catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, y secretario general de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España.
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Verano de 1989. La caída del socialismo real en los países del Este levanta oleadas de entusiasmo. Francis Fukuyama incluso sugirió que tal vez “estemos siendo testigos del fin de la historia misma… y de la universalización de la democracia en cuanto forma última de gobierno humano”. ¿ Qué fue lo primero que hizo la democracia en todos esos países ? : dar voz al pueblo. Y, al hacerlo, los políticos descubrieron que ese pueblo quería hablar de Dios.
Invierno de 2011. Las caídas de las autocracias en Egipto y Túnez, y la erosión de las dictaduras en Yemen, Bahrein o Libia, comienza a despertar la esperanza del fin de la patología totalitaria en los países islámicos. Esperemos una expansión progresiva de los derechos humanos que evite choques violentos entre extremos intolerantes. Esto solamente será posible si es protegida la primera de las libertades, es decir, la religiosa.
El test de que una verdadera democracia sustituye a una dictadura es la apertura de dos compuertas: la de conciencia y la de expresión
Para entender lo que digo, permítanme que sintetice algunos datos de los países más afectados por el seísmo ideológico que recorre el norte de Africa y entresacados de los dos informes más rigurosos acerca de la libertad religiosa en el mundo. Me refiero a los de 2010 del Departamento de Estado de los Estados Unidos y el de Ayuda a la Iglesia Necesitada.
En Bahrein, donde empieza la confesionalidad islámica acaba la libertad religiosa. Un solo ejemplo: el 14 de mayo de 2009 el Ministerio para el Desarrollo Social ordenó a seis comunidades cristianas suspender sus actividades. Túnez posee un 0,2% de cristianos, frente a un 99,5% de musulmanes. Este exiguo porcentaje, ha visto prohibido oficialmente su proselitismo, vetada la conversión de musulmanes, y prohibida la lectura del evangelio como intento de conversión.
Bajo la dictadura de Hosni Mubarak, el Islam en Egipto, con un 80-90% de musulmanes (por un 10% de cristianos ) es la religión del país y la única a seguir en la práctica. Con la sharia (ley islámica) en la mano, es frecuente encontrarse con condenas por “apostasía” en cuanto que vulnera el “orden público”, o arrestos por “ruptura pública” del ayuno de Rammadam
La fe cristiana sobrevive en el Yemen del siglo 21 en la forma de reuniones secretas en las casas-iglesia. Conforme a la Constitución de 1991 “la sharía islámica es la fuente de toda legislación”. Entre los crímenes coránicos aparece la apostasía, penada con la muerte. En enero de 2009 el incremento de la violencia contra miembros de la comunidad judía acabó con la clausura de dos sinagogas en la zona de Amran.
Curiosamente Libia -que carece de Constitución – es la más tolerante de esas dictaduras. De hecho, el clero católico centra libremente su servicio en hospitales y orfanatos, asistiendo también a ancianos y discapacitados. Sin embargo, no hay lugares de culto públicos para el hinduismo, el budismo y el bahaísmo.
Por otra parte, la preocupación en Occidente por las persecuciones a los cristianos en otros países de Oriente, ha tenido una clamorosa confirmación con el asesinato en Pakistán del ministro católico Shahbaz Bhatti. En el caso de Irán, el gobierno no sólo sigue oprimiendo a los wahabíes y a los cristianos, sino también a los musulmanes sufíes. Los informes antes aludidos dicen que los musulmanes disidentes son sometidos cada vez más a abusos y en ocasiones condenados a muerte e incluso ejecutados por la pena capital de moharabeh, o «emprender la guerra contra Dios».
La tensión entre dictadura/ y democracia tiene su núcleo duro en el respeto a la libertad religiosa. Sin que puedan escudarse esos países en ebullición en la restrictiva tesis de la no universalidad de los derechos humanos. Esto es una coartada para proclamar su “inocencia” al conculcarlos. Los derechos humanos –incluida la libertad religiosa – o son universales o pierden totalmente su sentido. Por eso me permito reiterar que, el verdadero test para comprobar si la democracia es real en las nuevas revoluciones del norte de Africa, será el grado de respeto a la libertad religiosa que consigan implantar. A lo cual poco ayuda el sorprendente consejo que el presidente Zapatero se ha permitido dar en su reciente visita a Túnez : recluir la religión en el ámbito privado.