PAMPLONA, miércoles 9 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Los cristianos y todas las personas tienen una responsabilidad concreta a la hora de afrontar la crisis actual, afirman los obispos de Pamplona, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, en su Carta Pastoral para la Cuaresma de este año.
El documento, titulado “Una economía al servicio de las personas. Ante la crisis, conversión y solidaridad”, está dedicado a analizar las causas y las consecuencias de la crisis económica, así como a hacer recomendaciones a las comunidades cristianas en estos momentos difíciles.
Tras analizar en la primera parte (capítulos 1 y 2) los rasgos y las características de la crisis de los países occidentales (análisis publicado ayer por ZENIT, ver www.zenit.org/article-38524?l=spanish) , los obispos ofrecen (capítulos 3 y 4) indicaciones a los fieles y a “las personas de buena voluntad”.
Uno de los puntos fundamentales que los obispos señalan es que la respuesta a la crisis “debe venir de toda la sociedad”, y no esperar a que sean los poderes públicos quienes tomen medidas.
La comunidad cristiana “ha de promover la puesta en práctica de la Doctrina Social, guiada por sus principios y preservando y fomentando los valores de la vida social, como son la verdad, la libertad, la justicia, la paz y el amor”.
La segunda tarea que hay que llevar a cabo es “fomentar una práctica de ojos abiertos y de corazón compasivo, para ver los rostros sufrientes de la crisis y dar testimonio de los principios del bien común, el destino universal de los bienes y la solidaridad.
“Esta segunda práctica de la dimensión caritativa, además de urgente e inaplazable, es una auténtica piedra de toque de nuestra veracidad y credibilidad”, subrayan los obispos.
Los obispos plantean a todos una serie de actuaciones concretas para ayudar a superar la crisis, dentro del marco de la doctrina social, tanto a las empresas como a las familias, los agentes pastorales, los sacerdotes y los religiosos.
Evitar despidos
Una primera recomendación es que, ante las situaciones concretas en las que se plantean reducciones de trabajo, “tanto las empresas, como las fuerzas sindicales, los propios empleados y los poderes públicos competentes traten de buscar por todos los medios legítimos, y dentro de las posibilidades de cada caso, fórmulas para evitar despidos permanentes”.
“El miedo ante una situación de grave crisis tiende naturalmente a crear una legítima preocupación por cómo evitar ser víctima de la misma, con lo que conlleva de necesidad, angustia y precariedad”, reconocen los prelados.
Sin embargo, subrayan, “con ello se corre el riesgo de generalizar socialmente un estado de ánimo que podríamos definir como ‘sálvese quien pueda’”.
“Ante semejante peligro, es preciso volver nuestra mirada al espíritu y modo de vida de las primeras comunidades cristianas: Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno”.
Por ello, otra recomendación, a las parroquias, comunidades religiosas y otras realidades eclesiales es que busquen “la manera concreta de actualizar la comunicación de bienes para ayudar a los más afectados por la crisis.
En este sentido, destacan la labor de las Cáritas, instándoles a “seguir intensificando sus esfuerzos para ayudar a la sociedad a descubrir sus carencias para con los más débiles y promover la adopción de las medidas necesarias de justicia social”.
“Un segundo campo de acción de las Caritas de nuestras diócesis es el de prestar ayuda a todas aquellas personas, familias y colectivos a los que la crisis está colocando en una grave situación”.
Por ello, destacan que en los últimos tres años “han aumentado de manera muy significativa las aportaciones dinerarias a Caritas; del mismo modo ha aumentado el número de personas voluntarias para ponerse a disposición de Caritas y sus programas”.
Una tercera recomendación es a los religiosos, especialmente a quienes se dedican a la pastoral social, de manera que la crisis sea una oportunidad de volver a su “carisma primero” de ayudar a los más necesitados-
“En vuestros propios carismas fundacionales y en su desarrollo histórico, encarnáis los múltiples e inagotables modos de vida evangélica y de servicio a los últimos”.
“Vuestro ejemplo, además de ser expresión del Evangelio y signo de credibilidad ante la sociedad, es alimento necesario para que la dimensión caritativa cobre más hondura en el conjunto de nuestras iglesias. Vuestra presencia y trabajo, las más de las veces paciente, constante y callado, es un auténtico antídoto contra la crisis y contra las patologías que la han hecho posible”.
Colegios concertados
Los obispos se dirigen en especial a las órdenes religiosas que se dedican a la enseñanza a través de las escuelas concertadas.
A estas les piden que presten “especial atención a todos los colectivos en riesgo de grave exclusión, busquéis el modo de acogerlos en vuestros centros y desarrolléis los necesarios programas de integración socio-educativa, en colaboración con sus familias y las del resto del alumnado”.
“Recordad y actualizad vuestros carismas fundacionales y la preferencia de Jesús por los más pequeños y abandonados, que andaban como ovejas que no tienen pastor”, exhortan los prelados.
A los laicos, los obispos exhortan a “participar en la promoción de esta movilización ciudadana y tomar parte en ella. Lo ha de hacer, siguiendo las directrices del Concilio, con la recta intención de construir junto con las demás personas de buena voluntad un mundo de todos y para todos”.
Para ello, insisten en la importancia de la formación en los rudimentos de la doctrina social de la Iglesia, promoviendola a través de “las instituciones de formación teológico-pastoral, nuestros servicios de laicado y apostolado seglar, y los secretariados sociales y delegaciones de pastoral social”.
Austeridad
A las familias, la recomendación es recuperar los valores de siempre, viviendo “este tiempo como tiempo de gracia y como oportunidad de reforzar el sentido de la fe y del amor, mediante la práctica de la austeridad, la compasión y la solidaridad.
También los obispos y sacerdotes, reconocen, “estamos necesitados de conversión. Hemos de esforzarnos en seguir el estilo de vida de Jesús”, fomentando “en nuestras propias vidas la generosidad, el desprendimiento y el amor a la pobreza evangélica”-
A la sociedad entera, los obispos piden un “ejercicio de responsabilidad”: “El momento actual exige que cada persona y cada asociación o instancia social o pública” afronte “las consecuencias de la crisis y su salida buscando el bien común y prestando especial cuidado hacia los más débiles”, y construya “nuestra economía y nuestra vida social sobre bases éticas sólidas”.
“La tarea de afrontar la crisis y buscar salidas verdaderas y sostenibles va a conllevar importantes ajustes y sacrificios. Todos sabemos que no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades ni apoyados en burbujas condenadas a explotar”.
Los obispos piden “que la adopción de las medidas necesarias esté guiada por el doble principio de la participación y de la responsabilidad”, y exhortan a “empresarios, trabajadores, organizaciones sindicales, instituciones sociales, partidos políticos y poderes públicos a superar nuestras propias miras e intereses particulares en favor del bien común!.
“No es cierto que la mejor manera de defender y alcanzar ese bien sea dejarlo al libre establecimiento del equilibrio de fuerzas que buscan defender por todos los medios su interés particular”, advierte
n.
Al contrario, “la participación y la responsabilidad exigen el reconocimiento sincero de los legítimos derechos y obligaciones de cada parte, siempre con vistas al interés general, favoreciendo así que las acciones a tomar sean asumidas y promovidas por todos”.
Mirar a los mayores
Otra de las recomendaciones de los obispos a todos los fieles es la de no desatender a los ancianos, sino a atenderlos y a cuidar de ellos, como una obra de justicia hacia ellos.
“Si las personas mayores son siempre la base sobre la que se construye el presente, nuestros mayores de hoy fueron la generación joven que, tras vivir la tragedia de la guerra civil y los rigores de la posguerra, tuvo que afrontar la reconstrucción social y económica sobre la que se ha forjado nuestro bienestar”, recuerdan los obispos.
Esta generación, añaden, “asumió el sacrificio como hecho y como principio moral; puso sus miras no en ella misma, sino en que sus descendientes gozáramos de las oportunidades que ellos no tuvieron; que, por tanto, ahorró en vez de consumir, para invertirlo en futuro humano”.
“Somos profundamente deudores de ellos”, afirman, no sólo por el pasado, sino también por “la generosidad de tantas personas ya jubiladas que, además de ayudar a sus propios hijos e hijas con su tiempo y dinero, nutren en gran medida el voluntariado de instituciones eclesiales y sociales”.
“Su labor y ejemplo resultan imprescindibles para fortalecer moralmente nuestra sociedad y sembrar los valores de la responsabilidad social, la solidaridad y la gratuidad.
El trato que se dispensa a las personas mayores es una señal de la calidad moral de la sociedad. En las últimas décadas se han producido cambios significativos, cuyo discernimiento excede los límites de esta carta”.
Por ello, los obispos ven con preocupación “el distanciamiento cada vez mayor entre esa atención y el entorno familiar, vecinal y social. Esta realidad es también manifestación de una crisis de modelo social que va mucho más allá de lo económico-financiero”.
“Todos – personas, sociedad civil y administraciones públicas – debemos hacer un esfuerzo para que la crisis no suponga un deterioro en la atención a nuestros mayores y para que su dignidad se respete en todo momento”.
Ayudar a inmigrantes y jóvenes
Respecto a las personas inmigrantes, los obispos recuerdan que “la historia, tal como nos dice la Biblia, nos muestra que, en un momento u otro, todos los pueblos lo hemos sido”, y que por ello, “nos ordena tratar a los inmigrantes como si se tratara de nosotros mismos, sintiéndonos parte de la condición inmigrante, indisoluble de la humana”.
Aparte de esto, los obispos afirman que “todas las personas somos sujetos de una dignidad inviolable por haber sido creadas a imagen y semejanza de Dios. De ahí que, desde el punto de vista cristiano, los derechos humanos, entre ellos al trabajo y a una vida digna, hayan de ser interpretados en clave de la familia humana universal”.
Además, advierten, “la población inmigrante no puede ser objeto de un trato basado en nuestras conveniencias. Su contribución a nuestro bienestar ha sido y es innegable: han creado riqueza, han fortalecido el sistema de Seguridad Social, han hecho que nuestra población crezca, han realizado labores imprescindibles, socialmente poco valoradas”.
“La más elemental justicia nos obliga a reconocérselo y a recompensárselo en estos tiempos especialmente duros para las personas inmigrantes”.
Por eso, los prelados muestran su preocupación por “las tendencias que comienzan aparecer en la opinión pública que indican un riesgo de xenofobia hacia ellas”, y piden a todos que “trabajen para desterrar tales tendencias y protejan con especial cuidado los derechos de la población inmigrante”.
Otra de las grandes preocupaciones pastorales es el paro de los jóvenes: “La crisis de los años ochenta frustró las esperanzas e ilusiones de una parte importante de la de entonces; en algunos casos, quebró irremediablemente su vida”, recuerdan.
Ahora, el desempleo y la falta de crecimiento económico “ya están incidiendo de manera especial en las personas jóvenes, que experimentan una tasa de desempleo más de dos veces superior a la media”.
“Una sociedad que no protege su capital humano, especialmente el más necesario para el futuro, erosiona su propia proyección y el ánimo de la población, y favorece la aparición de patologías sociales”, advierten los obispos.
Pagar impuestos
“Estos grupos de personas y otros afectados por la crisis hacen necesario que nuestras administraciones sigan trabajando por mantener e incluso aumentar en lo posible la partida dedicada al conjunto del gasto social”.
Este gasto “es concreción de la redistribución de la riqueza y exigencia básica de la justicia y del bien común. Sin ingresos fiscales suficientes se compromete dicho gasto, cuya importancia actual es crítica para evitar la exclusión social de los más afectados”.
Por ello, los obispos recuerdan que “el pago de los impuestos legítimamente establecidos es siempre una obligación moral grave”.
“Al mismo tiempo, hay que exigir con la misma gravedad moral que nadie trate de beneficiarse de ninguna ayuda social sin causa legítima y proporcionada, de acuerdo con el espíritu de las normas que la regulan”.
“Finalmente, los poderes públicos están llamados a regirse por lo principios de austeridad, eficiencia y honestidad en la administración de los recursos que les han sido confiados por la ciudadanía”, añaden los prelados.
Conversión
Los obispos concluyen afirmando que esta crisis “es una llamada a que nuestras iglesias diocesanas se conviertan y purifiquen, para que ese mensaje no sólo sea creíble, sino que brille en todo su esplendor”.
“Deseamos ser mensajeros y sembradores de esperanza en medio de las dificultades y angustias presentes; defensores y promotores de la justicia y del bien común; anunciadores y practicantes de la civilización del amor, enraizada en el de Dios Padre, manifestada en la encarnación, muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo y sostenida por la acción del Espíritu Santo”.
“Desde esa convicción y misión, en esta carta hemos tratado de unir nuestra voz a la de la Doctrina Social de la Iglesia y a uno de sus puntos centrales: nuestra economía debe estar al servicio de la naturaleza, dignidad y destino del ser humano; su desenvolvimiento no ha de usar a la persona como un medio, sino considerarla a todos los efectos como un fin; ha de ser fruto de la participación de todos y sus frutos han de ser para todos; para ello, ha de estar debidamente regulada y supervisada, como garantía del bien común; y, en el actual momento de la humanidad, exige tanto un enfoque como una autoridad global”, termina la carta.
El documento puede encontrarse en: http://www.iglesianavarra.org/wp-content/uploads/2011/03/Carta-pastoral-Cuaresma-Pascua-2011.pdf
Por Inma Álvarez