CIUDAD DEL VATICANO, viernes 18 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- La sentencia que ha emitido este viernes el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo a favor de la exposición del crucifijo en las escuelas de Italia ha recibido el aplauso de la Santa Sede por considerar que se trata de una decisión que «hace historia» en el reconocimiento de la libertad religiosa.
El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha emitido una declaración para manifestar la «satisfacción» del Vaticano al haber leido esta «sentencia sumamente comprometedora».
«La Gran Sala de hecho ha contradicho desde todos los puntos de vista una sentencia de primera instancia, adoptada por unanimidad por una Cámara del Tribunal, que suscitó no sólo el recurso del Estado Italiano, sino también el apoyo de numerosos Estados europeos, como nunca antes había sucedido, y la adhesión de muchas organizaciones no gubernamentales, expresión de un amplio sentimiento de la población».
Un caso histórico
Los países que oficialmente han apoyado a Italia son Armenia, Bulgaria, Chipre, Grecia, Lituania, Malta, Mónaco, Rumanía, Federación Rusa y San Marino, así como Albania, Austria, Croacia, Hungría, Moldavia, Noruega, Polonia, Serbia, Eslovaquia y Ucrania.
El caso había sido planteado al Tribunal de Estrasburgo por Soile Lautsi, ciudadana italiana de origen finlandés, que en el año 2002 había pedido a la escuela estatal «Vittorino da Feltre» de Abano Terme (Padua), en la que estudiaban sus dos hijos, que quitara los crucifijos de las aulas. La dirección de la escuela se negó por considerar que el crucifijo forma parte del patrimonio cultural italiano, y posteriormente los tribunales italianos dieron razón a este argumento.
Sin embargo, una sentencia en primera instancia del Tribunal de Estrasburgo decidió por unanimidad imponer la expulsión de los crucifijos de las escuelas italianas y condenó al gobierno italiano a pagar a la mujer un resarcimiento de 5.000 euros por daños morales.
Aquella primera sentencia de la historia de ese tribunal en materia de símbolos religiosos en las aulas de clase consideró que la presencia del crucifijo en la escuela constituye «una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones» y de «la libertad de los alumnos».
Ante el recurso presentado por el Estado italiano, la Gran Sala del Tribunal europeo ha contradicho radicalmente aquella primera sentencia, estableciendo por 15 votos a favor y 2 en contra, que la presencia de los crucifijos en las aulas no constituye «una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones» y de «la libertad de religión de los alumnos» ya que «no subsisten elementos que puedan probar que el crucifijo influye eventualmente en los alumnos».
Los derechos no están en contra de la libertad religiosa
El padre Lombardi explica en su declaración que el Tribuna Europeo de Derechos Humanos «reconoce a un nivel jurídico sumamente autorizado e internacional que la cultura de los derechos del hombre no debe ponerse en contraposición con los cimientos religiosos de la civilización europea, a los que el cristianismo ha dado una contribución esencial».
«Se reconoce, además, según el principio de subsidiariedad, que es un deber garantizar a cada país un margen de aprecio del valor de los símbolos religiosos en la propia historia cultural y en la identidad nacional y del lugar de su exposición (como ha sido confirmado en estos días también por sentencias de tribunales supremos de algunos países europeos)», en referencia a Italia y Austria.
«En caso contrario, en nombre de la libertad religiosa, se tendería paradójicamente a limitar o incluso a negar esta libertad para excluir de la vida pública toda manifestación –advierte el portavoz vaticano–. De este modo, se violaría la misma libertad, obscureciendo las identidades específicas y legítimas. El Tribunal sentencia, por tanto, que la exposición de la identidad cultural y religiosa de los países de tradición cristiana».
«La nueva sentencia de la Gran Sala es bienvenida también porque contribuye eficazmente a restablecer la confianza en el Tribunal Europeo de Derechos del Hombre por parte de una gran parte de europeos, convencidos y conscientes del papel determinante de los valores cristianos en su propia historia, pero también en la edificación de la unidad europea y en su cultura de derecho y de libertad», concluye la declaración vaticana.