SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 19 de marzo de 2011 (ZENIT.org).-Publicamos el análisis que ha realizado monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, sobre la filiación religiosa de las personas que viven en su diócesis.
* * *
VER
Según el censo oficial del año 2010, en Chiapas hay 4.796,580 habitantes. De ellos, 2.796.685 son católicos (58.30%); 1.312,873 protestantes o evangélicos de muy diversas denominaciones (27.35%). Alarma que 580,690 (12.10%) se declaran sin religión y 103,107 (2.14%) no especifican su creencia, están indefinidos. Profesan otras religiones 2,712 personas (0.05%); de religión judaica son sólo 513 (0.01%). Resalto que no todos los que dejaron de ser católicos se hicieron protestantes, pues nosotros disminuimos un 5.86% y entre todos ellos crecieron sólo un 4.76%. Aumentaron quienes no especifican su religión: de ser el 0.79% en el año 2000, ahora son el 2.14%.
En la clasificación de protestantes y evangélicos, hay muchas diferencias. Las religiones más numerosas no son las que tienen historia y tradición que arranca de la Reforma, sino las llamadas pentecostales y neopentecostales, que han ido surgiendo en últimos tiempos, subdivisiones unas de otras; tienen 402,602 congregantes (8.39%). Aquí entran Asambleas de Dios, Ejército de Salvación, Iglesia Cristiana, Iglesia de Dios, Iglesia del Evangelio Completo, Iglesia Sólo Cristo Salva, Príncipe de Paz, y un largo etc. Otra gran variedad de congregaciones evangélicas distintas, muchas de reciente fundación, suman 225,935 fieles (4.71%). Los Mormones son 8,501 (0.17%); lo de la Luz del Mundo, en nuestro Estado, apenas son 4,875 (0.10%).
Las llamadas religiones históricas congregan a 287,945 fieles (el 6.00%); en ellas están anglicanos, bautistas, calvinistas, del Nazareno, luteranos, metodistas y presbiterianos. Una de las confesiones más numerosas es la de los Adventistas del Séptimo Día; ellos solos suman 255,885 (5.33%). Los Testigos de Jehová son 127,130 (2.75%)
JUZGAR
Jesucristo fundó una sola Iglesia, sobre Pedro y sus sucesores (cf Mt 16,18). Su oración insistente es que todos sus discípulos vivamos unidos, para que el mundo crea (Jn 17,21). Y la prueba por excelencia de que somos de los suyos es que nos amamos como hermanos (cf Jn 13,35). Sin embargo, ya desde el inicio aparecen las divisiones internas en las comunidades cristianas (cf 1 Cor 1,10-13). Esto no es un consuelo, sino un reto. Dios no quiere esta multiplicación dispersa y excluyente, sino la unidad en su Iglesia, lo que no contradice la diversidad de matices y carismas.
Dice el Papa Benedicto XVI: «La búsqueda del restablecimiento de la unidad entre los cristianos divididos no puede reducirse a un reconocimiento de las diferencias recíprocas y a la consecución de una convivencia pacífica; lo que anhelamos es la unidad por la que Cristo mismo oró y que por su naturaleza se manifiesta en la comunión de la fe, de los sacramentos, del ministerio. El camino hacia esta unidad se debe percibir como imperativo moral, respuesta a una llamada precisa del Señor. Por eso es necesario vencer la tentación de la resignación y del pesimismo, que es falta de confianza en el poder del Espíritu Santo» (25-I-2011). Y advierte con toda claridad: «Toda división en la Iglesia es una ofensa a Cristo; y, al mismo tiempo, es siempre en él, única Cabeza y único Señor, en quien podemos volvernos a encontrar unidos, por la fuerza inagotable de su gracia» (23-I-2011).
ACTUAR
¿Qué hacer? ¿Resignación y pesimismo? ¿Pleitos entre religiones? ¿Disminución o abandono de la evangelización? ¿Da lo mismo tener cualquier religión?
Dice el Papa: «Nuestro deber es proseguir con pasión el camino hacia esta meta (la unidad) con un diálogo serio y riguroso para profundizar en el patrimonio teológico, litúrgico y espiritual común; con el reconocimiento recíproco; con la formación ecuménica de las nuevas generaciones y, sobre todo, con la conversión del corazón y con la oración».
Cada quien procure profundizar su fe, conocer y saborear la Sagrada Escritura, orar con ella y moldear bajo su luz la vida familiar, social, política, laboral y festiva, amar y respetar a quienes profesan otra creencia, gustar los sacramentos y la Eucaristía, llenarse de una pasión misionera por contagiar a otros de su adhesión a Jesucristo.