CIUDAD DEL VATICANO, lunes 28 de marzo 2011 (ZENIT.org).- “El valor pedagógico de la Confesión sacramental” es el elemento principal que el Papa Benedicto XVI ha querido destacar en el discurso que dirigió, al recibirlos en audiencia el pasado viernes, a los participantes en el Curso sobre el Fuero Interno, promovido por la Penitenciaria Apostólica y que se ha desarrollado del 21 al 25 de marzo.
Para el Pontífice, se trata de “un aspecto que quizás no se ha considerado suficientemente, pero que es de gran relevancia espiritual y pastoral”, porque el confesionario puede ser “un ‘lugar’ real de santificación”.
“¿De qué modo educa el Sacramento de la Penitencia?”, preguntó. “¿En qué sentido tiene su celebración, un valor pedagógico, antes que nada para los ministros?”.
Para responder a estas preguntas, sugirió “comenzar desde el reconocimiento de que la misión sacerdotal constituye un punto de observación único y privilegiado, del cual, cotidianamente, se da la contemplación del esplendor de la Misericordia divina”.
“En el fondo -reconoció- confesar significa asistir a tantas professiones fidei cuantos son los penitentes, y contemplar la acción de Dios misericordioso en la historia, tocar con la mano los efectos salvíficos de la Cruz y de la Resurrección de Cristo, en todo tiempo y para cada hombre”.
“Escuela” para el sacerdote
“Conocer y, en cierto modo, visitar el abismo del corazón humano, incluso en los aspectos oscuros”, observó el Papa, “si por un lado pone a prueba la humanidad y la fe del mismo sacerdote, por el otro lado alimenta en él la certeza de que la última palabra sobre el mal del hombre y de la historia es de Dios, y de su Misericordia, capaz de hacer nuevas todas las cosas”.
De las confesiones, de hecho, el sacerdote puede aprender mucho, sobre todo “de penitentes ejemplares de su vida espiritual, de la seriedad con la que conducen su examen de conciencia, de la transparencia en el reconocimiento del propio pecado y por la docilidad hacia la enseñanza de la Iglesia y las indicaciones del confesor”.
“¡De la administración del Sacramento de la Penitencia podemos recibir profundas lecciones de humildad y de fe!”, exclamó, definiéndola como “una llamada muy fuerte para todo sacerdote a la conciencia de la propia identidad”.
“Nunca, sólo por la fuerza de nuestra humanidad, podremos escuchar las confesiones de los hermanos!”, prosiguió el Pontífice.
“Si estos se acercan a nosotros es sólo porque somos sacerdotes, configurados en Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, y capaces de actuar en su Nombre y en su Persona, de hacer realmente presente a Dios que perdona, renueva y transforma”.
Penitentes
En cuanto el valor pedagógico para los penitentes, el Pontífice advirtió que es necesario admitir que “esto depende, antes que nada, de la acción de la Gracia y de los efectos objetivos del Sacramento en el alama del fiel”.
“La Reconciliación sacramental es uno de los momentos en los que la libertad personal y la conciencia de uno mismo están llamadas a expresarse en un modo particularmente evidente. Y quizás también por esto, en una época de relativismo y, por consiguiente, de una conciencia atenuada del propio ser, se debilita también la práctica sacramental”.
En este contexto, “un importante valor pedagógico” tiene el examen de conciencia, que “educa a mirar con sinceridad la propia existencia, a confrontarla con la verdad del Evangelio y a valorarla con parámetros no sólo humanos, sino tomados de la Revelación divina”.
“La confrontación con los Mandamientos y con las Bienaventuranzas y, sobre todo, con el Precepto del amor, constituye la primera gran ‘escuela penitencial’”.
La confesión íntegra de los pecados, además, “educa al penitente a la humildad, al reconocimiento de la propia fragilidad y, al mismo tiempo, a la conciencia de la necesidad del perdón de Dios y a la confianza de que la Gracia divina puede transformar la vida”.
En época caracterizada “por el ruido, la distracción, la soledad, el coloquio del penitente con el confesor puede ser una de las pocas, sino la única ocasión de ser escuchado de verdad y en profundidad”.
Por este motivo, ha pedido a los sacerdotes que le den “el espacio adecuado al ejercicio del ministerio de la Penitencia en el confesionario: ser acogidos y escuchados constituye también un signo humano de la acogida y de la bondad de Dios hacia sus hijos”.
El saludo del Penitenciario Mayor
En su saludo al Papa, como cuenta el L’Osservatore Romano, el cardenal Fortunato Baldelli, penitenciario mayor, recordó que “cada confesor, para desarrollar bien y fielmente su ministerio, debe procurarse la ciencia y la prudencia necesaria para este objetivo”.
El purpurado presentó al Pontífice, sacerdotes de 242 diócesis de 68 naciones que participan anualmente en el Curso sobre el Fuero Interno y afirmó que “la preparación doctrinal del confesor es absolutamente indispensable”.
Tras la estela del Papa Pío V, que afirmaba “dadme buenos confesores y renovaré los fundamentos de la Iglesia”, la Penitenciaria promueve cada año, estas jornadas de estudio sobre el sacramento de la Penitencia, recordó.
“Con viva satisfacción destacamos que los frutos de estos encuentros anuales tienen una respuesta concreta en la actividad cotidiana de nuestro dicasterio, que es interpelado con creciente interés y conocido por su misión fundamental en la Iglesia que es la salus animarum”, destacó.